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¿Hay alguien ahí? Mi viaje de la desesperación a la esperanza

Mi abuela abandonó a mi padre y a sus hermanos pequeños. Creo que eran cuatro, no estoy seguro. Es algo de lo que nunca he hablado a fondo con mi padre.

FRAGMENTOS 21 DE JULIO DE 2022 08:00 h
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de ¿Hay alguien ahí? Mi viaje de la desesperación a la esperanza, de Mez McConnell (Editorial Peregrino, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



1. Recuerdos



Mi historia comienza antes de que yo naciera. Mis padres, que se casaron muy jóvenes en la República de Irlanda a principios de los setenta, tuvieron problemas desde el principio. Mi abuelo por parte de padre se suicidó cuando mi padre era niño. Por lo visto metió la cabeza en un horno y encendió el gas. Entonces, mi abuela abandonó a mi padre y a sus hermanos pequeños. Creo que eran cuatro, no estoy seguro. Es algo de lo que nunca he hablado a fondo con mi padre. Solo sé que de una manera u otra mi padre acabó mudándose de su lugar de nacimiento en Escocia a Irlanda mientras que los demás hermanos acabaron en distintas partes del mundo. Nunca volvió a ver a dos de ellos. Esa, sin ir más lejos, es una historia que merece ser contada, pero se perderá con el paso del tiempo porque no queda nadie para contarla.



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El matrimonio de mis padres parecía abocado al fracaso desde el principio. Ninguno me ha sabido dar una explicación satisfactoria. Ambos recuerdan las cosas desde su punto de vista y se aferran a su propia versión de la verdad. La realidad, me imagino, estará en algún punto intermedio. Pero, por la razón que sea, fue mi madre la que se fue de casa cuando yo tenía dos años, dejándonos a mi hermana de tres años y a mí con su madre. Supongo que parece que aquí hay un perverso paralelismo cósmico.



Solo



Estoy en el médico y me pincha el brazo con una aguja. Llamo a mi madre llorando, pero no está. Estoy solo.



—¿Dónde está mi mamá?



Es Navidad. ¿Dónde está Mamá? Me han dado dulces por navidad y se los quiero enseñar, pero no la encuentro.



Aparte de ese, no tengo más recuerdos conscientes de mi madre. Nunca hubo una sensación física de pérdida. Un día desperté y no estaba. Y ya no la volví a ver.



Tengo un tractor rojo con caramelos en la parte de atrás. Creo que fue un regalo de cumpleaños. Mamá no está, pero Papá sí. Pedaleo hasta el dormitorio de papá; está tumbado, recostado sobre la almohada, sonriéndome. Le doy un caramelo y me voy pedaleando. Aún no sé dónde está Mamá.



Estoy sentado en el sofá de la abuela con mi hermana. El abuelo pega a Papá. No había visto a Papá en mucho tiempo. La abuela me da zumo y un huevo cocido. Papá se marcha otra vez. Siempre se está marchando. Pero al menos siempre vuelve. Mamá no ha vuelto. Él dice que Mamá no va a volver nunca.



Me han contado que mi hermana y yo pasamos gran parte de mis primeros años con mis abuelos por parte materna. La verdad es que eso tampoco lo recuerdo. Quiero recordarlos a ambos con cariño y felicidad, pero no puedo. A veces cierro los ojos e intento recordar su cara, pero no puedo. A veces pienso que estaría bien tener recuerdos familiares como los de la serie de Los Walton, o al menos inventarme los míos propios. Lo único que recuerdo es que con ellos me sentía contento y seguro. Ni siquiera sé cómo se llamaban.



Vamos en el coche con mi padre. Es tarde y paramos en la autovía. Entra una mujer en el coche. No la había visto en la vida. Seguimos el trayecto y empieza a llover. ¿Quién es? ¿Es mi madre? Podría ser. Papá la besa. 



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Papá se ha ido. No sé a dónde. Esa mujer nos cuida. No es muy amable. Cuando se enfada, nos pega. Se enfada a menudo.



Papá vuelve. Ella deja de pegarnos. Pero después se marcha otra vez y ella empieza a pegarnos otra vez.



Visitamos una casa muy grande. Papá nos dice que nos tenemos que quedar ahí un tiempo. No nos dice por qué. Hay muchos más niños. Creo que sus padres también se han marchado un tiempo. Pero nadie nos pega ni a mi hermana ni a mí. Duermo en una habitación muy grande con muchos otros niños. La casa es enorme y tiene un jardín con un arenero y un árbol gigante al que trepamos cuando no nos ve nadie. Papá viene, pero siempre se vuelve a ir.



