En ese mundo esquematizado por la obsesión del control como forma de evitar un sufrimiento mayor, se ha dado paso al olvido de la oferta sincera de vida que encontramos en el texto bíblico.
A veces, adoptamos una visión de la soberanía de Dios que tiene que ver más con nuestras técnicas de cálculo que con lo que él ha revelado de su carácter mismo. Aplicamos para todo la misma lógica con la que seguimos un algoritmo y, de forma implícita, aplicamos también nuestra limitación sobre la realidad a la hora de ordenar los hechos o comprender unas circunstancias.
Job, para quien el sufrimiento tenía que tener una relación necesaria de consecuencia con el pecado, acabó descubriendo su pequeñez a la hora de medir su situación ante la grandeza de la revelación de Dios. Y descubriendo precisamente eso, su pequeñez, pudo reconocer su necesidad de acercarse más al conocimiento de Dios. No con el objetivo de obtener una especie de conocimiento más sofisticado de las cosas en general, sino porque en el reconocimiento de su limitación se hallaba el paso necesario para descubrir algo mucho mayor: “Yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosa para mí, que yo no comprendía […] De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”. (Job 42:3,5)
Nuestros datos, cálculos, algoritmos y previsiones generan en nosotros la sensación de que, quizá, podemos navegar por esta vida estableciendo seguridades, disimulando nuestras limitaciones y garantizándonos una cierta independencia. Generamos opciones pero los cálculos no fallan, porque se basan en nuestros diseño de unas fórmulas que nacen de la intención de determinar nuestra libertad. Creemos que es algo matemático y tecnológico, pero tiene mucho que ver con la concepción de la vida.
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Así, nos encontramos frente a uno de los protagonistas de Devs (HBO), Forest, a quien le dicen que no está viendo a su difunta hija en realidad, sino una simulación informática, y a lo que responde: “Explícame la diferencia”. Considerada como una de las novedades más destacadas de 2020, esta miniserie de ocho capítulos plantea una historia original, que vuelve a remitirnos a la cuestión de cómo afrontamos la realidad de una vida afectada por el dolor y el sufrimiento, y cómo, en un esfuerzo por encontrar una explicación que nos parezca plausible, erramos y caemos justo ante la visión más evidente de nuestras limitaciones.
[photo_footer]En la serie, Lily investiga un proyecto tecnológico por conocer el futuro a través de datos. / Fotograma de la serie, HBO.[/photo_footer]
Aunque con tintes de crítica a la industria tecnológica contemporánea, la narración de Devs acaba conduciendo de forma inevitable a las mismas cuestiones humanas de siempre. El pintoresco Forest del principio de la historia, un gurú de una big tech que se ha hecho millonario vendiendo sistemas de gestión de datos y que come hojas de rúcula en una bandeja de cartón, acaba transportándonos a la dramática visión de otro padre más que se desmorona ante la pérdida de un hijo.
El problema, el hastío, mejor dicho, viene cuando, como en el caso de Job, del dolor hacemos una causa, una motivación de nuestra búsqueda de sentido. Tras una barba espesa y camisa de cuadros, el gurú esconde la constante ansiedad del descontrol, el esfuerzo de querer abarcar todo lo que va a ocurrir, con la vana esperanza de volver a evitar que el dolor y la muerte lo aborden por sorpresa.
Dice: “La vida solo es algo que vemos desarrollarse”, limitando su existencia aquí a una simple cuestión de presencia y resignación. Sin embargo, no duda en sus intentos por encontrar una explicación de los hechos y, sobre todo, la seguridad de controlarlos. Un apresurado camino que le implica decisiones de asesinar, de incitar al suicidio, de mentir, de despreciar y de manifestar constantemente todo aquello a lo que tendemos por la naturaleza del pecado en nosotros. El problema es que trata de revestirlo todo de una pátina de inconsciencia ante la voluntad de un destino que ya está previamente calculado por sus datos y ecuaciones.
[photo_footer]'Devs' tiene que ver con la obsesión por controlar los hechos más allá de nuestras limitaciones. / Fotograma de la serie, HBO. [/photo_footer]
Es significativo que la serie se enmarque en el contexto de los datos y el uso de la tecnología, no solo por el debate que plantea esta industria ahora en cuanto a cómo gestionar la magnitud y velocidad de su crecimiento. En cierta forma, pienso que nuestras aspiraciones de control sobre la situación se han visto sobrealimentadas por esa imaginería de largas listas de dígitos a color verde sobre fondos negros que, traducidos a nuestras circunstancias, creemos que acaban determinando el rumbo de los mercados, la incidencia de una enfermedad en una región del planeta o los beneficios de comenzar una nueva guerra entre potencias.
Y en ese mundo esquematizado por la obsesión del control como forma de evitar un sufrimiento mayor, se ha dado paso al olvido de la oferta sincera de vida que encontramos en el texto bíblico. “No seáis como vuestros padres, a quienes los antiguos profetas proclamaron diciendo: ‘Así dice el Señor de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras’. Pero no me escucharon ni me hicieron caso”. (Zacarías 1:4)
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Dios, en su voluntad, no esquivó el sufrimiento de la cruz, sino que ocupó nuestro lugar a través de Jesús. Y no lo hizo en base a cálculos sistemáticos, ni previsiones de mercado, ni algortimos fatalistas. Su propio carácter, lo que él es en esencia, fue lo que le llevó a ello. Porque la realidad del mal y el sufrimiento en este mundo es fatal, pero no se trata de una victoria determinista. En la cruz, fue establecida una oferta sincera y efectiva.
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