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‘La agonía del cristianismo’, por Miguel de Unamuno

El concepto agonizante del cristianismo, Unamuno lo extiende a su patria, España: “La agonía de mi patria, que se muere, ha removido en mi alma la agonía del cristianismo. Siento la agonía del Cristo español, del Cristo agonizante”.

EL PUNTO EN LA PALABRA AUTOR 89/Juan_Antonio_Monroy 18 DE MARZO DE 2021 22:15 h
Foto de [link]Europeana[/link] en Unsplash CC.

Una característica que distingue a este libro de otros muchos escritos por Unamuno es que fue publicado en francés antes que en español. En el prólogo que figura en las Obras Completas lo explica con estas palabras: “Este libro fue escrito en París hallándome yo emigrado, refugiado allí, a fines de 1924, en plena dictadura pretoriana y cesariana española y en singulares condiciones de mi ánimo, presa de una verdadera fiebre espiritual y de una pesadilla de aguardo” 1.



Traductor de la obra al francés fue su entrañable amigo Juan Cassou, tan español como francés. La traducción se llevó a cabo capítulo a capítulo. Unamuno los escribía en español, se los entregaba a Cassou y éste se los devolvía en el idioma de Moliere. En 1924 se publica la traducción francesa. La versión española ve la luz en 1930. En una extensa carta dirigida a Cassou le dice que La agonía del cristianismo está prohibida en España, lo cual no le extraña.



En el citado prólogo explica Unamuno que en el libro “ha restablecido el verdadero sentido, el originario o etimológico de la voz agonía, el de lucha. Gracias a ello no se confundirá a un agonizante con un muriente o moribundo. Se puede morir sin agonía y se puede vivir, y muchos años, en ella y de ella” 2. En la introducción que escribe a su obra, Unamuno dice que “el cristianismo es un valor del espíritu universal que tiene sus raíces en lo más íntimo de la individualidad humana” 3.



Los dos criterios anteriores, agonía y cristianismo, sintetizan el contenido del libro que tengo a la vista.



El capítulo 5 de La agonía del cristianismo está dedicado a un personaje bíblico femenino. Unamuno parte de este personaje para reflexionar sobre la frialdad y decadencia del cristianismo, que muere de frio espiritual. La objeción que tengo a este capítulo fundamental del libro es que Unamuno se permite unas licencias que no figuran en la Biblia.



El primer libro de los Reyes, en el Antiguo Testamento, cuenta la vejez de David con estas palabras: “Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, le cubrían de ropas, pero no se calentaba. Le dijeron por tanto sus siervos: Busquen para mi señor el rey una joven virgen, para que esté delante del rey y lo abrigue, y duerma a su lado, y entrará en calor mi señor el rey. Y buscaron una joven hermosa por toda la tierra de Israel, y hallaron a Abisag sunamita, y la trajeron al rey. Y la joven era hermosa; y ella abrigaba al rey, y le servía; pero el rey nunca la conoció” 4.



Hasta aquí la Biblia.



David tenía entonces setenta y cinco años. Su prematura senilidad se explica por las muchas guerras y problemas familiares que había vivido. Hacía algún tiempo que guardaba cama. A pesar de dormir vestido, su cuerpo no entraba en calor. Sus ministros deciden llevarle una joven enfermera que con su cuerpo joven calentaba al viejo de David. Nada más.



Unamuno convierte esta historia en un romance de amor, diciendo lo que la Biblia no dice: “La pobre Abisag, la sunamita, el alma hambrienta y sedienta de maternidad espiritual, locamente enamorada del gran rey que se moría, trataba de mantenerle, de engendrarle, de darle vida, de resucitarle con sus locos besos y abrazos. Y le enterró en si misma5.



Aquí yo pediría a Unamuno un poco más de rigor histórico.



De la agonía de David, Unamuno deduce la agonía del cristianismo en Europa: “El cristianismo, el verdadero cristianismo, agoniza en manos de esos maestros del siglo. La pedagogía jesuítica es una pedagogía profundamente anticristiana…. Europa está condenada, y quien dice Europa, dice la cristiandad” 6.



Este concepto agonizante del cristianismo Unamuno lo extiende a su patria, España: “La agonía de mi patria, que se muere, ha removido en mi alma la agonía del cristianismo. Siento a la vez la política elevada a religión y la religión elevada a política. Siento la agonía del Cristo español, del Cristo agonizante. Y siento la agonía de Europa, de la civilización grecolatina u occidental. Y las dos agonías son una misma. El cristianismo mata a la civilización occidental, a la vez que esta a aquél. Y así viven, matándose” 7.



En uno de sus dos libros sobre el mismo tema el doctor en Filosofía Julián Marías, uno de los pensadores más lúcidos y clarividentes de los años cincuenta, sostiene que el cristianismo se ha debilitado en España por causas que habría que aclarar. Sigue: “Al cristianismo le han pasado muchas cosas y le van a pasar todavía muchas más” 8.



Se queja Unamuno de que “el puro cristianismo, el cristianismo evangélico, quiere buscar la vida eterna fuera de la historia, y se encuentra con el silencio del universo, que aterraba a Pascal, cuya vida fue agonía cristiana” 9.



Querer buscar el cristianismo fuera de la historia supone querer buscarlo fuera del Nuevo Testamento, fuera de Cristo y de Pablo. Es entonces cuando se cae en un cristianismo social, que no cabe en el pensamiento de Unamuno: “¿Qué es eso del cristianismo social? ¿Qué es eso del reinado social de Jesucristo, con que tanto nos marean los jesuitas? ¿Qué tiene que ver la cristiandad, la verdadera cristiandad, con la sociedad de aquí abajo, de la tierra? ¿Qué es eso de la democracia cristiana?” 10.