Es mi cumpleaños. Cumplo 7 y me hacen una fiesta en la casa grande. Nunca me habían hecho una fiesta. Me ponen una tarta y todos me cantan. ¿Dónde está mi padre? Me siento solo. 



Me encanta estar aquí en la casa grande. Tengo muchos amigos y nos dejan ir a la iglesia una vez a la semana. Vemos cantar a las monjas. Si nos portamos bien allí, a la vuelta nos dejan ir a por helado. 



Un día vienen a verme dos señoras. Son muy amables y empiezan a sacarme una vez a la semana. A veces vamos a su casa y me dan regalos. A veces me llevan de compras. Una vez me llevaron al cine. Ojalá fueran mi madre. Todas las veces tengo que volver a la casa grande.



Mi padre viene y nos tenemos que ir de la casa grande. Tengo que dejar a mis amigos. Tengo que dejar a las dos señoras. Me siento solo otra vez.



Nos mudamos a otra casa. Un día vienen unos hombres con la policía y nos echan a la calle. No tenemos ningún sitio donde vivir y no tenemos nada que comer. A veces pienso en mi madre. ¿Ella tiene casa? ¿Tiene comida? ¿Se acordará de mí o de mi hermana? ¿Se encontrará sola alguna vez?



Al otro lado del mar



Estamos en un barco. Tenemos que pasar al lado de unos soldados con metralletas. Nos registran la maleta. Parecen enfadados. Vamos camino a Inglaterra. Hay tormenta y mi plato de huevo con patatas se mueve por la mesa. Quizá mi madre esté en Inglaterra. Inglaterra es un lugar horrible. No hemos encontrado a mi madre aún. Nos trasladamos de un apartamento sucio y pequeño a otro. Por fin, llegamos a Yorkshire y nos mudamos a una casa. Mi padre se va a menudo. ELLA vuelve a pegarnos.



La casa está fría y húmeda. No hay alfombras en el suelo ni papel en las paredes. Tengo una cama y una manta y hay un millón de bichos en mi cama. Son rojos y pequeños, y viven en el colchón y en los pliegues de las cortinas. Salen por la noche. Sé cuándo salen porque huelen raro. Me trepan por la cara, por los ojos y por el pelo. Me acostumbro a ellos.



Tengo hambre. Papá pierde el sueldo en los caballos de nuevo. Papá siempre está en la casa de apuestas. A veces ELLA me manda a buscarlo allí. Papá parece avergonzarse cuando voy y siempre me hace esperarle fuera. No me atrevo a volver sin él porque si lo hago, ELLA me pega.



Tengo hambre. No tenemos suficiente comida para la semana. Hay suficiente para cigarrillos y cerveza, pero no para comida. Papá vuelve a desaparecer y yo me encierro en mi habitación sin comida. En las vacaciones es peor porque tengo que quedarme aquí dentro durante días y días. Me siento solo. A veces me mandan a la tienda a comprar pan y leche y yo abro el pan, robo una rebanada y vuelvo a poner el borde. Aunque tengo que darme prisa, porque si tardo más de cinco minutos ELLA me pega. Si tardo menos, también me pega. Tengo que tardar lo justo.



Tengo mucha hambre.



A veces, cuando estoy tumbado en la cama, me pregunto cómo será que no te peguen. En mi imaginación, me transporto a un futuro en el que soy grande y fuerte. En mis sueños nadie me pega. Ni siquiera me acuerdo de cuándo empezaron a pegarme. No me acuerdo de cómo es que no te peguen.



A veces, si tengo suerte, solo me da un tortazo en la cabeza. Pero muchas veces me pega un puñetazo en la nuca o en los riñones. En los riñones es donde más duele. Si puedo, trato de evitarlo. Al hacerlo, normalmente dejo al descubierto la cabeza, pero cualquier cosa es mejor que en los riñones. Intento evitar hacerme un ovillo en el suelo porque entonces ELLA me pega patadas en los testículos. Ya no lloro porque no me sirve de nada. A veces me pregunto dónde está mi madre. Todo esto es culpa suya.



Hoy ha tocado que me pegue con el palo de la escoba. No he secado los platos lo suficientemente rápido. O el suelo estaba sucio. O la bolsa de la basura estaba demasiado llena. Ya ni recuerdo por qué me pegan. Me duele la espalda. 



Hoy están aquí sus amigas otra vez. Están todas borrachas en el salón. Me llama gritando. Cuando ELLA está borracha, me apaga las colillas en la cabeza. Me escupe. Sus amigas se ríen de mí.



