El cine de Ken Loach nunca deja indiferente. Aunque quizá parezca menos preocupado por el resultado estético de sus películas, sin embargo, vierte en ellas una fresca y contemporánea reflexión siempre enfocada en los abusos de esta vida, el transcurso de la sociedad y la dificultad de las relaciones. Son el reflejo de un pensamiento “pesimista y preocupado”, como el propio cineasta aseguraba ser en una entrevista concedida en abril de 2020.

Loach, que hace tiempo asumió el testigo de continuar con el movimiento del realismo social británico en la gran pantalla, plasma ese sentir en muchas de sus obras reconocidas, como Pan y Rosas o Yo, Daniel Blake, que le dio la Palma de Oro en Cannes. Pero cuando se traslada del plano más personal al del análisis histórico, como en el caso de Tierra y Libertad, que trata sobre la Guerra Civil, o de El viento que agita la cebada, sobre el desgarrador conflicto en Irlanda, el director inglés también aporta una perspectiva distinta. Aunque se posiciona en una tendencia que podría considerarse de ‘sensibilidad socialista’, repele todo partidismo sectario y politización feroz, y mantiene su enfoque en lo que realmente importa en cuanto a la aplicación de las ideas y que tanta veces se olvida: la vida.

Con 85 años cumplidos el pasado mes de junio, Loach se enfrascó de lleno con su última película en el problema de la actual crisis económica a través de una panorámica actualizada y general desde Inglaterra. En Sorry We Missed You (2019), el director emplea una sensibilidad especial para retratar las entrañas de uno de los llamados ‘nuevos oficios’, los servicios de compra electrónica y el reparto a domicilio, y cómo la precarización del empleo se traslada a las relaciones familiares y a la convivencia social.

[photo_footer]La película de Loach es relfejo de la forma en la que el abuso que produce el ser humano no se limita al trabajo, sino que afecta a muchas relaciones. / Fotograma de la película, Filmin[/photo_footer]

El falso viejo sueño del autoabastecimiento 

Desde el principio de la película se repite una premisa que no es única en los personajes principales, sino que retrata el conjunto de la sociedad. Se trata de la autosuficiencia. Por ella, uno de los protagonistas repasa la larga lista de trabajos precarios por los que ha pasado hasta entrar en una compañía de comercio electrónico como repartidor porque quiere ser su propio jefe. Por ella, también, muchos de los clientes lo ningunean y lo menosprecian, porque no ven a una persona entregándoles su pedido, sino la compra que han realizado a un solo ‘clic de distancia’ entrando por la puerta de su casa y sin tener que desplazarse como antes. Engañados por nuestro propio concepto de evolución.

Si la forma en la que consumimos siempre ha sido un espejo de nuestras relaciones y las ha afectado, el impacto de la era digital es evidente por varios aspectos que cada vez influyen y se valoran más: la rapidez, las facilidades, la reducción de intermediarios, etc.

Es paradójico que Loach sitúe a su ‘protagonista repartidor’ al lado de una protagonista cuyo trabajo es el de cuidar a ancianos en situación de soledad y a personas enfermas e imposibilitadas. Es como si en medio de la sociedad digital que quiere soñar con que ya casi lo tiene todo a su alcance y sin necesitar prácticamente a nadie (tan solo un repartidor explotado), de repente golpea el recuerdo de la realidad que es el hecho de que seguimos necesitándonos. Y va a ser así toda la vida. Seguimos necesitando relacionarnos, y hacerlo con un orden y unas condiciones apropiadas, porque seguimos llevando en nosotros la imagen de un Dios trino que desde el principio es relacional y ha escogido crear y relacionarse con su creación. 

[photo_footer]Cuando más autosuficientes pensamos ser, más duro es el golpe de realidad que produce la necesidad que tenemos los unos de los otros, de relacionarnos. / Fotograma de la película, Filmin[/photo_footer]

Una panorámica hacia adentro

Algo llamativo que Loach incluye en algunas de sus películas, como en Sorry We Missed You, son los planos generales de la escena que rodea a los protagonistas en un momento determinado. Por segundos, saca de la pantalla a los personajes de la historia y filma a los ‘extras’ moviéndose, conversando, trabajando. De forma algo inesperada, en ocasiones, aparece la nave donde las furgonetas recogen los paquetes y como los repartidores se desplazan de un lado al otro para completar su carga.

De nuevo, resuena la idea de lo importante que es nuestro contexto porque es inevitable que nos relacionemos con él. Inevitable, pero no indiferente. Y Loach recoge el carácter de abuso que predomina hoy en muchas relaciones laborales, pero también vecinales, familiares y comunitarias. Pero de entre los planos generales trasciende una reflexión más, y que también es pertinente para pensar en cómo no son las circunstancias lo que ha transformado al ser humano, sino éste el que las ha moldeado y ha plasmado su carácter esencial en ellas.

Además de ofrecer una imagen general de la situación, las imágenes de los extras sirven también para señalar la idea de lo humano y cómo los problemas que éste se encuentra no son sino la consecuencia de lo que es en realidad. La problemática con lo abusivo no es algo generado únicamente por unas condiciones laborales, económicas, sociales y relacionales determinadas. Todo ello es un reflejo de lo que es nuestra realidad interior, de ese homo precarius que en su intento por no depender de nadie acaba dañando gran parte de lo que le rodea. 

Las ‘bondades’ propias en las que a veces confiamos tanto y con las que fantaseamos acerca de nuestro progreso, no son más que los simples panes y pescados, en lugar de piedras y serpientes, a los que se refería Jesús enseñando acerca de la oración (Mateo 7:9-11). La esperanza cristiana es que hay un Dios que sí es bondadoso en esencia y que sabe lo que necesitamos y nos conviene, y que para dárnoslo no ha escatimado ni siquiera a su propio hijo.