En ocasiones, el orgullo y la excesiva confianza en uno mismo nos abocan directamente al fracaso y la deslealtad.
!Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! !Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! (Mt. 23:37)
Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. (Mt. 26:34)
Estas citas del evangelio de Mateo y las equivalentes en los demás evangelios, referidas al lamento de Jesús sobre Jerusalén y a la triple negación de Pedro (Mt. 26:34, 74, 75; Mc. 14:30, 68, 72; Lc. 22:34, 60, 61; Jn. 13:38; 18:27), son las únicas de toda la Biblia en las que aparecen claramente los gallos y las gallinas.
En el Antiguo Testamento existe, no obstante, un versículo de difícil traducción, en el libro de Job (38:36). La versión Reina-Valera interpreta la palabra hebrea shekwí, שֶׁכְּוִי, como “espíritu”, mientras que otras versiones, como la NVI, lo hacen por “gallo” (¿Quién dio inteligencia al gallo?).
Tal dificultad se debe a que no existe una palabra hebrea concreta para designar inequívocamente al macho de esta ave de corral. De ahí que algunos piensen que tales aves de origen indio eran desconocidas en el Antiguo Testamento.
Sin embargo, la arqueología ha demostrado lo contrario, al encontrar representaciones muy antiguas de gallos en Tierra Santa, concretamente en Tell el-Nasbeh y en Gabaón.
En el primer lugar, situado a 12 km al noroeste de Jerusalén, se descubrió, durante el año 1932, un sello de ónice en una tumba del siglo VII a. C., en el que aparece un gallo de pelea con la inscripción: “Perteneciente a Jezanías, siervo del rey”.
Si, tal como algunos arqueólogos creen, este personaje es el mismo que aparece en 2 Reyes 25:23 y en Jeremías 40:8, esto indicaría que en el siglo VII a. C. ya se conocían gallos en Palestina.[1]
Es probable que estas aves fueran introducidas en tiempos del rey Salomón, junto con los pavos reales (1 R. 10:22). También se ha encontrado la figura del gallo en un fragmento de olla desenterrada en la antigua ciudad cananea de Gabaón, situada al norte de Jerusalén.
Estos datos permiten deducir que en la época de Jesús tales aves eran perfectamente conocidas en Palestina.
Todavía hoy los judíos ortodoxos sacrifican miles de gallinas y pollos, según la tradición llamada “Kaparot”, en ofrenda por sus pecados, antes de la jornada del Día del Perdón (Yom Kippur), desde la puesta de sol del 11 de octubre y hasta la puesta del 12.
La carne de tales sacrificios puede ser consumida posteriormente o bien donada a los pobres.[2]
Todas las razas y variedades actuales de gallos y gallinas son descendientes de primitivos gallos silvestres del sudeste asiático. Se cree que su domesticación se inició allí hace probablemente unos 7.400 años a partir del gallo bankiva (Gallus gallus bankiva).
Los primeros restos de gallos hallados en Oriente Próximo (Irán, Anatolia y Siria) datan del tercer milenio a. C. Es posible que los restos encontrados en Egipto sean incluso más antiguos y que a Europa no llegaran hasta el siglo VIII a. C., introducidos por los fenicios.[3]
Según los hallazgos arqueológicos, en Grecia, España y Francia existían ya gallos y gallinas durante la segunda mitad del primer milenio a. C. También se han encontrado monedas griegas del siglo III a. C. con el dibujo de tales aves.
El gallo y la gallina domésticos (Gallus gallus domesticus), pertenecientes a la familia Phasianidae, son las aves más numerosas de la Tierra. Se calcula que su número supera los 16.000 millones de ejemplares.[4]
El ser humano los cría sobre todo por su carne y sus huevos, aunque también se aprovechan las plumas. Algunas razas, como los gallos de pelea, se entrenan para luchar, aunque esta práctica suele estar prohibida en muchos países, como España.
Otras variedades se crían también por su belleza como aves ornamentales. Son animales omnívoros que se alimentan de semillas, pequeñas plantas verdes, bayas, lombrices de tierra, insectos y otros invertebrados.
Arañan el suelo con sus robustos dedos y luego dan un paso hacia atrás para poder ver cualquier posible alimento que haya salido. Por lo general, ponen de dos a cuatro huevos que incuban durante una veintena de días.
Estudios realizados con los gallos bankiva en libertad han demostrado que alrededor de tres cuartas partes de los polluelos nunca llegan a adultos ya que son eliminados por los depredadores.[5] La esperanza de vida de los que sí llegan se encuentra entre los cinco y los diez años, según la raza.
El capítulo 26 del evangelio de Mateo narra cómo Jesús predijo que sus propios discípulos se escandalizarían de él esa misma noche y que Pedro le negaría hasta tres veces seguidas.
El término “escandalizarse” viene de una palabra griega que significa “el gatillo de una trampa para cazar”. Al ser movido, dicho gatillo hace que la trampa aprisione definitivamente al animal. Por tanto, escandalizar significa aquí “tropezar y caer”.
Es posible que el Maestro tuviera en mente aquellas palabras de Zacarías: “Hiere al pastor para que se dispersen las ovejas y vuelva yo mi mano contra los corderitos” (Zac. 13:7).
El valeroso Pedro se atreve a contradecir a Jesús y manifiesta hasta tres veces seguidas que él personalmente jamás le negará. No duda de sí mismo. Hasta tal punto está seguro de vencer cualquier dificultad, que prefiere dudar de la profecía del Señor.
Sin embargo, Jesús le dice que su deslealtad será incluso mayor que la de los demás discípulos. El número tres indica la forma más grave y completa de una terrible negación que se cumplió irremediablemente. Pedro lloró amargamente después del canto del gallo.
Algunos han puesto en duda toda esta historia del canto del gallo, diciendo que según la Mishná los judíos no podían criar gallinas ni gallos en Jerusalén. Otros opinan que el canto del gallo se refería a las vigilias de la noche y que la tercera iba desde las doce de la noche a las tres de la madrugada.
Sin embargo, el propio Mateo especifica que “en ese instante cantó un gallo” (Mt. 26:74). Además, en Jerusalén no sólo había judíos sino también gentiles, como los propios romanos dominantes, que no se sometían a tal costumbre hebrea y consumían habitualmente esta clase de aves.
Lo cierto es que, en ocasiones, el orgullo y la excesiva confianza en uno mismo nos abocan directamente al fracaso y la deslealtad. Hoy como ayer todos debemos aprender mayor humildad y dependencia del Señor, tal como hizo el apóstol Pedro.
[1] Haag, H. y otros, 1987, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, p. 735.
[2] https://mundo.sputniknews.com/oriente-medio/201610111064035351-gallinas-israel-pecados/
[3] Perry-Gal et al, Lee, 2015, “Earliest economic exploitation of chicken outside East Asia: Evidence from the Hellenistic Southern Levant”, PNAS 12 (2).
[4] Según la Enciclopedia de las aves, ed. Perrins, Christopher, Nueva York: Libros Firefly, 2003 (en inglés).
[5] Burton, M. y Burton, R. 1979, Enciclopedia de la Vida Animal, Bruguera, Barcelona, p. 1101.
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