Era luminoso y profundo

como era hombre de buena fe.

Fuera pastor de mil leones

y de corderos a la vez.

Conduciría tempestades

o traería un panal de miel.

Rubén Dario, “Oración por Antonio Machado

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Periódicamente, algunas grandes editoriales lanzan colecciones de gran aliento sobre diversos géneros literarios. Como sucede bastante, la poesía es el menos favorecido por su supuesta dificultad para los/as lectores, pero lo cierto es que buena parte de los autores/as son conocidos por una franja determinada de personas que se ha aficionado a ella. Sin afán de hacerle publicidad innecesaria, en las recientes semanas ha comenzado a circular (en España y en varios países latinoamericanos) una nueva colección de Salvat bajo el membrete de Poemas esenciales, como título de cada volumen. Sabedores de las tendencias y gustos generales, han escogido algunos de los nombres más representativos de la poesía en español, aun cuando también anuncian la aparición de volúmenes en otros idiomas. Aquí nos centraremos en los primeros autores/as que ya están circulando y que, como se anuncia, constituyen toda una vertiente de la lírica contemporánea y de otras épocas. Se trata de un auténtico festín para los paladares más exigentes.

El primer volumen, seleccionado por Jesús García Sánchez, corresponde a Antonio Machado (1875-1939), figura cimera de las letras castellanas y que tiene todo un público reconocido que lo sigue fielmente, especialmente por la sencillez de sus versos y por los diversos paisajes que aparecen en su obra. Sobre él dijo lo siguiente el colombiano Álvaro Mutis (1923-2013): “Lean cuando sientan que el libro comienza a formar parte de ustedes, cuando sientan que se crea una compañía. Todo libro que no sea una compañía ya es sospechoso. A veces cuesta trabajo llegar a ese estatus, a esa situación... a mí me pasa con la poesía de Antonio Machado, que no me puedo mover de dónde vivo a ningún sitio sin llevar conmigo Campos de Castilla. Claro que éste es un caso extremo...”[1].

El libro tiene como pórtico la “Oración por Antonio Machado”, del nicaragüense Rubén Darío que, entre otras cosas, dice:

Las maravillas de la vida

y del amor y del placer,

cantaba en versos profundos

cuyo secreto era de él.

Montado en un raro Pegaso,

un día al imposible se fue.

Y cómo olvidar las versiones de Machado que hace más de medio siglo dio a conocer musicalmente Joan Manuel Serrat, en donde sobresalen poemas como éste:

He andado muchos caminos

He andado muchos caminos,

he abierto muchas veredas;

he navegado en cien mares,

y atracado en cien riberas.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

En todas partes he visto

caravanas de tristeza,

soberbios y melancólicos

borrachos de sombra negra […]

Y en todas partes he visto

gentes que danzan o juegan,

cuando pueden, y laboran

sus cuatro palmos de tierra. […]

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y en un día como tantos,

descansan bajo la tierra.

Las composiciones extraídas de Soledades, galerías y otros poemas, y por supuesto, los poemas breves de Nuevas canciones fueron muy bien seleccionados y conforman un abanico ampliamente disfrutable a través del cual incluso las personas más distanciadas de la poesía pueden acercarse a ese manantial lírico que, sin duda, las está esperando. La reflexión humana minuciosa, la observación de los ciclos de la vida y la delicadeza profunda para situarse ante todas las estaciones existenciales hacen de esta poesía una verdadera ventana hacia el infinito y sus misterios.

Por último, es imposible olvidar el énfasis religioso, metafísico y cuasi teológico de muchos versos machadianos, algunos muy conocidos y otros aún casi secretos. Varios de ellos han sido analizados en La teología de Antonio Machado (1975, 1989), un libro imperdible de José María González Ruiz. Éstas son algunas de sus palabras al respecto: “Él pertenecía a un ambiente liberal, donde la ficha religiosa no marcaba socialmente a la persona, pero donde, al mismo tiempo, había la suficiente libertad de espíritu para mirar de frente un fenómeno tan interesante como el cristianismo, a pesar de los envases histórico-culturales dentro de los cuales se presentaba a la serena reflexión de nuestro poeta”[2].

Cerramos con algunas de las miniaturas tan iluminadoras de Machado:

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.

Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.

Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. (p. 120)

Todo hombre tiene dos

batallas que pelear:

en sueños lucha con Dios;

y despierto, con el mar. (p. 152)

*

No desdeñéis la palabra;

el mundo es ruidoso y mudo,

poetas, solo Dios habla. (p. 215)

Notas

[1] Martha Rivera de la Cruz, “El placer de escribir está en encontrar a alguien que recuerda un personaje que he creado”. Ver aquí.

[2] J.M. González Ruiz, “La teología de Antonio Machado”, ver aquí.