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Verdadera felicidad, de Martyn Lloyd-Jones

La Biblia comienza por lo negativo porque es el libro más realista del mundo. Siempre comienza por el mundo tal como es.

FRAGMENTOS 18 DE JULIO DE 2019 16:00 h
Martyn Lloyd-Jones.

Un fragmento de “Verdadera felicidad”, de Martyn Lloyd-Jones (Editorial Peregrino, 2013). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



EMPEZAR POR LO NEGATIVO



Bien, cuando uno afronta la vida, es sumamente importante comprender por qué lo negativo antecede a lo positivo, y estas son las razones. Primero, la Biblia comienza por lo negativo porque es el libro más realista del mundo. Siempre comienza por el mundo tal como es. Pero eso no nos gusta; ¡nosotros empezamos pintando cosas bonitas! Aquí estamos, al comienzo de nuestra vida: «Bien —decimos—, vamos a ser felices», de modo que pintamos una estampa maravillosa; comenzamos a soñar, ¡y por eso no encontramos la felicidad jamás! Debemos empezar por ser realistas; debemos comenzar por el mundo tal como es y donde está. Sé que es sumamente desagradable y que no gusta hacerlo.



Aquí me viene a la memoria la historia del irlandés. Una vez, un viajero que pasaba por Irlanda paró a un hombre que trabajaba junto al camino y dijo: «Vamos a ver, amigo, si tuviera que ir a Dublín desde aquí, ¿qué camino tomaría?». El irlandés contestó lo siguiente: «Desde aquí no iría». Eso contiene una profunda lección espiritual, ¿no es así? Pero todos somos irlandeses en un sentido espiritual. «¿Cómo se va? Desde aquí no iría». ¡Exactamente! En otras palabras, no queremos enfrentarnos a nosotros mismos. Queremos comenzar por algún otro sitio. Queremos dar un salto de mil kilómetros y partir desde allí en un vuelo fletado a la felicidad. Pero, querido amigo, estás donde estás y debes partir de ahí te guste o no. Eso es ser realistas. Y la Biblia jamás elude los hechos; nos hace afrontarlos con un crudo realismo, como no hay nada más en el mundo que lo haga. Es un libro sumamente sincero.



 



Portada del libro.

En segundo lugar, la Biblia siempre comienza por una condenación negativa, porque lo primero que tiene que decirnos es que la vida, tal como es en este mundo, es malvada. Los hombres y las mujeres no tienen esperanza alguna hasta haber sido convencidos de pecado. Lo primero que deben asimilar es que, tal como están, están mal; y que todo su mundo es erróneo, malo y vil. «Bienaventurado el varón que no [...]». Nos grita y nos sacude, y lo necesitamos. «¿No es la vida maravillosa?», dice el mundo. «No —dice la Biblia—, es sucia y fea».



En tercer lugar, la Biblia siempre comienza por lo negativo porque, si deseamos ser buenos médicos del alma —o de cualquier otra cosa—, mejor será que comencemos por el diagnóstico antes de apresurarnos a un tratamiento. Hace falta algo de tiempo para examinar el caso antes de administrar algún jarabe calmante. Pero eso no nos gusta. «Danos algo diferente; danos algo que calme el dolor; danos algo que nos haga sentirnos felices». No, no, si somos buenos médicos diremos: «Bien, ¿qué causa el problema de este hombre? Debo analizarlo, examinarlo». Hace falta comprobar su historial, es preciso examinarle con las manos, ahondar hasta conocer la causa de su problema. Pero si empiezas a administrarle un tratamiento antes de haber descubierto la causa, eres un médico pésimo. Mas eso es lo que hace el mundo entero. Los diagnósticos nunca son de su agrado. Dice: «Ven conmigo, te ofreceré un espectáculo, te mostraré algo. ¡Jamás has visto algo tan maravilloso entoda tu vida!». Y el mundo puede ofrecerte inmediatamente un paquete con todo lo que necesitas. Pero no puede dártelo. Es preciso comenzar por el diagnóstico y descubrir la causa. Tratas el problema, pues, de la siguiente forma: «Si dices que quieres ser feliz, la primera pregunta a plantearse es: ¿por qué eres infeliz?». Eso es de sentido común, ¿no es cierto?



