Unamuno quiere definirse como persona única y al mismo tiempo conmover a la sociedad para que conceda mayor cabida a la vida del espíritu y a su desarrollo.
Entre los Nuevos Ensayos que figuran en las 1.371 páginas del tercer tomo de las Obras Completas de Miguel de Unamuno, hay uno que por sus características me interesa especialmente. Tiene como título Mi religión y otros ensayos. Apenas ocupa cinco páginas. Fue escrito en Salamanca el 6 de noviembre de 1907 y publicado por vez primera en el diario La Nación, de Buenos Aires, un mes después, el 9 de diciembre. El propósito del ensayo, según confesión del autor, es el de siempre, “inquietar a mis prójimos, removerles el poso del corazón, angustiarlos, si puedo”. Unamuno quiere definirse como persona única y al mismo tiempo conmover a la sociedad para que conceda mayor cabida a la vida del espíritu y a su desarrollo. Hay en estas pocas páginas profundas dudas sobre la existencia de Dios, y un eco de esperanza.
Cuenta Unamuno que el ensayo lo originó una carta que le llegó de Chile: “Me escribe un amigo desde Chile diciéndome que se ha encontrado allí con algunos que, refiriéndose a mis escritos, le han dicho: ‘Y bien, en resumidas cuentas, ¿cuál es la religión de este señor Unamuno?’”
Dice el gran vasco que pregunta análoga se le ha dirigido varias veces. Agrega que no pretende contestarla, sino “plantear algo mejor, el sentido de tal pregunta”. Algunos amigos le aconsejan no responder al de Chile: “Hay amigos, y buenos amigos, que me aconsejan que me deje de esta labor y me recoja en hacer lo que llaman una obra objetiva, ‘algo que sea, dicen, definitivo, algo de construcción, algo duradero. Quieren decir algo dogmático” 1.
En parte, sólo en parte, Unamuno hace caso a las observaciones de sus amigos y escribe bellos y profundos párrafos sobre el sentimiento religioso y la existencia de Dios.
El hecho religioso es un sentimiento muy primitivo que enlaza con las primeras frases de la Biblia: En el principio Dios, dice la Sagrada Escritura 2. Este Dios no era ateo, era un Dios creyente, un ser religioso. Es decir, antes de la creación de la primera pareja humana la religión ya existía. Esto ha llevado a considerar al hombre como un animal religioso. Si se ha definido al ser humano por la razón, hay que definirlo también por la religión, por lo que cabría decir que ese ser humano es un animal racional-religioso.
En opinión de Jaime Balmes, clérigo y filósofo católico del siglo XIX, “la humanidad entera se ha ocupado y se está ocupando de la religión; los legisladores la han mirado como el objeto de la más importancia; los sabios la han tomado por materia de sus más profundas meditaciones; los monumentos, los códigos, los escritos de las épocas que nos han precedido nos muestran de bulto este hecho que la experiencia cuida de confirmar; se ha discurrido y disputado inmensamente sobre la religión; las bibliotecas están atestadas de obras relativas a ella” 3.
Escribiendo en primera persona sobre esta potencia armonizadora que es la religión, Unamuno hace este planteamiento: “Se me dirá, ¿cuál es tu religión? Y yo responderé: Mi religión es buscar la verdad, aún a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva”.
“Buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. El que busca halla”. Jesucristo 4.
Para el gran vasco, como me gusta llamarle, la religión es la lucha agónica que él sostenía para llegar a la comprensión del misterio: “Mi religión es lucha incesante e incansablemente con el misterio”.
Y luchar con Dios: “Mi religión es luchar con Dios desde el romper el alba hasta el caer de la noche”.
Se resiste a que los curiosos o los enemigos le encasillen: “Quieren que les de un dogma, una solución en que pueda descansar el espíritu en su pereza. Y ni esto quieren, sino que buscan poder encasillarme y meterme en uno de los cuadriculados en que colocan a los espíritus”.
Dicen que dicen de él: “Es luterano, es calvinista, es católico, es ateo, es racionalista, es mítico, o cualquier otro de estos motes, cuyo sentido claro desconocen, pero que les dispensa de pensar más”.
Para Unamuno, la religión constituía el significado de todo lo que no podía explicar. Creía que el sentimiento religioso estaba más allá de su razón: “En el orden religioso apenas hay cosa alguna que tenga racionalmente resuelta, y como no la tengo, no puedo comunicarla racionalmente, porque sólo es lógico y transmisible lo racional”.