Me dejan ir a Londres de excursión con mis compañeros de clase. Llevo sándwiches de huevo y una moneda de una libra para gastar. Le compro una caja de bombones por 99 peniques. No sé por qué. A veces pienso que si soy amable con ELLA, quizá ELLA sea amable conmigo. Cuando vuelvo a casa, ELLA está en el salón bebiendo con sus amigas. Está borracha. Le doy los bombones y me da un puñetazo en la cara. Todas sus amigas se ríen de mí. Me voy a llorar a mi habitación. Estoy muy solo de verdad. Me balanceo para dormir y sueño que mi madre viene y me rescata. Algún día, llamará a la puerta y me llevará de vuelta a Irlanda donde nadie te pega.



ELLA está borracha otra vez. La oigo roncar en el dormitorio al lado del mío. Papá está fuera. Cojo papel, lo arrugo y lo meto debajo de su cama. Con sus cerillas, le prendo fuego. Espero que se incendie. Papá vuelve y ve el humo. La despierta. El papel no ha prendido muy bien. Qué lástima. No creo que Papá se haya dado cuenta de que he sido yo.



Es tarde. Van a venir a recogerme esta noche. Me llevan a un hogar para niños. Nos separan a mi hermana y a mí. Eso no había ocurrido hasta entonces. Me pregunto si la volveré a ver. Cuando entro al edificio están tomando leche y tostadas antes de acostarse. Todos me miran. ¡A mí qué me importa! ¡Leche y tostadas! Eso no lo tomo todos los días. Si llego a saber esto, la habría intentado quemar antes.



Tengo que cambiar de colegio, pero no tengo ropa y de calzado solo tengo botas de agua. Me llevan al sótano y me enseñan una habitación llena de ropa y zapatos. Es como una tienda enorme. Me dejan elegir lo que me guste. ¡Me dejan elegir! Cojo una camisa limpia y unos zapatos brillantes ¡y sin agujeros! Aquí me planchan la ropa y todo. ¡Cómo mola! Me siento el rey del mambo. Me pregunto qué me habrían dado por llegar a matarla.



Me gusta mi nueva escuela, y me toca ser pastor en el teatro de Navidad. Mis amigos del internado vienen a verme. Todos me aplauden y me vitorean. Nadie había hecho eso jamás.



Está nevando. Una de las chicas más mayores me ayuda a construir un iglú en el jardín de atrás. Vuelvo a ser feliz. Aquí ni me pegan ni me gritan.



Mi padre vuelve y me tengo que ir con él. No quiero irme. No quiero volver a los bichos de la cama ni a las palizas. Quiero quedarme con mis amigos. Quiero quedarme en mi colegio. Aquí me dan un paquete con la comida todos los días. Con una bolsa de patatas fritas y todo. Nadie me había dado patatas fritas antes. Quiero llevar zapatos brillantes y una camisa planchada. Pero me tengo que ir. Papá vive en una nueva casa con su novia.



Otra escuela nueva, otra vez tengo que intentar hacer amigos. Me vuelvo a sentir solo. 



No lo vi venir hasta que fue demasiado tarde. Solo sentí que me fallaban las piernas y perdía el pie cuando ELLA me dio de lleno en el estómago. Llevo cinco días en esta habitación. ELLA me deja salir para ir al colegio, pero después ya no puedo salir de aquí. A veces ELLA me trae comida y a veces no. A veces me siento en el alféizar de la ventana y veo a los niños jugar fuera. A veces los veo salir con sus madres. Ojalá yo tuviera una madre. Ojalá mi madre me llevara de la mano. Me gusta leer. Me ayuda a pasar el tiempo. No sé cuándo aprendí a leer; es como si siempre hubiera sabido. Leo historias de Los Cinco. Ellos toman galletas y zumo de naranja. Ojalá yo pudiera tomar galletas y zumo de naranja. Me gusta viajar a otros mundos en la imaginación. Cuando leo, la vida es bella y hay paz. El mundo está lleno de niños que beben zumo y toman galletas y viven aventuras. No hay palizas en ese mundo.



–Eres un inútil. Nadie os quiere, ni a ti ni a la subnormal de tu hermana. Tu madre os odiaba, por eso os dejó. Tu padre os odia. Y yo os odio.



–Saca la cabeza de ese libro ya. ¿Qué lees, Los Cinco? Yo sí que te voy a dar cinco guantazos. Eres un inútil, como tu padre.



A veces me gustaría que ELLA se muriera.



No sé dónde está mi padre. Tengo hambre.


 

 


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