En esta summa analítica de casi 800 páginas aplicó toda su sapiencia y capacidad para mostrar los alcances de una visión de conjunto de la fe y el pensamiento concentrados en la Biblia Hebrea.
En la actualidad se reconoce que no hay una interpretación libre de inclinaciones, una interpretación que no esté al servicio de algún interés y que en cierto sentido abogue por algo. De hecho, el que pueda existir una interpretación libre de todo esto es una ilusión de la Ilustración. La interpretación como defensa es un proceso continuo de negociación, adjudicación y corrección. Ello supone, muy probablemente, que puede no haber una interpretación correcta y definitiva, sino solo juicios provisionales que el intérprete está dispuesto a asumir responsablemente, y que deben ser siempre nuevamente sometidos a un diálogo más amplio.[1]
W.B., Teología del Antiguo Testamento
Teología del Antiguo Testamento: un juicio a Yahvé. Testimonio. Contención. Defensa, publicado en 1997 por Augsburg Fortress, y en español por Ediciones Sígueme 10 años después en su Biblioteca de estudios bíblicos (121), es visto, con razón, como la obra maestra del teólogo y exegeta estadounidense Walter Brueggemann. Si en el resto de su constante trabajo interpretativo se ha dedicado a desmenuzar concienzudamente las implicaciones de la fe bíblica para nuestro tiempo, en esta summa analítica de casi 800 páginas aplicó toda su sapiencia y capacidad para mostrar los alcances de una visión de conjunto de la fe y el pensamiento concentrados en la Biblia Hebrea. Con este volumen completó una serie de acercamientos introductorios y teológicos (The vitality of Old Testament traditions, 1975; Old Testament Theology: Essays on structure, theme, and text, 1992; A Social Reading of the Old Testament: Prophetic Approaches to Israel’s Communal Life, 1994) que continuó posteriormente (An Introduction to the Old Testament: The Canon and Christian Imagination, 2003; The book that breathes new life: Scriptural authority and biblical theology, 2004; A theological introduction to the Old Testament, 2005; Old Testament Theology: An introduction, 2008; Ice axes for frozen seas: A biblical theology of provocation, 2014).
Podría decirse, por otra parte, que todos los impulsos previos de esta persistente labor exegética, tarde o temprano debían desembocar en una obra de síntesis, así de ambiciosa y propositiva, por cuanto cada nueva producción así lo hacía prever. La forma en que Brueggemann ha aprovechado los avances de las ciencias bíblicas, pero sobre todo la posibilidad de dialogar con otras disciplinas para asomarse a perspectivas inéditas es lo que también caracteriza este inmenso esfuerzo por resumir la visión teológica de algo tan grande como es el Antiguo Testamento. Articular la visión de las diversas tradiciones que lo conforman para encontrar los varios puntos en común no es una tarea fácil de realizar y solamente los especialistas más dotados son capaces de llevarla a buen puerto.
En el prólogo, Brueggeman explica el trasfondo, la proyección y el horizonte de su trabajo:
Desde la publicación de la obra de [W.] Eichrodt en la década de los treinta y la de [G.] Von Rad en los cincuenta, se han producido grandes cambios tanto en la tarea interpretativa como en el contexto en que ésta se desarrolla. Tales cambios, además, requieren y permiten llevar a cabo un esfuerzo que nos conduzca a una interpretación alternativa novedosa y audaz. […] Una exposición teológica nueva debe avanzar con cautela y de manera provisional en medio de una enorme inestabilidad. A mi juicio, sin embargo, la inestabilidad no es ante todo un problema, sino un dato importante que ha de tenerse en cuenta a la hora de ofrecer nuevos y audaces planteamientos de teología del Antiguo Testamento (p. 9).
Y es que es justamente eso, la novedad y la audacia, lo que caracteriza al trabajo interpretativo y teológico de Brueggemann. Al trazar sus coordenadas originarias desde la influencia de esos dos grandes expositores, no se excusa por acometer una nueva aventura exegética subsidiaria de aquellos sino, por el contrario, los considera como modelos superados, sí, pero sumamente atendibles en medio de lo que califica como “situación inestable” actual. La primera expresión de dicha inestabilidad, explica, es el pluralismo de afirmaciones de fe y de articulaciones de Yahvé en el texto mismo; la segunda es el pluralismo de métodos que ha permitido superar la hegemonía de los planteamientos histórico-críticos; y la tercera es un pluralismo de comunidades interpretativas, cada una de las cuales es resultado de sus prácticas epistemológicas y de sus intereses socioeconómicos y políticos (p. 10). Todo este proceso es, sin duda, irreversible, pues ya no es posible regresar a métodos que mantengan la hegemonía o a una comunidad interpretativa dominante “inmune al influjo de las ideas e intereses de su contexto”.
