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¿Qué es una iglesia sana?, de Mark Dever

Si tu meta es amar a todos los cristianos en todo el mundo, déjame sugerirte que trabajes en ello primeramente comprometiéndote a un grupo concreto de cristianos reales con todas sus debilidades.

FRAGMENTOS 09 DE SEPTIEMBRE DE 2021 18:00 h
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “¿Qué es una iglesia sana?”, de Mark Dever (Editorial Peregrino, 2021). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



Una familia, una comunión y un cuerpo



Quizás el meditar en la analogía de una “familia” nos ayude a ver que estando reconciliados con Dios también significa estar reconciliados con su pueblo. Si tú eres un huérfano, tú no adoptas a tus padres, ellos son los que te adoptan a ti. Si tus padres adoptivos se llaman Ortiz, ahora asistirás a las cenas familiares de los Ortiz junto con los padres y todos sus hijos. Compartirás un cuarto por las noches con los hijos de los Ortiz. En la escuela, cuando la maestra pase la lista de asistencia y diga, “¿Ortiz?”, levantarás tu mano como tu hermano mayor hizo antes de ti y tu hermana menor hará después de ti. Y tú haces esto, no porque decidiste jugar el rol de los “Ortiz”, sino porque alguien fue al orfanato y dijo: “Tú serás un Ortiz”. Ese mismo día, tú te convertiste en el hijo de alguien y en el hermano de otros.



Tú no eres Ortiz. Eres cristiano, nombrado por aquel mediante el cual fuiste adoptado, Cristo (Ef. 1:5). Ahora eres parte de toda la familia de Dios. “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos” (He. 2:11).



Esta no es una familia disfuncional con sus miembros lejos los unos de los otros. Esta es una comunidad en profundo compañerismo. Cuando Dios te llamó “a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Co. 1:9), Él también te llamo a la “comunión” con toda la familia (1 Co. 5:2).



Y esto no es un compañerismo cortés y formal. Se trata de un cuerpo unido por nuestras decisiones individuales, pero también unido por mucho más que una decisión humana – la persona y obra de Cristo. Serías tan tonto si dijeras “yo no soy parte de la familia” como si cortaras tu mano o nariz. Como Pablo le dijo a los Corintos, “¡Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros!” (1 Co. 12:21).



En resumen, es imposible contestar la pregunta ¿qué es un cristiano? sin terminar la conversación hablando sobre la iglesia; al menos, en la Biblia es así. No tan solo eso, sino que es difícil usar una sola metáfora para la iglesia, porque el Nuevo Testamento usa muchas de ellas: una familia y una comunión, un cuerpo y una novia, un pueblo y un templo, una señora y sus hijos. Nunca el Nuevo Testamento concibe al cristiano existiendo prolongadamente fuera de la comunión de la iglesia. La iglesia realmente no es un lugar. Es un pueblo – el pueblo de Dios en Cristo.



 



Uniéndose a una iglesia real



Cuando una persona llega a ser cristiana, no solo se une a una iglesia local porque es un buen hábito para crecer en madurez espiritual. Él se une a una iglesia local porque es la expresión de lo que Cristo ha hecho en él – un miembro del cuerpo de Cristo. Estar unido a Cristo significa estar unido a cada cristiano. Pero esa unión universal se debe dar en la vida y existencia de una iglesia local.



A veces los teólogos hacen una distinción entre la iglesia universal (todos los cristianos de todas partes a lo largo de la historia) y la iglesia local (aquellas personas que se reúnen en la calle por dónde vives para escuchar la Palabra siendo predicada y practicar el bautismo y la Cena del Señor). Aparte de unas pocas referencias sobre la Iglesia universal (como en Mt. 16:18 y la mayoría de menciones en Efesios), la mayor parte de las referencias a la iglesia en el Nuevo Testamento son de iglesias locales, como cuando Pablo escribe, a “la iglesia de Dios en Corinto” o a “las iglesias en Galacia”.



