Según la Ley, los transeúntes hambrientos podían comer toda la uva que quisieran en los viñedos ajenos pero no tenían permiso para llevársela (Dt. 23:24).
Por sus frutos los conoceréis.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos,
o higos de los abrojos? (Mt. 7:16)
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La palabra hebrea enab, עֵנָב, se refiere en el Antiguo Testamento a las uvas de las parras (Gn. 40:10, 11; 49:11; Lv. 25:5; Nm. 6:3; 13:20, 23; Dt. 23:24; 28:39; 32:14, 32; Jue. 9:27; 1 S. 25:18; Neh. 13:15; Is. 5:2, 4; 16:7 Jer. 8:13; Os. 9:10; Am. 9:13).
Se tradujo al griego por staphylé, σταφυλή, que indica el racimo de uvas o también la uva en general (Mt. 7:16; Lc. 6:44) y asimismo por ámpelos, ἄμπελος, para los racimos de la vid (Ap. 14:18-19).
No obstante, hay otros términos que también se emplean, como peret, פֶּרֶט, que denota el fruto caído espontáneamente de la planta y dejado a propósito para los rebuscadores pobres (Lv. 19:10); leloth, לֵלוֹת, para la uva madura de finales de la vendimia (Jue. 8:2; Is. 17:6; 24:13: Jer. 49:9; Mi. 7:1); semadar, סְמָדַר, para la vid que está en cierne, es decir, en flor y que deja ir su polen para la fecundación (Cnt. 2:13, 15; 7:12); béser, בְּסֶר, y boser, בֹּסֶר, para la uva ácida, agria o agraz que aún no ha madurado (Job 15:33; Is. 18:5; Jer. 31:29-30; Ez. 18:2); beushim, בְּאֻשִׁים, se refiere también a las uvas silvestres no comestibles por ser agrias (Is. 5:2-4).
El profeta Oseas compara Israel con “uvas en el desierto” para Dios, indicando que, al principio, el pueblo hebreo, en su obediencia al Altísimo, fue como algo agradable e inesperado pero más tarde cayó en la idolatría de los Baales (Os. 9:10).
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También se dice del Israel apóstata que era como si procediera de la venenosa “vid de Sodoma” y de los amargos campos de Gomorra (Dt. 32:32).
Según la Ley, los transeúntes hambrientos podían comer toda la uva que quisieran en los viñedos ajenos hasta saciarse, pero no tenían permiso para cargarla en cestos y llevársela porque esto se consideraba robo (Dt. 23:24).
Las uvas aparecen también en el refrán hebreo: “Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera” (Ez. 18:2), en referencia a que los pecados de los padres se transmiten a los hijos.
Algo que recuerda las palabras divinas: “visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20:5; 34:7; Nm. 14:18; Dt. 5:9; Jer. 32:18) y que el profeta Jeremías interpreta definitivamente como la responsabilidad individual a partir de la Nueva Alianza:
“En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera “ (Jer. 31:29-30).
La uva es una fruta que se obtiene de la vid, generalmente de la especie Vitis vinifera, natural de la Europa mediterránea y el Asia central; viene agrupada en racimos que pueden tener de 6 a 300 unidades; su forma es esférica; de pequeño tamaño y sabor dulce.
Se suele comer fresca y de su jugo se obtiene el mosto, aunque también se usa fermentado para producir vino, vinagre, brandy y otros muchos licores. Su color varía desde el negro al verde claro, pasando por el morado, amarillo, dorado, púrpura, rosa o anaranjado.
La llamada “uva blanca” (que en realidad es verde) procede de la roja, debido a una mutación fortuita originada en dos genes. Esto provoca que no se formen antocianinas, que son las responsables de la pigmentación de la uva. A las uvas secas o deshidratadas se les llama “pasas”.
En el Caribe de Centroamérica es muy común una planta llamada “uva de playa” o “uva de caleta” (Coccoloba uvifera) que produce también una fruta en racimos, pero que nada tiene que ver con la uva de la vid, ya que pertenece a otra familia diferente, las Polygonaceae.
No obstante, estos frutos son carnosos, dulces y suelen usarse para hacer mermeladas y darle sabor a postres o bebidas.
En su comentario al salmo 100, George Rogers (1798-1891) escribió que tal salmo le recordaba el enorme racimo de uvas que los espías enviados por Moisés cortaron en el valle de Escol, nombre que significa precisamente “racimo” (Nm. 13:22-24; Dt. 1:24-25):
“Este salmo es un racimo de uvas de Escol. Una cata donde saborear con deleite lo que la tierra prometida era y sigue siendo todavía. El pueblo judío alcanzó su máximo esplendor durante el reinado de Salomón, pero he aquí que uno más grande que Salomón está en este lugar. Este salmo anticipa la perfección de la Iglesia del Nuevo Testamento.”[1]
Se cree que este valle estaba situado al norte de Hebrón y que era famoso por sus deliciosas uvas que sigue produciendo hasta el día de hoy.
El vino de la viñas de Escol alegró el corazón de los hebreos durante muchos años, a pesar de su timidez inicial, y el propio rey David pudo cantar:
“Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Sal. 100).
1. Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 1554.
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