Candel

Me colé en la clase de un prestigioso profesor de filosofía de la universidad. Así, sin presentación previa, como solíamos hacer los matriculados mayores de 55 años.

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Éramos pocos alumnos, la clase estuvo bien, pero me sorprendió la conducta que a partir de un momento empezó a mostrar este hombre. Un comportamiento impropio de una persona de su edad y aún menos como destacado profesor.

Hacía cosas como que dejaba hojas en el suelo cercano a la puerta de la entrada de la clase para que quienes fuesen entrando las cogiesen.

Empezó a hacer alusiones a la fe cristiana bien y mal al mismo tiempo, al sentido del símbolo del pez. Comenzó a hacer crítica de los aforismos, etc.

Yo tenía los ojos como platos, no daba crédito a lo que veía y oía, me sentí desnudo. En un momento se dirigió a mí situándome en la realidad, para preguntarme algo que no recuerdo.

Empecé a poner oídos que oyen, puse la antena cuando ya estaba vacunado de los discursos racionales fuera y dentro de la iglesia, entendí con un sexto sentido por la conducta “irracional” que había algo que debía saber…

Mis dos identidades, sin saber él nada de ellas, eran mi nominalidad cristiana y autor de numerosos aforismos.

Me sentí como persona que estaba en peligro y que podía ser peligrosa, como potencial peligroso es todo aquel que no ama. Se entabló una forma de lucha espiritual ambiente, no sé más.

Pero no ha sido un solo “loco” quien me ha hecho entrar en razones, han sido varios.

Os lo recomiendo, poned la antena cuando alguien aparente “irracionalidad” ante vosotros. Quizá Dios os quiere decir algo in extremis, no lo desestiméis.

Gracias, Candel.