Ahora, lo que sigue es un poco intenso, pero es importante. La relación entre nuestra membresía en la iglesia universal y nuestra membresía en la iglesia local se parece mucho a la relación entre la justicia que Dios nos dio a través de la fe y la practica real de justicia en nuestra vida diaria. Cuando nos hacemos cristianos a través de la fe, Dios nos declara justos. Sin embargo, todavía estamos llamados a ser activamente justos. Una persona que felizmente puede llevar una vida pecaminosa pone en duda, en primer lugar, si alguna vez poseyó la justicia de Cristo (vea Ro. 6:1-18; 9:5-14; Stg. 2:14-15). Así también, es con aquellos que se niegan a comprometerse a una iglesia local. Comprometerse a un cuerpo local es el resultado natural de estar en Cristo – confirma lo que Cristo ha hecho. Si en realidad no tienes ningún interés de comprometerte a un grupo de creyentes, hombres y mujeres que han hecho de la Biblia el fundamento de sus vidas, ¡cuestiónate si en verdad perteneces al cuerpo de Cristo! Pon atención cuidadosamente a lo que el autor de los Hebreos dice:



Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (He. 10:23-27).



Nuestro estado ante Dios, si es auténtico, se traducirá en nuestras decisiones diarias aun cuando el proceso sea lento y esté lleno de tropiezos. Verdaderamente, Dios transforma a su pueblo. ¿No son esas buenas noticias? Así que, por favor amigo, no te complazcas con la vaga idea de que posees la justicia de Cristo si no estás persiguiendo una vida de justicia. Igualmente, no te engañes con la idea de que perteneces a la iglesia universal si no estás persiguiendo esa vida junto a una iglesia local.



Excepto en circunstancias muy raras, un cristiano verdadero construye su vida junto a la vida de otros creyentes a través de una comunión concreta con una iglesia local. Él sabe que todavía no ha “llegado” a la cúspide de la vida cristiana. A veces cae y tiene la necesidad de rendir cuentas y de ser instruido en ese cuerpo local de gente llamado iglesia. Y, al mismo tiempo, ellos lo necesitan.



Cuando nos reunimos para adorar a Dios y ejercitamos el amor y las buenas obras hacia los demás demostramos en la vida real el hecho de que Dios nos ha reconciliado a nosotros consigo mismo y con los demás. Nosotros le demostramos al mundo que hemos sido transformados, principalmente no porque nos memorizamos versículos de la Biblia u oramos antes de la comida o damos una porción de nuestros ingresos y escuchamos estaciones de radio cristianas, sino porque mostramos cada vez más una disposición para tolerar, perdonar, y aun amar a un montón de compañeros pecadores.



Tú y yo no podemos demostrar amor, gozo, paz, paciencia o amabilidad, sentados en una isla por nuestra propia cuenta. No, nosotros lo demostramos cuando las personas con las que estamos comprometidas a amar nos dan buenas razones para no amarlas, pero lo hacemos de todos modos.



¿Lo puedes ver? Es ahí – en medio del grupo de pecadores que se han comprometido a amarse los unos a los otros – que el evangelio es demostrado. La iglesia nos da una representación visual del evangelio cuando perdonamos a los demás así como Cristo nos perdonó, cuando nos comprometemos hacia los demás, como Cristo se comprometió con nosotros, y cuando damos nuestras vidas por los demás, así como Cristo dio su vida por nosotros.



Juntos podemos demostrar el evangelio de Jesucristo de una manera que no podríamos hacerlo en aislamiento.



A menudo yo escucho a cristianos hablar de sus diferentes dones espirituales. Sin embargo me pregunto ¿con qué frecuencia la gente considera el hecho de que Dios ha dado muchos dones precisamente para que esos dones puedan ser usados en respuesta al pecado de otros cristianos en la iglesia? Mis pecados te dan una oportunidad para ejercitar tus dones.



Así que, reúne a un grupo de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, negros y blancos, asiáticos y africanos, ricos y pobres, educados y no educados, con todos sus diversos talentos, dones y pecados. Solo asegúrate que todos ellos sepan que son pecadores y que son salvos por gracia solamente. ¿Qué es lo que tienes? ¡Tú tienes los ingredientes para una iglesia! Si tu meta es amar a todos los cristianos en todo el mundo, déjame sugerirte que trabajes en ello primeramente comprometiéndote a un grupo concreto de cristianos reales con todas sus debilidades y locuras. Comprométete a ellos a través de lo bueno y lo malo por ochenta años. Luego, regresa para que hablemos de cómo vas en tu proceso de amar a todos los cristianos del mundo.


 

 


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COMENTARIOS

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Carme
10/09/2021
14:50 h
1
 
Qué buen artículo. Dedicado a todos los que se creen "santurrones" y solo ven la paja en el ojo ajeno.
 



 
 
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