No hay maleta vacía

Es curiosa la mecánica del recuerdo. ¿Qué la activa? ¿Cuáles son los elementos externos que la ocasionan? ¿De qué es consecuencia? ¿Dónde se origina? ¿Por qué? No podemos ser simples cuando pensamos acerca de las profundidades de nuestro ser, cuando nos preguntamos sobre lo más incógnito de nuestras voluntades. Porque, aunque no somos nuestras circunstancias ni nuestro pasado, todo ello forma parte de lo que somos y es digno de consideración.

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Estas son algunas ideas que extraigo de Left Lugagge (en español Corazones enfrentados), una película ya del siglo pasado (1998) dirigida por Jeroen Krabbé, el actor que interpreta a Satanás en el Jesús de Roger Young y Serge Moati. El filme de Krabbé refleja la particular lucha con el recuerdo del holocausto por parte de una familia judía belga de clase media alta, y al mismo tiempo la insólita rigidez en la comunidad jasídica. 

En realidad no hay personaje en la película que no luche con el recuerdo, el pasado y la historia. Cada uno con sus peculiaridades. En ello se hace evidente hasta qué punto todo aquello que ha formado parte de nuestra vida es también un elemento esencial entre los distintos que moldean el transcurso de nuestras historias individuales. No es que seamos única y explícitamente ese recuerdo en cuestión (¿cómo medir la memoria?), pero es algo que necesitamos tomar en cuenta para comprender la totalidad de lo que llegamos a ser, de aquello en que nos convertimos.

En la película, esta idea la escenifican dos maletas viejas, enterradas en un jardín de antaño que se encontraba en Amberes y que en el presente es imposible encontrar por la transformación urbanística de la ciudad. El atormentado propietario de las maletas no puede dejar de pensar en ellas y en la suposición de que el contenido que había guardado en ellas es completamente indispensable y valioso para él, a pesar de que ha vivido buena parte de su vida sin ello. También nosotros, añoramos viejos recuerdos de nuestra infancia o juventud, algunos de ellos sobredimensionados, creyendo que son lo que necesitamos para encontrar una explicación satisfactoria de nuestras vicisitudes actuales. Y, a veces, quizá tengamos razón en lo apremiante que resulta nuestra nostalgia, aunque en muchas otras ocasiones tan solo se trate de una expresión para rehuir lo agobiante que nos resulta el ‘ahora’.

[photo_footer]La película dedica una atención especial a la comunidad jasídica. / Fotograma de la película, Youtube.[/photo_footer]

Pero en Left Lugagge hay más al respecto del recuerdo y su impacto en nuestras vidas. De la película también surge la idea del pasado dominante. Es decir, un anhelo tan relacionado con aquello que fue, que no solo da forma al transcurso de nuestras vidas en la actualidad, sino que las condiciona por completo. He ahí la rigidez del padre jasídico ante su hijo pequeño y la niñera judía, aunque secularizada, a la que simplemente llama “ramera”. 

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¿Es la falta de amor en el presente una consecuencia del dolor en el pasado? Nuestros sistemas de justificación, me parece, siempre acaban cayendo en la simplificación, aunque también encierran parte de razón. La sensación con los personajes de Left Lugagge es que su identidad judía, su religiosidad, sus convicciones políticas y el conjunto de sus actitudes tienen que ver más con el pasado que con el presente. A excepción de la niñera y del niño, claro. Al final, se acaba repitiendo la idea de la ‘humildad infantil’ (no con sentido peyorativo) que Jesús demandaba de sus oyentes (Mateo 18:3). Hay verdades, y algunas esenciales, para las que necesitamos volver a ser como niños.

La película de Krabbé subraya lo fatuo que resulta el pensamiento de querer desligarse por completo del pasado, incluso cuando se trata de uno especialmente doloroso. Y es que no hay maletas vacías, sino sepulcros blanqueados (Mateo 23:27-28). No solo se trata de una cuestión de responsabilidad histórica, sino que también es justicia personal; no es justo ni digno presentarnos a otros como seres libres de miedos, de sufrimientos, de anhelos insatisfechos y de tormentos que, a veces, vuelven a resonar. 

[photo_footer]Laura Fraser e Isabella Rossellini son los rostros destacados del elenco. / Fotograma de la película, Youtube.[/photo_footer]

Ahora bien, el texto bíblico tiene algo más que añadir. ¿Hay algo que equilibre el recuerdo en su justa medida? El autor de Eclesiastés nos recuerda que necesitamos una perspectiva de vida redimida en Cristo, aquel que no ha desechado nuestros recuerdos sino que los ha considerado y tomado sobre sí, asumiendo la totalidad de las consecuencias que representaban, y situándolos en una nueva existencia, como la de nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), y bajo una esperanza que es futura pero perpetua. 

Cuando el autor de Eclesiastés afirma: “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9:7-8), en realidad no está rechazando el peso de la memoria ni la carga del recuerdo, sino que plantea una existencia renovada y redimida, a la luz de una esperanza que para los cristianos cobra significado completo en la cruz, la tumba vacía, la ascensión y el derramamiento del Espíritu Santo. Nos prepara (con ropas blancas) para lo que ha de ser, desde el ‘ahora’ en el que nos encontramos y, por lo tanto, considerando también todo aquello que ha sido. Desentierra nuestras viejas maletas y nos las entrega con un equipaje renovado, que ya no tiene que ver con nostalgias y anhelos pasados, ni con frustraciones presentes, ni con meros planes en futuro, sino con una nueva existencia que ya es tal y como se había anunciado que fuese, y que será tal y como se ha prometido que sea.