Daniel Fernández, presidente de la Federación del Gremio de Editores, ha dicho que de cada 100 españoles 40 no leen libros.
Del francés Charles Louis de Secondat, más conocido como Barón de Montesquiu, es esta frase: “El libro siempre ha sido para mi el soberano remedio contra los disgustos de la vida. Nunca he tenido ni un momento de pesar que una hora de lectura no me haya disipado”.
No tengo que acudir a una cita del siglo XVIII para transmitir al lector que sin el consuelo de la lectura moriríamos de tedio. Conozco a un hombre que a los 10 años su padre le compraba pequeños libros de historias. Hoy, cerca ya del último suspiro, una de aquellas historias puede repetirla de memoria: Marcelo el picapedrero. En su primera juventud acudía a un bazar que comerciaba con préstamo de libros. Era cliente asiduo. Entregaba el libro leído y regresaba con otro por leer. Entrado en años logró reunir 6.000 libros, de todos los temas, más ensayos, biografías y literatura que novelas. Cada pared de la casa que habitaba contenía estanterías repletas de libros. Tenía 23 años cuando se convirtió de lector en escritor y publicó su primer libro. Desde entonces no ha cesado de leer y escribir. Su obra literaria, al día de hoy, abril de 2020, consiste en 55 libros escritos y publicados. Ese hombre soy yo. Todo cuanto he hecho de provecho en mi larga vida, todo cuanto soy, lo debo a los libros, maestros de mi vida, amigos fieles, verdadera universidad en mi propia casa, al alcance de la mano.
He iniciado la escritura de este artículo tras haber leído el resultado de una encuesta en torno a la crisis de lectura en España. Daniel Fernández, presidente de la Federación del Gremio de Editores, ha dicho que de cada 100 españoles 40 no leen libros. 68 de cada 100 no se acercan a una biblioteca pública. Óscar Sáez, director general del libro, añade: “que haya ese porcentaje de no lectores es horrendo”.
¿Por qué en España se leen tan pocos libros? Se han señalado varios motivos: los libros son caros. Falta de tiempo. Se prefiere la televisión. Se está imponiendo Internet. Resulta más cómodo leer en la tablet. Los estudiantes eran en 2012 los más lectores, y entre ellos más las mujeres que los hombres. Ocho años después la situación es distinta. Los parados y jubilados leen más libros que los estudiantes. Mujeres que de jóvenes leían poco, recuperan la pasión lectora a partir de los 35 años, no así los hombres. “Es un dato qué debería llevarnos a la reflexión sobre qué ocurre con los hombres a esas edades. No sé si será el fútbol o qué, pero algo pasa”, señala Daniel Fernández.
Jesús Ruiz escribía en El País sobre el aumento de devoluciones por parte de las librerías de obras no vendidas: “las editoriales reciben en sus almacenes la devolución masiva de ejemplares no vendidos en librerías. En un volumen que fuentes del sector no dudan en calificar de histórico. El descalabro en las librerías tradicionales es del 16 por ciento”.
A pesar de ese panorama negativo, el libro sigue su curso y andará su carrera hasta que llegue el apocalipsis final y todos leamos el mismo ejemplar, el libro de la vida. Dos grandes autores, Umberto Eco y Jean Claude Carriére se unieron en la escritura de una bella obra titulada Nadie acabará con los libros. Para estos dos prestigiosos conversadores –es lo que hacen en la obra, hablar– “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor”. Enrique Mújica, abogado, político, ex–ministro, hablando en una feria del libro antiguo en Madrid hizo esta defensa del libro: “Lo viejo puede seguir siendo nuevo. Las bibliotecas adquiridas por los libreros pasan a los estantes de los más jóvenes, que proyectan una visión renovada sobre las páginas, dotándolas de vida, aportando sabia fresca a aquellas miradas enterradas en el tiempo”. Apuntando a los políticos que leen libros y a los que no leen, añadió: “Una línea no tan tenue divide a los políticos que han encontrado un mundo recíproco en los libros y a los que carecen de lecturas”. La gran periodista italiana que en vida fue Oriana Fallaci dijo en una ocasión: “Para mi leer es como respirar, si no lo hago me asfixio”.
Sobre la mesa grande en la que trabajo tengo permanentemente y consulto sus páginas con frecuencia un libro que publicó el diario El País el año 2012 con el título Una invitación a la lectura. Está compuesto de artículos escritos por 41 famosos autores. El primero de ellos, Emilio Lledó, titula sus páginas Necesidad de la literatura. Párrafos sublimes en torno a una apología del libro. “Los libros –dice– son el más asombroso principio de libertad y fraternidad- un horizonte de alegría, de luz reflejada y escudriñadora… Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura muchas ideas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora. Los libros nos descubren uno de los prodigios más asombrosos de la vida humana, de la vida de la cultura, constituyen la posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensares. Son puertas que nadie podrá cerrarnos jamás, a pesar te todas las censuras”.
Así es. Así lo creo. Gracias, don Emilio.
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