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“Profeta autor de himnos”: Bob Dylan en sus 80 años

Se dice que un 75% de sus canciones aluden a la Biblia y se han publicado libros enteros para valorar esa inclinación tan marcada.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 27 DE MAYO DE 2021 17:20 h
Detalle de la portada del libro 'A God of Time and Space'.

Time is an ocean, but it ends at the shore.



(El tiempo es un océano, pero termina en la playa.)



B.D., Oh, sister (1976)



 



I



Parecería una provocación el título de este artículo, surgido en ocasión de los 80 años del famoso cantautor y poeta estadounidense, pero lo cierto es que para quienes hemos seguido su ruta creativa (en estas páginas, muy puntualmente José de Segovia), más allá de la casi unánime aceptación de la crítica, es posible constatar que no es exagerada esta afirmación. El recuento probatorio obligado así lo demuestra: Blowin’ in the wind, The times they are a’changing, A hard rain’s a-gonna fall, Don’t think twice (it’s all right), Like a rolling stone, Desolation row, en sus años iniciales, y posteriormente, melodías como, “Hurricane, Forever young o Knocking on heaven’s door, hasta llegar a su etapa cristiana con creaciones tales como I believe in you, Saving grace o Every grain of sand, para luego desembocar en grandes sagas (por su duración y envergadura discursivo-poética) como Brownsville girl, Dignity, Highlands o, recientemente, Murder Most Foul, convertido ya en un viejo trovador solitario.



El carácter de “himnos” implica advertir suficientemente la extraordinaria conjunción entre el uso del lenguaje (véase sobre ello: Xavier Quirarte, “Bob Dylan, un compositor y cantante al servicio del lenguaje”, en Milenio, 22 de mayo de 2021,), la capacidad poética (tan bien estudiada por Timothy Hampton en Bob Dylan’s Poetics: How the Songs Work, La poética de Bob Dylan: cómo funcionan las canciones, 2019), la ubicación genérica, la expresividad vocal y el acompañamiento, por lo menos, para conseguir el impacto deseado en la conciencia colectiva. El arraigo conseguido por el Premio Nobel de Literatura 2016, tan señalado por los comentaristas en estos días, pasa por esos y otros muchos factores que se han observado hasta el cansancio durante su carrera que ya abarca seis décadas. Así, por ejemplo, Pablo Maurette, recurre al criterio de lo profético para su análisis:



Todo profeta anuncia el fin del mundo. La forma más atávica de este anuncio es la canción. El profeta canta para que sus palabras lleguen más lejos y tengan mejor acogida. La música y la inflexión de la voz son una captatio benevolentiæ que ayuda a digerir el anuncio acerca de la inminencia del fin. La canción es a la profecía lo que el azúcar es al remedio amargo; transforma la desesperación en melancolía y a través de la forma (rimada o circular, aliterada o iterativa) nos amiga con el dramatismo de la transitoriedad. La canción profética, además, nos enseña que, lejos de ser un evento único, el fin del mundo es algo que sucede todos los días; cada vez que muere un ser vivo, cada vez que se derrite un bloque de hielo, se derrumba un edificio, se incendia un árbol, se rompe una botella, se dispersa una nube, se apaga una lámpara, o se deshace un diente de león. Es por eso que en las visiones proféticas prepondera el nexo coordinante. Es por eso que la figura retórica preferida del profeta es la enumeración (énfasis agregado).



[photo_footer]Dylan en Jerusalén.[/photo_footer]



El propio Maurette pone por caso la relación cronológica de A hard rain’s a-gonna fall con la crisis de los misiles de 1962, pues apenas un mes después de su primera interpretación en vivo, en septiembre de ese año, estalló ese acontecimiento que puso al borde de la guerra al mundo. El impacto en la cultura popular fue instantáneo: “Desde entonces, se asocia al gran clásico de The freewhelin’ Bob Dylan con la amenaza de guerra nuclear. […] Los poetas beat se vieron obligados a prestar atención. En uno de los versos finales de la canción encontraron la confirmación de que había llegado un sucesor: But I’ll know my song well before I start singing. […] La disonancia verbal da cuenta de la extemporaneidad del texto y evidencia su carácter de revelación, su naturaleza apocalíptica. Pero el singular (my song) también es una trampa. Hard rain no es una canción sino, al menos, cuarenta”.