Depende. En otra ocasión dijo que el triunfo supremo de la razón es poner en duda su propia validez. Según el novelista ruso Fedor Dostoiewski, jamás la razón estuvo capacitada para definir lo malo y lo bueno, porque siempre se equivocó.
Según el filósofo y matemático francés René Descartes (cito de memoria), la existencia de Dios es más cierta que el más cierto de todos los teoremas geométricos. Unamuno no lo tiene tan claro. En el ensayo sobre su religión que estoy comentando, dice: “Confieso sinceramente que las supuestas pruebas racionales –la ontología, la cosmología, la ética, etc., etc.– de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieren dar de que existe un Dios me parecen razones basadas en paralogismos y peticiones de principio”.
En el siguiente párrafo de la página 261 rebaja el tono. La imposibilidad en que se encuentra de probar que Dios no existe prueba su existencia. Así lo escribe: “Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia; los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad y futilezas mayores aún que los de sus contradictores. Y si creo en Dios, o por lo menos, creo creer en Él, es, ante todo, porque quiero que Dios exista, y después, porque se me revela, por vía cordial, en el Evangelio y a través de Cristo y de la Historia. Es cosa de corazón”.
“Dios estaba en Cristo”. San Pablo 5.
Doy aquí paso al filósofo vasco Xavier Zubiri, quien fue catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad de Madrid y discípulo de Ortega y Gasset, al igual que Julián Marías.
Zubiri estuvo toda su vida empeñado en asimilar las vías demostrativas de la existencia de Dios. Cuando trata de su verdad afirma que Dios es “realidad absolutamente absoluta…. Dios es distinto de las cosas existentes por razón de su mismo existir…. En Dios son idénticas la esencia y la existencia… Dios es también esencialmente uno y único, porque como fundamento del mundo no puede ser tampoco más que uno y único…. Dios es vida absoluta porque es persona…. En Dios inteligencia y voluntad son momentos intrínsecamente necesarios de su realidad sustantiva…. Dios no está presente en el mundo sólo porque lo está en todas y cada una de las cosas, sino que está presente en el mundo precisa y formalmente porque toda cosa real es esencial y constitutivamente mundanal” 6.
En el ensayo sobre su religión Unamuno concluye con fuerza filosófica y espiritual tratando de despertar la conciencia del hombre a las realidades del espíritu, superiores a los clamores de la materia: “Espero muy poco para el enriquecimiento del tesoro espiritual del género humano, de aquellos hombres o de aquellos pueblos que, por pereza mental, por superficialidad, por cientecismo, o por lo que sea, se apartan de las grandes y eternas verdades del corazón…. Sólo espero de los que ignoran, pero no se resignan a ignorar. De los que luchan sin descanso por la verdad y ponen su vida en la lucha misma más que en la victoria”.
Recordando al amigo chileno, le envía este mensaje en las últimas líneas del ensayo: “Ya sabe, pues, mi buen amigo el chileno lo que tiene que contestar a quien le pregunte cual es mi religión. Ahora bien: Si es uno de esos mentecatos que creen que guardo ojeriza a un pueblo o una patria cuando le he cantado las verdades a algunos de sus hijos irreflexivos, lo mejor que puede hacer es no contestarles”.
Las de Mi religión y otros ensayos no son las únicas páginas donde Unamuno plantea la cuestión de sus creencias religiosas. Quien conozca su ingente producción literaria sabe que ese tema está presente, prácticamente, en toda la obra del pensador vasco. Negando en algunas ocasiones su eficacia y exaltándolas otras, la verdadera religión le merece respeto y reconocimiento. En un artículo sobre Benedetto Croce, “Nuestro amigo, amigo de España”, publicado el 25 de marzo de 1932 en El Sol, de Madrid, Unamuno dice “que la religión comporta no ya una mera concepción, sino un sentimiento y una intuición de la realidad de la vida universal de la historia” 7.
Notas
[1] O. C., tomo III. Puesto que el ensayo sobre la religión de Unamuno ocupa sólo cinco páginas en el tomo, de la 259 a la 263, al nombrar otros párrafos del mismo evitaré continuar citando la procedencia.
[2] Génesis 1:1
[3] Jaime Balmes, El criterio, Editorial Juventud, tercera edición, Barcelona 1954.
[4] Mateo 7:7-8
[5] 2 Corintios 5:19
[6] Xavier Zubiri, “Algunos caracteres de la realidad de Dios”, en El hombre y Dios, Alianza Editorial, Madrid 1984, páginas 165 a 178.
[7] O. C. tomo IV, página 1.118.
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