En cuarto lugar, los primeros pasos hacia la salvación consisten siempre en reconocer el mal y el pecado y la necesidad de arrepentirse. Arrepiéntete y cree en el evangelio. Juan el Bautista siempre antecede al Señor Jesucristo. La convicción de pecado siempre viene antes que el perdón. Nadie hallará la felicidad hasta haberse apartado del mal y entregado a Dios. A continuación, y esto es lo más importante de todo, permítaseme unir los puntos 5 y 6 a fin de subrayarlos. La Biblia nos arroja a la cara una negación como esta desde el mismísimo comienzo a fin de hacernos saber que el camino de la vida y la salvación de Dios es absoluta y esencialmente distinto de todo lo que hemos conocido. La Biblia dice: «El camino de la felicidad no es lo que tú y todos los demás han pensado siempre que era. Si vienes a mí y me escuchas —dice la Biblia—, debes estar dispuesto a sorprenderte. Debes estar dispuesto a escuchar algo que no has oído nunca en toda tu vida. Algo que ni siquiera has imaginado; algo revolucionario, algo que proviene de otro mundo». ¡Exactamente! No es el hombre, es Dios. No es la tierra, es el Cielo el que desciende. Es la eternidad introduciéndose en el tiempo. Es algo completamente distinto. El camino a la bienaventuranza es no..., es un «no» a todo aquello en lo que hemos creído y confiado. El género humano no lo ha imaginado jamás, ni siquiera en la cima de sus facultades. Es el camino de Dios, y es único.



 



LOS DETALLES



Esa es, pues, la explicación de las negaciones. Pasemos ahora entonces a los detalles concretos. Son muy sencillos. ¿Qué debemos evitar? Bien, en primer lugar, el «consejo de malos»: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos», lo cual significa que, si quieres ser feliz, lo primero que debes hacer es dejar de prestar atención a toda la visión del mundo en la actualidad; esa visión carente de Dios y opuesta a él y que no le reconoce.



 Esa es la razón de que el mundo se encuentre en semejante estado; se debe a que es impío. «No hay Dios en ninguno de sus pensamientos», dice el salmista en otro lugar acerca de esta misma clase de hombre malo (Salmo 10:4). «Si quieres ser feliz —dice la Biblia—, no andes en los consejos de los malos», y «consejos» significa aquí las cosas que el hombre malo te aconseja que hagas. Te dice: «No malgastes el tiempo yendo a esas iglesias; no malgastes el tiempo leyendo ese antiguo libro llamado la Biblia. ¡Está caducado, pasado de moda; la ciencia es netamente superior! Ahí no vas a encontrar nada. ¡No creas en Dios: cree en ti mismo!».



Malo, así es su consejo. Confía en su propia sabiduría; confía en su propio entendimiento; confía en sus propios conocimientos, aunque debe admitir que aquello que se consideraba ciencia hace cincuenta años es ahora motivo de burla, como ha sucedido a lo largo de los siglos. Y, sin lugar a dudas, lo que ahora se cree será motivo de burla dentro de cincuenta años. Pero sigue confiando en ello: confía en su propia razón, en sus propias investigaciones y en sus descubrimientos; confía en sí mismo y en sus facultades innatas, y desestima a Dios y todo lo que representa. Así es el malo. Pero la palabra que se traduce aquí como «malo» es de gran interés. La mismísima palabra que se utiliza contiene un matiz de intranquilidad. Y el malo debe estar intranquilo porque desconoce; su conocimiento es contingente; siempre está obligado a cambiar de teorías debido a que los nuevos descubrimientos las echan por tierra.



Soy lo suficientemente mayor como para recordarlo. A mí me enseñaron que el átomo era indivisible, que era la partícula más pequeña de la materia. El átomo: ¡lo más pequeño que existe! ¿Y dónde está ahora esa certeza? Ha desaparecido, ha quedado completamente obsoleta. «Muy bien —dice la Biblia—, no andes en el consejo de semejante hombre. ¡No le escuches!».



En segundo lugar, no estés «en camino de pecadores». No hace falta explicarlo: si quieres ser feliz, debes evitar el camino del mundo, el camino del pecador. Él vive para su carne. Vive para comer, beber y entregarse al sexo. Ahora bien, yo no estoy aquí para predicar contra esas cosas, simplemente estoy aquí para decirte que jamás encontrarás la felicidad de ese modo. Nadie lo ha hecho nunca. Piensan que es así, pero pronto descubren que no. No vayas por el camino de los pecadores: jamás te dará la felicidad.



Y luego, en tercer lugar, no te sientes «en silla de escarnecedores». ¿Quiénes son estos? Los que se burlan, los que sacan la lengua ante todo lo que es sagrado y santo y está santificado. Se trata de las personas listas que se ríen de la religión y bromean al respecto, que se burlan de Dios, de su ley y de sus decretos; que se burlan de todo lo santo en la vida, el matrimonio y todo lo demás. Son las personas que se burlan de la moralidad y la decencia y que dicen estar «expresándose».