Sabía Unamuno que al seguidor de Cristo, al cristiano, se le exige plenitud libre, perfección de vida y conciencia de que pertenece a un mundo superior, a un reino no anclado en la tierra. Abriendo el Nuevo Testamento en griego que siempre llevaba consigo por el capítulo 17 del Evangelio escrito por san Juan, comenta los versículos 14 y 16 referidos a los cristianos. De ellos dice Jesús: “No son del mundo”. Y otra vez: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”.



Escribe Unamuno: “Al leer lo cual me acordé de aquello de ‘mi reino no es de este mundo’. Y pensé que para un verdadero cristiano –si es que un cristiano verdadero es posible en la vida civil– toda cuestión, política o lo que sea, debe concebirse, tratarse y resolverse en su relación con el interés individual de la salvación eterna, de la eternidad. ¿Y si perece la patria? La patria de un cristiano no es de este mundo. Un cristiano debe sacrificar la patria a la verdad” 11.



La agonía del cristianismo es el título del libro que estoy comentando. En la transición de un enunciado a otro dice Unamuno que “al cristianismo hay que definirlo agónicamente” 12. En páginas anteriores lo explica más ampliamente: “Esto me hizo pensar en la agonía del cristianismo en sí mismo y en cada uno de nosotros…. Es mi agonía, mi lucha por el cristianismo, la agonía del cristianismo en mí, su muerte y su resurrección en cada momento de mi vida íntima” 13. Su agonía es la agonía de la tierra que le vio nacer: “Con la agonía del cristianismo siento en mí la agonía de mi España…. Escribo estas líneas lejos de mi España y las escribo mientras mi España agoniza, a la vez que agoniza en ella el cristianismo. Quiso propagar el catolicismo a espada; proclamó la cruzada, y a espada va a morir. Y a espada envenenada. Y la agonía de mi España es la agonía de mi cristianismo” 14.



El filósofo Julián Marías advierte: “Este cristianismo de Unamuno, no se olvide, es siempre vacilante, y desde luego heterodoxo” 15. Por su parte en el ensayo Mi religión, el propio Unamuno nos da su versión de lo que entiende por cristianismo: “Tengo, sí, con el afecto, con el corazón, con el sentimiento, una fuerte tendencia al cristianismo, sin atenerme a dogmas especiales de esta o de aquella confesión cristiana. Considero cristiano a todo el que invoca con respeto y amor el nombre de Cristo, y me repugnan los ortodoxos, sean católicos o protestantes –éstos suelen ser tan intransigentes como aquellos–, que niegan cristianismo a quienes no interpretan el Evangelio como ellos” 16.



En la misma línea que Unamuno se expresa, en su abultado libro El Cristianismo, el prestigioso jesuita alemán Hans Küng: “Cuando decimos: Hay que llamar las cosas por su nombre queremos dar a entender que una cosa necesita de una derivación, identificación, fundamentación concreta. Cuando se pregunta, pues, de forma muy elemental por qué el cristianismo es cristianismo, sólo puede haber una respuesta: porque tiene su fundamento no en determinados principios, ideas, axiomas, conceptos, sino en una persona que, en lenguaje antiguo, todavía hoy se llama Cristo” 17.



 



Notas



1. Obras Completas, Editorial Escelicer, Madrid 1966, tomo VII, página 305. En adelante citaré este tomo con las letras O. C.



2. O. C. Página 306



3. O. C. Página 307.



4.  Libro primero de los Reyes, 1:14.



5.  O. C. Página 320-325.



6.  O. C. Página 342.



7.  O. C. Página 359-360.



8.  Julián Marías, Sobre el cristianismo, Editorial Planeta, Barcelona 1997, páginas 7 y 11.



9.  O. C. Página 336



10. O. C. Página 334.



11. O. C. Página 308.



12. O. C. Página 313.



13. O. C. Página 308.



14. O. C. Página 363.



15. Julián Marías, Miguel de Unamuno, Espasa-Calpe, Argentina 1950- Página 50.



16. Obras Completas, tomo III, página 260.



17.  Hans Küng, El cristianismo, Editorial Trota, Madrid 1997, página 34.


 

 


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COMENTARIOS

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Juan José
20/03/2021
20:25 h
2
 
La agonía la advertía García Tassara setenta años antes: Mas ¡ay! que de las almas El sol yace eclipsado: Mas ¡ay! que ha vacilado El polo de la fe; Mas ¡ay! que ya tus palmas Se vuelven al desierto No crecen, no, en el huerto Del que tu pueblo fue. Tiniebla es ya la Europa: Ella agotó la ciencia, Maldijo su creencia, Se apacentó con hiel; Y rota ya la copa En que su fe bebía, Se alzaba y te decía: «¡Señor! yo soy Luzbel.»
 

Juan José
20/03/2021
20:25 h
1
 
Durante la dictadura de Primo de Rivera se despachaba así Unamuno con los jesuitas: “De Iñigo de Loyola no conservan ya nada”. Fue en ese período cuando se inauguró la estatua en Bilbao (año 1927). Ya en el 1747 escribió el jesuita Mendiburo “Jesusen biotzaren devocioa” (la devoción al Corazón de Jesús)
 



 
 
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