Algo similar se ha escrito sobre algunas de las canciones citadas, en el sentido de que varias de ellas han recogido del ambiente los sentimientos colectivos para concentrarlos y proyectarlos de una manera muy personal, siempre dominada por el espíritu poético que nunca lo ha abandonado. Todo ello, aunado a la peculiar manera en que Dylan se ha dedicado a rastrear diálogos y versos tomados de los más diversos espacios (particularmente de películas antiguas), ha producido un fulgurante y reiterativo conjunto de obras que sigue ocupando el tiempo de seguidores y estudiosos. Muestra de tan abundante interés son The Bob Dylan Encyclopedia, de Michael Gray, y The Cambridge Companion to Bob Dylan, de J.H. Kevin, Light come shining: the transformations of Bob Dylan, de Andrew McCarron, de 2006, 2009 y 2017, respectivamente. Sin olvidar, en castellano, Bob Dylan: Dios y Jesucristo, ¿una provocación? (2015), del sacerdote Javier Ledesma Saúco.



II



Dado su innegable origen judío (que lo obligó a cambiar su nombre), durante los primeros álbumes de Dylan llamó la atención la casi omnipresencia del elemento religioso en sus canciones, alguna de las cuales desde su título eran una invitación para la interpretación obsesiva. I dreamed I saw Saint Augustine, del álbum John Wesley Harding (1967), por ejemplo, contiene líneas que evidenciaban un interés inusual por la religión. El lenguaje, como tantas veces en él, es críptico y engañoso:



Arise, arise, he cried so loud

In a voice without restraint

Come out, ye gifted kings and queens

And hear my sad complaint

No martyr is among ye now

Whom you can call your own

So go on your way accordingly

But know you're not alone.



 



Levántate, levántate, clamó tan fuerte



en una voz sin moderación.



Salid, reyes y reinas dotados



y escuchad mi triste queja.



Ningún mártir hay entre vosotros ahora



a quien puedes llamar tuyo.



Así que sigue tu camino en consecuencia,



pero sabes que no estás solo.



(Versión: LC-O)



[photo_footer]Bob Dylan.[/photo_footer]



Se dice que un 75% de sus canciones aluden a la Biblia y se han publicado libros enteros para valorar esa inclinación tan marcada. Algunos de ellos son: Phil Mason, A voice from on High: The prophetic oracles of Bob Dylan (2018), que identifica 32 canciones lanzadas por él entre 1981 y 2012 “adonde él habla la Palabra de Dios en primera persona, pero la maneja en el lenguaje cotidiano para que la puedan pasar fácilmente por alto, excepto por aquellos que, en palabras de Jesús, tienen ‘oídos para oír’” (nota de Amazon), y A God of time of space: New perspectives on Bob Dylan and religion (2019,), editado por Robert W. Kvalvaag y Geir Winje, un amplio panorama de la influencia de la religión en su obra, en el que destaca el texto del profesor noruego Pål Ketil Botvar, When the wind is the answer: The use of Bob Dylan songs in worship services in Protestant Churches (“Cuando el viento es la respuesta: el uso de canciones de Bob Dylan en cultos de iglesias protestantes”). Este texto comienza así:



Cada año, unas 10 iglesias protestantes en Noruega utilizan canciones de Bob Dylan en sus servicios. En algunos casos, las letras de Dylan son una parte integral de la liturgia. Desde mediados de la década de 1990, la llamada Misa Dylan se ha utilizado en más de 100 iglesias en todo el país, principalmente en iglesias evangélicas luteranas. El uso frecuente de la misa de Dylan en la actualidad es una paradoja, ya que la intensa fase cristiana de Dylan se remonta a los años 1979-1981. Por tanto, la popularidad de la Misa de Dylan tiene más que ver con las actitudes cambiantes de las iglesias hacia la cultura popular que con la relación de Dylan con la fe cristiana.



Quien escribe este texto se acercó a Dylan a principios de los años 80, justo cuando había publicado la trilogía de álbumes que reflejaron su conversión al cristianismo (todas las notas al respecto subrayan que se afilió a una comunidad fundamentalista). En efecto, gracias a un encuentro ocasional con José Luis Martínez Baum, en septiembre de 1982, ocurrió el primer contacto con Saved, el más militante de esos discos (tanto así que la disquera debió cambiar su portada), aunque su tono oscuro no dejó de causar una desazón que desapareció al penetrar al espíritu y el trasfondo de esas producciones gracias al libro de Danny Faux (colección Los Juglares, de Júcar). Poco tardaría para conocer los otros dos discos que forman un conjunto bien reconocible en el corpus dylaniano, hasta el grado de que fueron recogidos, junto con la infaltable legión de versiones en el paquete The Bootleg Series. Vol. 13: Trouble No More, 1979-1981 (2017) que reconstruye ampliamente y da fe de esa etapa inevitable en la vida y obra del cantautor, aun cuando oculta muchos de sus discursos-sermones previos a las versiones en vivo.



