La Biblia parece indicar que el león estaba presente en la espesura de las riberas del río Jordán (Jer. 49:19).
David respondió a Saúl:
Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre;
y cuando venía un león, o un oso,
y tomaba algún cordero de la manada,
salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca;
y si se levantaba contra mí,
yo le echaba mano de la quijada,
y lo hería y lo mataba. (1 S. 17:34-35)
El león se menciona, directa o indirectamente, más de 130 veces en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (1 S. 17:34; Job 4:11; 2 Ti. 4:17; Ap. 4:7).
Actualmente el llamado rey de los animales no habita las tierras bíblicas ya que se extinguió en el pasado.
Sin embargo, durante los tiempos del Antiguo Testamento todavía era común en dichos territorios, por lo que los hebreos y demás pueblos vecinos estaban muy familiarizados con tan grandes depredadores.
Esto explica también no sólo la gran cantidad de veces que se le cita sino el variado número de términos hebreos que se emplean para describirlo.
Existen unas seis palabras hebreas diferentes que se refieren a diversas fases del crecimiento o estados de estos animales:[1]
1. gor, o gur, significan “cachorro” de león que todavía es lactante (Gn. 49:9; Dt. 33:20; Jer. 51:38; Ez. 19:2, 3, 5; Nah. 2:11, 12).
2. kephir,, es el “león joven” que empieza a cazar y a independizarse de su madre (Ez. 19:2, 3, 5, 6; 41:19; Sal. 91:13; Pr. 19:12; 20:2; 28:1; Is. 31:4; Jer. 41:38; Os. 5:14; Nah. 2:11; Zac. 11:3); tiene ya capacidad para rugir como los adultos (Jue. 14:5; Sal. 104:21; Pr. 19:12; Jer. 2:15; Am. 3:4); puede buscar presas por sí mismo (Job 4:10; 38:39; Is. 5:29; Jer. 25:38; Ez. 19:3; Miq. 5:8); se muestra feroz y en plenitud de fuerzas cuando tiene hambre (Sal. 17:12; 91:13; Is. 11:6). También se usa esta palabra para referirse a la crueldad humana de los enemigos (Sal. 34:10; 35:17; 58:6; Jer. 2:15; Ez. 32:2; cf. 38:13; Nah. 2:13).
3. ari, literalmente indica el adjetivo “despedazador”, o también areyeh,, que sería el “león adulto y vigoroso” (Nah. 2:12; 2 S. 17:10; Nm. 23:24, etc.); este término se tradujo en la Septuaginta por , que significa simplemente “león”, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
4. shajal, , indica “rugidos” del león maduro y fuerte (Job 4:10; 10:16; 28:8; Sal. 91:13; Pr. 26:13; Os. 5:14; 13:7).
5. layish, , es “el fuerte” o el león fiero, en relación al animal que ha alcanzado su máximo grado de crecimiento y eficacia (Job 4:11; Pr. 30:30; Is. 30:6).
6 lebiya, , o lebí,indica el animal “rugidor”, tanto si se trata del león como de la leona (Nm. 24:9, Os. 13:8; Jl. 1:6; Dt. 33:20; Sal. 57:4; Is. 5:29).
El león (Panthera leo) es un mamífero carnívoro de la familia de los félidos que antiguamente habitaba en casi toda África; en las regiones sureñas y occidentales de Asia (por tanto, también en Tierra Santa); en Grecia y hasta la India, donde todavía hoy subsiste una pequeña población.
La Biblia parece indicar que estaba presente en la espesura de las riberas del río Jordán (Jer. 49:19). Hasta finales del período Pleistoceno, hace alrededor de 10.000 años, los leones eran una de las especies más extendida, por detrás de los seres humanos.
Sin embargo, debido a los grandes cambios climáticos ocurridos en el planeta y a la presión humana, se han ido confinando a poblaciones cada vez más pequeñas, dispersas y fragmentadas del África subsahariana y de una pequeña región al norte de la India.
