“Dios nos salva y nos llama a compartir su presencia, no en atención de nuestras obras sino en virtud de su deseo y de su gracia infinita”.
Dicen que eran reyes. No eran. Un rey que abandona el reino y sale a andar por los caminos del mundo siguiendo la luz de una estrella sería depuesto por los generales: había enloquecido. No, no eran reyes. Las Sagradas Escrituras dicen que eran magos. […] Alguien que vivía para estudiar. Próximo a un filósofo. […] Eran astrólogos. Para la astrología los cielos son un espejo donde los misterios de la tierra se pueden resolver.
R.A, “Navidad es tiempo para contar historias”, en Culto-Arte. Celebrando a vida. Advento/Natal/Epifania
La sección correspondiente a la Epifanía de Culto/Arte, recopilación de Rubem Alves (1999), inicia con un breve texto introductorio de Carlos Rodrigues Brandão (p. 64), continúa con otro más (Contemplación/Invocación) del clérigo anglicano y cantautor Carlos Alberto Rodrigues Alves e Inês de França Bento, “Invocamos la paz soñada…”:
Invocamos la paz soñada…
por los poetas, profetas y cantores,
que gritaron en vez de los sin voz,
salmodiaron sueños en sonrisas,
¡que los niños jugarán
con los viejos en la plaza!
Aquellos con su inocencia, éstos con su experiencia;
todos celebrando la dulzura de las vides,
y, más tarde, la historia, grávida, ¡dio a luz!
Y el amor se hizo niño
y necesitó nuestro regazo…
Y se vieron grandes cosas…
nuevo cielo y nueva tierra,
había pan en cada mano y vino en cada copa,
Mientras cantábamos:
¡Es un tiempo nuevo, es un nuevo día!
¡Dios está entre nosotros! (p. 65)
Como parte de la Unción/Confesión se incluyen cuatro textos, uno de ellos, “Dios, niño de bondad…”, de Inês de França Bento, dice como sigue:
Dios, niño de bondad,
acoge nuestros corazones cansados y sin esperanza.
Perdónanos, por buscar entre las estrellas
la salvación que nos viene de un niño, sin techo.
Danos un regalo, con un corazón de niño,
para comprender tu voluntad.
Amén. (p. 67)
La Liturgia/Celebración, obra también de la misma autora, consta de varias lecturas antifonales a las que se agrega un “Credo ecuménico”, de Carlos Alberto R. Alves. A esta sección le sigue el Texto/Meditación escrito por Rubem Alves, “Navidad es un tiempo para contar historias”, procedente también de El amor que enciende la luna (1999). En la primera historia, se reflexiona acerca de los magos de Oriente y cómo siguieron a la estrella:
Así comenzó su largo viaje, siguiendo el camino que indicaba la luz de las estrellas. Y, al final de su largo peregrinaje, llegaron al lugar que buscaban. Bañado por la suave luz azul de la estrella, entre vacas, burros y paja, estaba un bebé. Entonces fueron iluminados. Pero no por la luz de la estrella sino por la del niño. Se dieron cuenta de que su búsqueda había llegado a su fin. Lo que los adultos han olvidado y lo que busca la sabiduría, los niños lo saben. Ser sabio es ser niño. El universo es una cuna donde duerme un niño.
Y desde ese día dejaron de mirar las estrellas y empezaron a mirar a los niños. (pp. 71-72)
En la segunda historia, precedida por una advertencia (“…y salieron ellos, por las soledades de los cielos, en sus naves espaciales, atraídos por la música de un astro…”), se retoma el relato de 2001: odisea del espacio, el film de Stanley Kubrick (1968), basado en la novela de Arthur C. Clarke. El astronauta llega a Júpiter, su destino, para darse cuenta de que “viajó millones de kilómetros ¡para llegar a su propia casa!”: “Entonces entendió la frase de Eliot: ‘Al final de nuestras largas exploraciones finalmente llegaremos al lugar desde donde partimos y lo encontraremos entonces por primera vez…’”. (p. 73).
De nuevo un corte. La escena es ahora un dormitorio. El mismo hombre, ahora viejo, muy viejo, con el rostro cubierto de arrugas: se está muriendo, agonizando en una cama, con los ojos bien abiertos, fijos en el techo de la habitación. Pero el techo se abre y luego aparece, a sus ojos moribundos, un maravilloso cielo estrellado, millones de estrellas y galaxias brillantes. Y entre ellos, flotando, un feto con ojos descomunales, asombrados, ojos que tienen los niños... Nadie dijo, no está escrito en ninguna parte. Pero recordé: está escrito en el libro sagrado “es necesario nacer de nuevo. En verdad les digo que si no vuelven a ser niños nunca verán el sentido de la vida”.
“Dos historias”, explica Alves, “para ser contadas en Navidad. Una antigua, otra nueva. Tan diferentes y tan iguales. Las dos dicen la misma cosa”. “Recriançando” (“Volver a tener hijos”), de Rodrigues Alves, el texto que sigue, tiene a Dios por protagonista, quien altera el orden su propia creación y da inicio a otra cosa, con otra visión:
En todo lo que Dios iba diseñando, pintando,
se iba también encantando, admirándose…
Pero aún faltaba algo para la plenitud
sin lo que el paraíso perecería y parecería
pobre en el presente…
Entonces fue que el Señor
usó su sueño sonriente
¡y el Creador creó lo que más le gustaba,
¡los niños!
Se dice que aquel día el mundo amaneció feliz
y que fue decretado que quien no se volviese niño
sería siempre infeliz… (p. 75)
De Carlos Rodrigues Brandão se agregan otros dos textos (“Viajar por un niño nazareno” y “Hoy”). Finalmente, en la sección Oración/Bendición, se incluyen textos de Luiz Carlos Ramos (“Toda gloria…”, adaptación), Vera Lúcia Chvatal (“Dios, nuevo sol”), Alexandre Filordi (“Dios.entre-nosotros”) e Inês de França Bento (“Sobre nuestros cuerpos”), además del “Credo de la Epifanía”, de Paulo Roberto Rodrigues, con el que cerramos aquí.
Creo en Dios, Vida y Amor.
Sólo así es que vivimos, nos movemos y existimos…
Dios nos salva y nos llama
a compartir su presencia,
no en atención de nuestras obras
sino en virtud de su deseo y de su gracia infinita.
Creo que esta gracia nos fue dada en Cristo Jesús,
que hoy manifestó su misericordia
hacia toda la humanidad,
rompiendo todas las cadenas
al aniquilar la muerte y resplandecer la vida,
con bondad y compasión.
Creo que Jesús nos convoca al seguimiento,
caminando a nuestro lado,
compartiendo nuestra condición,
creando comunidades, inaugurando una nueva era.
Creo en las tiernas y eternas relaciones humanas,
en la sabrosa testarudez de la esperanza,
en la compañía universal de los artistas
y en la cofradía multiforme de los apasionados por la vida
—defensores de paz.
Creo que cada niño refleja el toque siempre innovador
del sempiterno Creador
y que es posible un tiempo de felicidad,
pues el Amor sopló su aroma sobre nosotros,
perfumando nuestro camino con la brisa
de su rebeldía.
Creo que Él vino a nuestro encuentro
y nos invita a andar su futuro.
No estamos solos… ¡Estamos en Dios! (p. 82)
(Versiones del portugués: LC-O)
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