El nudo gordiano

Necesitaba pasar unos días lejos para pensar. Casa de su tía Juliana en Zaragoza parecía el lugar idóneo para ello, al tiempo que podía hacer un poco de turismo por la ciudad.

El primer lugar que visitó fue la Aljafería, un palacio islámico que fue residencia de los Reyes Católicos en el siglo XV. Se dejó llevar por las explicaciones del guía, aunque su pensamiento estaba lejos.

Su pareja estaba mostrando gestos de violencia física con ella que no había notado anteriormente. No sabía qué hacer, lo había llegado a amar durante dos años de noviazgo, habían sido muy felices en ese tiempo, pero las reglas de juego que se iban estableciendo no satisfacían sus expectativas.

“¿Tengo que soportar? ¿Será algo pasajero? ¿Debo confiar en que cambiará de conducta? ¿Me ama realmente? ¿Debo hacer caso de los consejos que me dan?”. Estaba sometida a un nudo de difícil resolución.

Pasó por el salón dorado, por el patio de Santa Isabel, por el palacio mudéjar, por el salón del Trono y no lograba parar atención a lo que veía y escuchaba.

El guía se detuvo con todo el grupo de visitantes delante de un escudo en la pared de los Reyes Católicos.

Empezó a explicar el significado de las cuerdas del yugo y las flechas como lema de Fernando el Católico “tanto monta como cortar que desatar”, es decir que da igual cómo se haga, lo importante es que se consiga. Era una manera de solucionar el nudo gordiano, no deshaciendo su complejidad intentando entenderlo, sino cortándolo.

Ella se interesó por lo del nudo y estuvo tentada de preguntar al guía de qué naturaleza eran los conflictos que el rey afrontaba con esa filosofía, pero al instante creyó tener la respuesta.

Al salir de la visita había entendido algo… debía cortar aquella relación.