En la Biblia, el león es el símbolo por excelencia de la fuerza física (Jue. 14:18; Pr. 30:30; 2 S. 17:10), así como del poder, el valor, la dignidad y la ferocidad.
Era el emblema de la tribu de Judá (el León de Judá) que fue empleado por Salomón en la decoración del templo y de la casa del rey, por lo que aparece frecuentemente representado por toda la ciudad de Jerusalén.
El texto dice que en el trono de Salomón “estaban también doce leones puestos allí sobre las seis gradas, de un lado y de otro; en ningún otro reino se había hecho trono semejante “ (1 R. 10:20).
También el Nuevo Testamento recoge esta misma imagen y la aplica a Jesucristo como el león de la tribu de Judá (Ap. 5:5).
No obstante, la ferocidad característica de este animal es usada en ocasiones para referirse al propio Satanás. Así por ejemplo, Pedro escribe: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8).
De la misma manera, el apóstol Pablo le dirá a Timoteo: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2 Ti. 4:17).
Los comentaristas debaten si acaso aquí Pablo se refiere al propio Satanás o, literalmente, a los leones del circo romano que devoraban a los mártires cristianos. Otros opinan también que quizás el “león” era el mismo Nerón que perseguía y asesinaba a los seguidores de Cristo.
En el Antiguo Testamento se hace referencia a la poderosa dentadura de los leones (Jl. 1:6); a su costumbre de esconderse antes de atacar (Gn. 49:9); a los animales domésticos que solía robar a los humanos (1 S. 17:34; Is. 11:6-7); a los ataques que causaban a las propias personas (1 R. 13:24; 20:36; 2 R. 17:25; Ez. 19:3, 6); a sus poderosos rugidos (Job 4:10; Pr. 20:2; 1 P. 5:8); se describen los ambientes en que se encontraban (Jer. 4:7; 5:6; 25:38); incluso se indica cómo se los cazaba y enjaulaba (cf. Ez. 19; Dn. 6:7; 14:31). En la visión de Ezequiel, algunos de los seres vivientes que aparecen tenían rostro de león (Ez. 1:10; cf. Ez. 10:14).
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Los leones jóvenes presentan unas manchas en las patas y el vientre que se van perdiendo con la edad. / Ana Romero.[/photo_footer]
Herodoto escribió que los leones eran comunes en Grecia, en el año 480 a. C., y narra cómo atacaron a los camellos que transportaban el equipaje del rey persa Artajerjes, durante su marcha por el país.
Sin embargo, el filósofo y naturalista griego Aristóteles consideraba que ya eran escasos hacia el 300 a. C. y, cuatrocientos años después, en el 100 d. C., ya se habían extinguido por completo de las regiones europeas.[2]
En la Edad Media ya se habían extinguido también en Palestina y, con la llegada de las armas de fuego, fueron desapareciendo del resto de Asia.
Se sabe que una subespecie extinta, el león americano o león de las cavernas (Panthera leo atrox), habitó también en el oeste de Norteamérica durante el Pleistoceno y se cree que posiblemente estos leones cruzaron el estrecho de Bering, que comunicaba Siberia con Alaska, durante la última glaciación, procedentes de Eurasia y poblaron el continente americano.
El león es, junto con el tigre, el felino de mayor tamaño que existe en la actualidad. Se cree que son oriundos del continente africano.
Sus potentes extremidades, así como su fuerte mandíbula provista de dientes caninos que alcanzan los ocho centímetros de longitud, le convierten en el mayor depredador que puede matar grandes presas como búfalos y jirafas, por estrangulación o asfixia.
Son mamíferos polígamos que presentan dimorfismo sexual. Los machos tienen mayor tamaño que las hembras y lucen una melena que suele ser más oscura que el resto del cuerpo.
Las hembras son las encargadas de la caza y del cuidado de los cachorros. Las crías presentan manchas que se van perdiendo poco a poco con la edad, aunque en ocasiones se pueden apreciar todavía en las patas y el vientre de los ejemplares jóvenes o de las leonas.