El esquema elegido, que además permite entender el subtítulo (Un juicio a Yahvé) es justificado por el autor de esta manera y, además expone en dónde debe centrarse una teología de la primera parte de la Biblia:
Como alternativa, he propuesto que la coherencia exigida por una teología del Antiguo Testamento, para no caer en un prematuro reduccionismo, debe centrarse no en las cuestiones sustantivas o temáticas, sino en los procesos, los procedimientos y el potencial de interacción de la comunidad presente en el texto. Es por ello que he recurrido a la metáfora y las imágenes del juicio ante un tribunal, de modo que contemplo el contenido teológico del Antiguo Testamento como una serie de testimonios a favor de Yahvé, el Dios de Israel. Todas esas declaraciones poseen elementos en común, pero también muestran notables divergencias, rivalidades y conflictos. Así, propongo que, dentro de un contexto interpretativo que tenga en cuenta el pluralismo en todas las dimensiones del proceso hermenéutico, la interacción entre las distintas afirmaciones constituye en la práctica la revelación y encarna la pretensión de verdad del texto (p. 10, énfasis original).
El interés por esos modos procesuales e interactivos llevaron al autor, siguiendo la estela de Norman Gottwald, hacia los tres términos que aparecen en el subtítulo: testimonio-contención-defensa. El primero de ellos, permite considerar las afirmaciones teológicas del Antiguo Testamento como una declaración que espera un asentimiento; el segundo permite presentar “diversas ofertas de verdad que compiten y están en conflicto entre sí”; y el último, “abogar por una interpretación de la verdad y una versión de la realidad que se imponga a las demás” (p. 11). Brueggemann considera que este proceso de testimonio, disputa y defensa “refleja fielmente el proceso del discurso (y la reflexión) teológico en el Antiguo Testamento y da como resultado las afirmaciones de verdad y las configuraciones de la realidad” que se ofrecen en él.
Con estas ideas en mente, es posible afrontar la propuesta teológica de Brueggemann en su magno volumen dividido en cinco secciones y 29 parágrafos. Las primeras, muestra del sólido enfoque analítico, precedidas por dos parágrafos introductorios (En retrospectiva I-II), son: El testimonio primordial de Israel; La réplica al testimonio de Israel; El testimonio no requerido de Israel; El testimonio encarnado de Israel; y El panorama de la interpretación teológica. El primero recoge las afirmaciones centrales de la fe de Israel en el sentido positivo, considerando los adjetivos (“Yahvé con rasgos característicos”) y los sustantivos (“Yahvé como constante”). El segundo parte de un “contrainterrogatorio” para evidenciar las ambigüedades, la negatividad y el carácter oculto de Yahvé. En el tercero se muestra cómo Israel, la persona, las demás naciones y la creación misma son sus “compañeros”. El cuarto, quizá el más atractivo, expone el tema de la presencia de Yahvé, así como las mediaciones de esa presencia en la historia de Israel: la Torá, el rey, el profeta, el culto y el sabio, concluyendo con una sólida exposición de los modos de mediación y la vida con Yahvé. En uno de sus últimos párrafos, sobre “La disponibilidad de Yahvé”, se afirma:
En lo que más quiero insistir en este sentido es que a través de estas actuaciones sociales reales y concretas, es Yahvé, en toda su densidad, quien es mediado. De hecho, podría llegar a afirmar que, si no fuese por estos modos de mediación, Yahvé, tal como es conocido en el testimonio de Israel, no estaría a disposición. Cuando se pervierten las mediaciones, el Yahvé ofrecido en la mediación queda distorsionado en la misma medida. Yahvé no es una idea universal que flota sobre Israel. Yahvé es una práctica concreta en la vida encarnada de Israel. Por este motivo, todo depende de una mediación fiel, prolongada e intencionada (p. 735, énfasis agregado).
La última sección es una amplia reflexión hermenéutica que puntualiza lo expuesto previamente sobre la interpretación en un contexto plural, discute la fuerza constitutiva del testimonio de Israel, plantea algunas cuestiones pendientes y remata con planteamientos acerca del camino hacia el verdadero lenguaje. De ellas, entresacamos dos aspectos: la pregunta “La teología del Antiguo Testamento, ¿imposible o poco grata?” y, sobre todo, “La teología del Antiguo Testamento y el problema de la justicia”, de enorme importancia para la recuperación y adecuada utilización de los textos. El propio Brueggemann es testimonio vivo de cómo puede y debe rescatarse ese mensaje para trasladarlos a las urgencias actuales. Su énfasis en “la revolución mosaica”, como parte del compromiso de Yahvé con la justicia y la intención divina por reordenar el poder social, resulta particularmente actual en todo tiempo: “Si consideramos progresivamente los textos proféticos, salmódicos, sapienciales y apocalípticos, parece evidente que Israel, por todas partes y sin cesar, está interesado en el programa de justicia enraizado en la naturaleza y en la determinación de Yahvé. Además, esta justicia que hunde sus raíces en Yahvé ha de ser cumplida y puesta en práctica de manera concreta en la praxis humana” (pp. 773-774).
Definitivamente, esta obra es un auténtico “manifiesto metodológico” y un amplio resumen de los temas teológicos que recorren el Antiguo Testamento mediante una atenta lectura actualizadora y eminentemente autocrítica de la vida y acción de las comunidades que reivindican la fe bíblica.
Notas
[1] W. Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento: un juicio a Yahvé. Testimonio. Contención. Defensa a imaginación profética. Trad. de Francisco J. Molina de la Torre. Salamanca, Sígueme, 2007 (Biblioteca de estudios teológicos, 121), p. 79.
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