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En el Parc Sanitari Sant Pere del Peu Descalç se inició la construcción de una cárcel para delincuentes comunes, cuyo emplazamiento podría acarrear el descontento ciudadano.

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Las autoridades no habían conseguido encontrar en las pedanías del municipio otros terrenos libres y alejados del núcleo urbano.

La construcción se inició en secreto y no informaron a los medios ni en la valla de la obra se indicaba el uso que se le daría al edificio.

Buscabas por internet “cárceles en construcción” y no aparecía aquella.

Algunos sociosanitarios existentes del Parque albergaban a una gran población de internos.

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Y fueron ellos los primeros que pusieron el grito en el cielo al haberse filtrado la información de que aquello sería una cárcel.

― No queremos que se nos confunda con delincuentes, nosotros somos enfermos. ¿Qué tenemos que ver con los ellos?

Las autoridades fueron muy hábiles, y les desinformaron de una manera muy astuta.

― Estáis muy equivocados, no os preocupéis, este edificio se destinará a servicios.

Y fue a partir de entonces que la fantasía de los internos fue más allá imaginando unos baños inmensos, saunas, retretes automatizados, salas aromatizadas, duchas de diseño, hidromasajes, spas, etc.

Porque el edificio era de considerables dimensiones. De ese modo celebraron aquellas obras, viendo que su nivel de confort mejoraría considerablemente.

Y con esa media verdad se consiguió acabar la prisión, porque ¿qué mejores “servicios” se pueden prestar a una sociedad del bienestar que aquellos que le reportan seguridad?