La característica melena de los machos es única entre los felinos y contribuye a que el león parezca más grande de lo que en realidad es.
Esto le sirve para intimidar a los rivales en los combates, así como para ahuyentar a la hiena manchada, que es una de las especies que compiten con los leones por el alimento en África.
Las hembras suelen elegir para aparearse a aquellos machos que tienen una melena más densa y oscura ya que, al parecer, tal característica estaría relacionada con los genes, la producción de testosterona, la madurez sexual y el clima.
Los leones pueden descansar o estar inactivos durante 20 horas al día. Sin embargo, durante el ocaso y la noche es cuando cazan con más frecuencia y pueden estar caminando unas dos horas.
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Los leones no tienen depredadores naturales pero sí sufren de numerosos parásitos como garrapatas que les infectan las orejas, el cuello y las ingles. Asimismo son vulnerables a ciertos virus como el de inmunodeficiencia felina (VIF) y otros. / Ana Romero. [/photo_footer]
En estado salvaje, las leonas tienen una esperanza de vida relativamente corta ya que sólo pueden alcanzar los 14 años de edad, mientras que los machos rara vez superan los 8 años de vida.
Sin embargo, en cautividad, ambos sexos pueden superar los 20 años. No obstante, alrededor del 80% de los cachorro nacidos en libertad mueren antes de cumplir los dos años.
Existen casos curiosos de hibridismo entre leones y otras especies de felinos, como con los tigres (ligres o tigones), con leopardos (leopones), con jaguares (jagleones) e incluso el complejo híbrido león-jaguar-leopardo (lejagulep).
Muchos de estos híbridos entre especies diferentes son estériles, sin embargo, las hembras de los ligres (hijas de león y tigresa) pueden ser fértiles en algunos casos y llegar a aparearse con tigres para producir ti-ligres, o bien con un león y tener li-ligres.
Sin embargo, todos estos cruces artificiales plantean diversos problemas ecológicos y éticos ya que los animales que se cruzan pertenecen a ecosistemas diferentes.
Los descendientes no pueden reintroducirse en ninguno de ellos y, por tanto, sólo se usan para exponerlos en zoos o en circos.
Se trata de fecundaciones no naturales que ponen en peligro la vida de las hembras gestantes y de sus crías. Muchas de las cuales nacen con malformaciones o problemas genéticos irreversibles como el gigantismo.
En efecto, los ligres pueden llegar a medir hasta 4 metros de largo (incluyendo la cola) y a pesar más de 400 kilos. Esto es casi el doble que sus progenitores.
El reverendo evangélico del siglo XIX, William Howels, en su comentario al salmo 139, escribió estas palabras:
“David era hombre que contaba con esa clase de coraje. Cuando persiguió y dio muerte a un león en el camino, cuando se las entendió con un oso, cuando decapitó al gigante Goliat, sin duda dio muestras incuestionables de valor. Pero nada parecido a la intrepidez de la que hizo gala cuando decidió escudriñar su propio corazón. Suponiendo, si cabe imaginarlo, que te encontraras en lo alto de un terraplén rodeado de todas las fieras voraces y alimañas ponzoñosas que han existido sobre la tierra, y tuvieras que abrirte paso en medio de ellas, no necesitarías para ello, ni de lejos, tanto coraje como necesitas para enfrentarte a tu propio corazón. Todo pecado es un diablo en sí mismo, y cada uno está en posición de decir: “Legión me llamo, porque somos muchos”. ¿Quién se atreve a decir que conoce bien lo que es enfrentarse uno consigo mismo? Y, no obstante, si de veras queremos ser salvos, hemos de hacerlo.[3]
[1] Ropero, A. 2013, Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Clie, Viladecavalls, Barcelona, p. 1495.
[2] Schaller, George B. (1972). The Serengeti lion: A study of predator-prey relations. Chicago: University of Chicago Press, p. 5.
[3] Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 2247.
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