La maruja

Después del agotador traslado allí estábamos, en un nuevo piso de mayores dimensiones que el anterior, y ante un desorden brutal.

Después de sentarnos un momento en el sofá todavía envuelto en plásticos, nos asaltó la cuestión. ¿Cómo serán estos vecinos? ¿Serán problemáticos? ¿Serán amables?

Todavía con la duda en mente, sonó el timbre con un sonido que todavía no nos era familiar.

La vecina del ático 2ª venía para darnos la bienvenida al bloque con un pastel preparado por ella. La hicimos pasar y lo comimos con un poco de vino moscatel.

No tardó en ponernos al corriente del inmediato vecindario. Personas como ella que despectivamente llamamos marujas, ofrecen un servicio inestimable para la prudencia en el trato con las personas cercanas pero desconocidas.

—Si tienen criaturas pequeñas, sepan que en el 2º 1ª no tardarán en ofrecerles droga. Los del 1º 5ª son ocupas, mejor no se relacionen con ellos. Los del 1º 2ª hace dos años que no pagan la escalera. Los del 4º 1ª son unos Testigos de Jehová que ya están pensando en traerles El atalaya. Los del 3º 5ª arman tal ruido con sus fiestas que ya ha venido la policía varias veces, están denunciados…. etc., etc.

Despedimos a esta buena mujer con la que nos dimos un abrazo, santiguándose ella varias veces delante de nuestra puerta.

¡Qué respiro! Buenos, al menos ya sabemos a qué atenernos y con quién ser precavidos, con la vecina del ático 2ª.