Escucharlos pacientemente esos discos, ir hilando sus asociaciones y giros, descubrir lentamente los detalles subrayados por los especialistas hasta el punto de notar que, en el primero, la cercanía de Dylan al cristianismo no fue completa (con una potencia musical que no siempre ha exhibido, gracias a la colaboración del guitarrista inglés Mark Knopfler), en el segundo es absoluta, con notorios excesos apocalípticos (aunque “Saving grace” es un himno mayúsculo: If You find it in Your heart, can I be forgiven? / Guess I owe You some kind of apology. / I’ve escaped death so many times, I know I’m only living / By the saving grace that’s over me. “Si lo encuentras en tu corazón, ¿puedo ser perdonado? / Supongo que te debo una especie de disculpa. / He escapado de la muerte tantas veces, sé que solo estoy viviendo / Por la gracia salvadora que está sobre mí”), y en el tercero comienza a marcar distancias, con todo y que contiene algunas de las mejores canciones de su trayectoria (The groom’s still waiting at the altar y Every grain of sand son geniales). A propósito de esos álbumes, al menos en español, se han escrito pocas páginas como las de Hugo Roca Joglar, quien enfocó sólidamente su perspectiva religiosa como parte de un trayecto vital irrepetible:



En su trilogía de álbumes cristianos —Slow Train Coming (1979), Saved (1980) y Shot of Love (1981)— Dios es cruel y amoroso; es tan dado a la compasión y al abrazo como a la furia y a la venganza. Y no existe la culpa: el humano es un ser creativo, erótico y nostálgico que limpia su alma a través del pecado. La calma y la pureza son aborrecibles. Destruir la paz, oscurecer la alegría, ser adúltero o asesinar a un miserable, son vidas necesarias: permiten remontar las tinieblas, y eso —ascender de un abismo hasta recuperar la luz perdida— es lo único importante para aspirar al perdón y a la vida eterna. En esta siniestra poética religiosa Bob Dylan canta como un niño: es pueril y tierno; canta, por ejemplo —en “Man Gave Names To All The Animals” de Slow Train Coming—, sobre cómo, en el inicio de los tiempos, Dios creó a los animales y los humanos, juguetones y asombrados, le fueron poniendo nombres a cada uno de esos animales: “He saw an animal leavin’ a muddy trail / Real dirty face and a curly tail /He wasn’t too small and he wasn’t too big / Ah, think I’ll call it a pig / Man gave names to all the animals / In the beginning, in the beginning” (Vio a un animal que escapaba por un camino lodoso/ Cara muy sucia; la cola rizada/ No era demasiado grande, no era demasiado pequeño / Ah, creo que lo llamaré cerdo / El hombre le dio nombre a todos los animales/ En el principio, en el principio).



[photo_footer]Trilogía cristiana de Dylan.[/photo_footer]



En el siguiente álbum, de título enigmático (Infidels, 1983), Dylan aparece fotografiado en las afueras de Jerusalén, como una señal, acaso, de su retorno a la fe de sus padres. Pero las malas lenguas dicen que Dylan aún sigue siendo cristiano, enigma que lo acompañará hasta el final de sus días. Para concluir, citaremos algunos versos de False prophet (“Falso profeta”,), de Rough and rowdy ways (2020), última entrega hasta el momento y en la que ha retomado una fuerza expresiva inesperada:



You don’t know me, darlin’

You never would guess

I’m nothing like my ghostly appearance



would suggest

I ain’t no false prophet

I just said what I said

I'm just here to bring vengeance



on somebody’s head



 



Put out your hand

There's nothing to hold

Open your mouth

I’ll stuff it with gold

Oh, you poor devil, look up if you will

The city of God is there on the hill



 



No me conoces, cariño,



nunca lo adivinarías.



No me parezco en nada a lo que sugeriría



mi apariencia fantasmal.



No soy un falso profeta,



sólo dije lo que dije.



Solo estoy aquí para vengar la cabeza de alguien.



 



Extiende tu mano,



no hay nada que sostener.



Abre la boca,



la rellenaré con oro.



Oh, pobre diablo, mira hacia arriba si quieres,



la ciudad de Dios está ahí en la colina.



(Versión: LC-O)


 

 


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