Mariposas de Israel

Todo insecto alado será inmundo; no se comerá. (Dt. 14:19) 

La palabra hebrea sherets, aparece cuatro veces en el Antiguo Testamento y siempre para referirse a los insectos alados (Lv. 11:20, 21, 23; Dt. 14:19) ya que lleva el adjetivo correspondiente.

Sin embargo, es un término muy general que, además de los insectos terrestres, también se puede aplicar a criaturas acuáticas, reptiles o incluso pequeños mamíferos.

El interés zoológico de los hebreos de la época bíblica estaba muy marcado por las leyes religiosas de pureza, así como por las valoraciones mitológicas de los pueblos periféricos.

Esto podría motivar, en parte, que la Biblia no se refiera a ciertos grupos animales considerados atractivos en otras culturas como, por ejemplo, las mariposas. Para los antiguos griegos estos bellos insectos simbolizaban la divinidad femenina primigenia que, con el tiempo, pasó a ser emblema del alma humana.

La diosa Psyche solía representarse con alas de mariposa. En Egipto, se encuentran mariposas esculpidas en bajorrelieves, pinturas y objetos de adorno en templos y lugares sagrados.

Tales connotaciones espirituales se dan también en otros pueblos de Centroamérica, África y Asia. Entre los aztecas, Xochiquetzal era la diosa mariposa del amor. En la cultura maya, las mariposas eran consideradas como las almas de los guerreros muertos en batallas o sacrificios.

En la tribu baluba del Congo se relacionaba la vida humana con las distintas fases de la metamorfosis de las mariposas. El símbolo birmano del alma era también la mariposa, mientras que en las culturas china y japonesa estos insectos alados simbolizaban la felicidad conyugal.

¿Por qué la Biblia ni siquiera las menciona? Quizás porque los hebreos del Antiguo Testamento y después también los cristianos en el Nuevo creían en la resurrección del cuerpo y no en la inmortalidad del alma después de la muerte.

Por tanto, aquellos animales y plantas que tenían connotaciones paganas o idolátricas propias de otras religiosidades, como las mariposas, eran rechazas.

La metamorfosis de las mariposas constituye un ejemplo palpable y bello de como los seres pueden cambiar radicalmente.

¿Qué tiene que ver una larva cilíndrica que se arrastra pesadamente por el suelo, o entre las hojas de cualquier arbusto, con la espléndida mariposa que revolotea en los aires?

Ese es un efecto comparable al que ocurre también en las personas que descubren por primera vez a Cristo en su vida. Es lo que el Nuevo Testamento llama “nacer de nuevo” (Jn. 3:1-15).