El ojo de halcón

Son tesoros que ningún ave de rapiña puede ver ni el ojo de halcón alcanza a distinguir. (Job 28:7, NTV)

El término hebreo nets o neç, נֵיץ, aparece en la Biblia como un nombre general para referirse a las aves rapaces de pequeño tamaño (cernícalo, halcón peregrino, gavilán, azor, esmerejón, etc.) que son frecuentes en Palestina (Lv. 11:14-16; Dt. 14:15).

De ahí que las diferentes versiones de la Escritura, en sus respectivas traducciones, opten por una u otra denominación, porque lo cierto es que no existe certeza absoluta de una especie concreta.

Lo que está claro es que se trata de una rapaz migratoria que anida en los acantilados elevados. En la versión griega de la Septuaginta se tradujo como laros, λάρος y en la Vulgata latina como accipiter (ver AZOR, CERNÍCALO y GAVILÁN).

Los halcones eran comunes en el Creciente Fértil, desde Siria a Egipto. La civilización del Nilo los consideraba como animales sagrados y los representaba frecuentemente en sus monumentos religiosos.

En Israel existen actualmente varias especies de aves falconiformes, entre las que destacan por su abundancia el halcón peregrino (Falco peregrinus), el pequeño cernícalo (Falco tinnunculus), el cernícalo primilla (Falco naumanni), el alcotán (Falco subbuteo) y el esmerejón (Falco columbarius).

No obstante, el más ubicuo y emblemático es el halcón peregrino.

Típica silueta de “hoz” en vuelo del halcón peregrino. El nombre genérico falco proviene del latín falx que significa “hoz”.

El halcón peregrino (Falco peregrinus) es una rapaz cosmopolita perteneciente a la familia Falconidae. El nombre latino del género, Falco, deriva de falx, que significa “hoz”, en relación al aspecto que presentan durante el vuelo sus largas y puntiagudas alas.

Es el ave de presa más extendida de la Tierra y tiene el tamaño aproximado de un cuervo, aunque su plumaje es de color gris azulado en la parte superior y algo más blanquecino en la inferior.

La velocidad de ataque que alcanza en picado puede superar los 300 km/h, de ahí que se le considere el animal más veloz del mundo. Se conocen casi una veintena de subespecies repartidas por todo el planeta y adaptadas a cada hábitat particular.

No sólo consume aves sino también pequeños mamíferos, reptiles e insectos. Son aves monógamas que se emparejan para toda la vida.

El halcón peregrino es capaz de atrapar a sus presas voladoras durante picados a gran velocidad, incluso cuando éstas cambian bruscamente de dirección.

Se ha descubierto que para realizar tales ajustes óptimos en la dirección del vuelo, y en décimas de segundo, siguen a la perfección sofisticadas leyes matemáticas.[1]

Se podría hablar aquí de una biomimética inversa, en el sentido de que, a veces, cuando los seres humanos inventan algo, tiempo después se descubre que eso ya existía en la naturaleza y funcionaba a la perfección desde la noche de los tiempos.

El halcón peregrino se viene usando en cetrería desde hace más de tres milenios. Se cree que fueron los pueblos nómadas de Asia Central los primeros en emplearlos para cazar.

En efecto, las simulaciones informáticas han puesto de manifiesto que los halcones atrapan a sus presas en el aire usando las mismas leyes de direccionamiento que los misiles fabricados por el ser humano.

Y todo ese preciso sistema de guía está presente en la información del ADN, programada en el interior cada cigoto, capaz de originar al halcón adulto. La evidencia de diseño e inteligencia de estas aves es más que asombrosa.

A una velocidad de más de 300 km/h, la presión atmosférica podría dañar los pulmones y el rozamiento del aire perjudicar los ojos de estos animales.

Sin embargo, poseen unos pequeños tubérculos óseos en las fosas nasales que redirigen las ondas de choque del aire que entra en ellas, reduciendo el cambio de la presión atmosférica y haciendo posible que el halcón respire normalmente mientras realiza el picado. Igual que ocurre en las tomas de aire y conos de entrada de los motores a reacción de los aviones.

De la misma manera, para protegerse los ojos estas aves poseen unos “terceros párpados” o membranas nictitantes que limpian las lágrimas y mantienen perfectamente la visión.

Los halcones fueron empleados durante la Segunda Guerra Mundial para interceptar a las palomas mensajeras. También se han usado para ahuyentar a otras especies de aves en los aeropuertos ya que éstas constituyen un peligro para la seguridad del tráfico aéreo.

De la misma manera, se les utiliza en el control biológico de plagas en agricultura ya que son capaces de erradicar o disminuir el número de otras especies perjudiciales para los cultivos.

Las aves rapaces poseen una visión más aguda que la del ser humano ya que presentan más estructuras oculares. En la imagen, un cernícalo especie abundante en Tierra Santa.

Los ojos de las aves rapaces, como buitres, águilas y halcones, tienen una agudeza visual que es entre dos y cuatro veces (según la especie) superior a la del ser humano.

Son los animales que mejor calidad de imagen obtienen en sus retinas ya que poseen muchas más células receptoras de luz que nosotros.

La fóvea, o parte central de la retina humana, presenta entre 150.000 y 200.000 receptores de luz, mientras que la fóvea de un ave rapaz tiene alrededor de un millón y medio de estas células receptoras. La diferencia es notable.

Como es lógico, tan elevada cantidad de células requiere una mayor irrigación sanguínea y, por tanto, supone un elevado gasto energético. Este problema se soluciona porque en la retina presentan un tejido especial con forma de peine, llamado pecten, que la irriga convenientemente. Las aves con un pecten muy desarrollado tienen mejor visión.

Además, en dicha fóvea poseen también una lente nueva de la que carece el resto de los animales. Dicha lente magnifica la imagen casi una vez y media por encima del tamaño real, con lo cual actúa como un auténtico zoom capaz de aumentar los objetos.

A todo lo anterior hay que añadir unas pupilas de mayor diámetro que permiten la entrada de más luz y la existencia de una segunda fóvea para la visión periférica. Esto es lo que les proporciona una agudeza visual mucho mejor que la humana y la de cualquier otro animal.

Agustín de Hipona (353-429), quizás el mayor pensador cristiano del primer milenio después de Cristo, escribió:

“Si eres capaz de admitir tu fragilidad, y cual el débil polluelo que corre a refugiarse bajo las alas de su madre, tú también corres bajo las alas del Altísimo, te pondrá en su pecho, te cubrirá con sus alas y te protegerá para que no caigas presa de ningún halcón. Porque las potestades en los aires (Efesios 2:2; 3:10; 6:12), el diablo y sus ángeles, son halcones que buscan constantemente nuestra perdición. Por ello debemos refugiarnos bajo las alas maternales de la divina Sabiduría, que para poder protegernos se hizo igual a nosotros, ya que el Verbo se hizo carne (Juan 1:14), siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en su porte exterior como cualquier hombre se humilló a sí mismo (Filipenses 2:6-8) para poder juntar a los suyos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas (Mateo 23:37)”.[2]

[1] Mills, R., Hildenbrandt, H., Taylor, G. K. y Hemelrijk, Ch. K., 2018, “Physics-based simulations of aerial attacks by peregrine falcons reveal that stooping at high speed maximizes catch success against agile prey”, PLOS Comp. Biol., 14(4): e1006044. https://doi.org/10.1371/journal.pcbi.1006044