La broma inocente, la broma pura, es un juego de la inteligencia.
Decía el intelectual y poeta italiano Gabrielle D’Annunzio el pasado siglo XX que “es menester arrojar de vez en cuando, en la propia llama, la sal de la ironía, para sentirla crepitar”. Otro poeta de nuestros días, el laureado Alfredo Pérez Alencart, que las coge al vuelo, se ha prestado a dar la razón al italiano. Con una sonrisa irónica dedica su último libro a bromear en torno a la figura del expresidente Donald Trump. Aclaro: no digo que se burle de él. Digo que bromea, que es una de las cosas amenas de la vida. Y no se crea que es un ejercicio fácil. La broma inocente, la broma pura, es un juego de la inteligencia.
En un párrafo al que no le sobra ni le falta nada, Alencart explica las razones que le han llevado a escribir su último libro sobre Trump. Dice: Este hombre ha hecho buenos a sus antecesores en el cargo, y eso que hubo varios presidentes estadounidenses de nefasto proceder. Sin ir muy lejos, ahí está George Bush Jr., a quien por entonces dediqué dos poemas como despedida, uno por cada mandato que tuvo. Ahora ha sabido defender los valores democráticos, al menos de su patria, y eso le hace subir un pequeño escalón. Al señor Trump no se le renovó la confianza, guste o no a sus seguidores. Por ello, y para que no se sienta discriminado, también le dedico dos poemas: "Trump", publicado en abril de 2018, sería por la primera parte de su mandato, mientras que "Le quitaron la pelota" fue escrito en días recientes.
En su larga “alabanza al adorado Trump”, que aquí reproduzco íntegra, Alencart sigue la senda irónica y sarcástica a las que ya me he referido.
En la ironía puede haber demasiada miel o demasiado veneno. El sarcasmo es simplemente rebajar al hombre a lo que se merece, lo que hace Alencart con Trump en estos párrafos aparentemente, sólo aparentemente, inocentes. Dice el poeta:
Nadie me condene porque quiera alabarlo y no guarde silencio cómplice sobre los méritos de este hombre que se ampara en la Biblia y la exhibe sin-vergüenza, orgulloso de lo que ha aprendido del Amado galileo y los profetas.
Alabado sea porque predica la mansedumbre y la lleva a la práctica; no como otros que desde el púlpito dicen una cosa y hacen otra. Por ello ensordezco mis oídos al sermón del pastor negro Charlie Dates, y aborrezco su reprensión a los pastores blancos que "vendieron su alma teológica a cambio de una ventaja política". Los salvajes, los estultos, los violentos, los pirómanos... son esos liberales que desean destruir las democracias del mundo, pues con mentiras y chantajes quieren hacerse con el mando del imperio. Nuestro Donald, tan palmeado y llevado en andas por el cinturón bíblico, es un siervo fiel a quien no le interesan los negocios espurios y sí la Gloria del Amado. Por ello da ejemplo, como cuando paga sus impuestos. Son fake news las publicadas por el New York Times, que asegura que en 2016 sólo pagó 750 dólares por todas sus empresas, año en que llegó al poder. Y la misma cantidad el siguiente, añadiendo que sólo hizo pagos en 5 de los últimos 15 años. Mentiras de tal calado son inadmisibles, pues no dicen que nuestro Donald donó todas sus ganancias para instituciones benéficas que atienden a los más pobres y desfavorecidos. Gracias, Señor, porque el Evangelio se ha instalado en su corazón.
Por ello ensordezco mis oídos y aparto la mirada, pues me consta que nuestro Donald, Biblia en mano y fiel escudriñador de Ella, trata a todos por igual, sin importarle raza o condición social. Los comunistas y demás antisistema podrán decir lo que quieran sobre él, pero yo le oí repetir, muy convencido, las palabras de Pablo a las Gálatas: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús".
Alabado sea porque es un santo varón que respeta a las mujeres ante todo acosador. Él las consuela; otros son quienes las manosean. Y cómo olvidarme del respeto que demuestra ante los inmigrantes que cruzan la frontera con sus niños famélicos: él los protege, los alimenta y ofrece hospitalidad, sin separarlos de sus irresponsables padres. Sabe que el derecho a la vida no sólo es del feto, sino también del ya nacido, acorralado por la indigencia desde el principio. Y así lo hace porque sigue los mandatos del Señor y porque tiene en la memoria a su madre irlandesa, quien llegó a Estados Unidos para trabajar como sirvienta. Tanto quiere a los inmigrantes que hasta dos de sus esposas fueron inmigrantes, como lo fueron sus últimos suegros, a quienes consiguió la nacionalidad de forma urgente, como lo haría con cualquier otro inmigrante sin recursos. Y tanto ha aprendido de los Evangelios, que sabe perdonar a todos, empezando por su suegro, con execrable pasado comunista.
Alabado sea este dechado de virtudes, entre ellas el estar con la Biblia en la mano y en el corazón. Al declararle mi devoción por su forma de actuar, aceptando desde un principio su DERROTA, sólo espero que –a los que guardaron silencio y no lo defendieron–, nuestro Donald les repita lo del Señor: "Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad".
Aunque me temo que no lo hará, porque es infinita su misericordia y mansedumbre...
El literato y académico francés Nicolás Sébastien Chamfort decía que el día más perdido es el día que no reímos. En la composición titulada Le quitaron la pelota, que encabeza el texto de Jeremías 10:8, Pérez Alencart nos ofrece más motivos para la risa.
No era dueño de la pelota,
pero lo creía, hasta
jurar por ello.
("Todo lo de todos es mío,
y todo lo mío es sólo para mí",
repetía, rojo de ira,
el viejoven desvergonzado).
Tanto mostrar la Biblia sin
haber leído a Oseas: "Sembraron
vientos y cosecharán
tempestades".
Ahora, cuando estalle
la vanidad, tendrá que enseñar
el muñón de su ego.
Y, ya en casa,
sus sollozos destilarán
la tinta del prepotente dios
Dinero.
Lo suyo ni Freud lo arregla.
Ni el abrazo recibas
del infame,
aunque se disfrace
magníficamente.
El libro de Alencart, ilustrado por su amigo Miguel Elías, profesor en la Universidad de Salamanca, ha sido ya traducido a 17 idiomas. Esto da una idea del reconocimiento que goza Alencart, totalmente en cabeza de la moderna poesía española. Desde 1987 es profesor de Derecho del trabajo en la Universidad de Salamanca. Como poeta ha recibido varios premios, entre ellos el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi, en Venezuela. Premio Jorge Guillén en España. Premio Humberto Peregrino en Brasil, y Medalla Mihai Eminescu en Rumanía.
Alencart ha escrito 25 libros. Muchos de ellos los he comentado en esta sección. Por primera vez me he abstenido de una crítica literaria propiamente dicha. Lo que Alencart sugiere de Trump lo considero tan importante que he optado por guardar silencio y que el lector de este artículo se quede a solas con él.
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