Las personas populares hoy día son las que bromean con respecto a todo; no hay nada sagrado, nada digno de admiración, hay que reírse de todo, hablar de todo en broma, Dios incluido. ¡Qué ingenioso, qué superficial; y cuenta con la alabanza de los críticos! La silla de los escarnecedores, de los que se burlan, de los meros manipuladores ingeniosos, de los hombres y las mujeres desalmados, que desconocen por completo la gloria de la vida. Son las personas vacías que viven de sus genialidades y no tienen más que eso: nada valioso, nada tierno, nada hermoso, nada limpio, nada por lo que merezca la pena morir, nada en absoluto.



Ahora bien, eso es lo que nos dice el salmista detalladamente: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedo- res se ha sentado». ¿Hay una progresión en esos versículos? Yo creo que sí. Andar, estar, sentarse. Es una maravillosa imagen del creciente dominio que tiene el pecado sobre todos nosotros, del creciente dominio que tienen los malos hábitos sobre el alma. Al principio caminamos con ellos y decimos: «No me voy a convertir en un esclavo de eso: estoy andando, sigo moviéndome!». Sí, pero pronto llegará una fase en que estaremos de pie, ya sin caminar. Y luego llegará una fase en que estaremos sentados. Nos habrá dominado, y ahí estaremos: sentados.



Pero esta progresión implica asimismo una creciente parálisis producida por el pecado; cómo hace que el hombre y la mujer, y lo mejor que hay en ellos, degenere siempre de forma que finalmente se queden en un rincón diciendo: «¿De qué sirve todo? Comamos, bebamos y seamos felices, porque mañana moriremos». «Sentarse en silla de escarnecedores». ¡Qué descripción! Ahí están, inútiles e inmóviles; no hacen nada, no cambian nada, simplemente se sientan y balbucean y farfullan su inteligencia. Escarnecedores y mofadores. No les escuches. Se encuentran tan lejos de la felicidad como pueda estarlo cualquier otro. Lo han perdido todo y no albergan esperanza alguna en absoluto; se sientan paralizados por el mal y el pecado.



 



EL SECRETO DE LA FELICIDAD



 



Martyn Lloyd-Jones.

Eso es, pues, lo negativo. Permítaseme exponer brevemente lo positivo. Es simplemente desarrollar la teoría que ofrecí al comienzo. Este es el secreto de la felicidad. Que el hombre o la mujer se deleite «en la ley de Jehová», y no en la inteligencia de los filósofos o en las conjeturas de los supuestos pensadores; no en seguir a los impíos con sus propias reflexiones y razonamientos, sino en la ley de Jehová: la Biblia; la norma de Dios; el Antiguo Testamento y el Nuevo; la ley y el evangelio. Aquí está lo único que necesitamos. El camino de Dios para la felicidad; está todo delante de mí.



Y fijémonos en que los bienaventurados son aquellos que se deleitan en ella. No se toman un mero interés intelectual. No la leen meramente por miedo a las consecuencias de no hacerlo y por temor a las consecuencias del pecado. No la examinan simplemente porque sean utilitaristas y piensen que puede servirles de ayuda: «La honradez es la mejor política y quiero salir adelante, de modo que no hago ciertas cosas por ese motivo». Esa no es su actitud. Se deleitan en la ley de Dios. Les agrada mucho conocerla. Dicen: ¿No es maravilloso? «En su ley [meditan] de día y de noche», porque reconocen que no hay nada comparable. Todo lo demás es vano, paja, neblina. ¡Aquí está! La verdad de Dios, la sabiduría de Dios y —¡qué maravilloso!— funciona, me da lo que necesito». Lo disfrutan. Este es el hombre feliz, la mujer feliz.



Permítaseme expresarlo tal como hace el salmista. Nuestra traducción no es tan buena como podría ser. Aquí leemos: «bienaventurado el varón»; pero lo que el salmista escribió fue lo siguiente: «¡Oh, cuán bienaventurado es el varón!». ¿Por qué? Para expresar la plenitud, la diversidad, la amplitud, el salmista dice: «No puedo describirlo. ¡Oh, cuan bienaventurado [...], qué maravilloso es!». Escuchemos a John Newton versificándolo:



Ved los ríos de agua viva



que por las praderas van;



su belleza nos cautiva,



nuestra sed apagarán.



¿Con sus aguas quién desmaya



en la senda terrenal?



Pues la paz con Dios se halla



cual sus aguas en raudal.



Es la bienaventuranza de saber que los pecados han sido perdonados; la bienaventuranza de saber que Dios, en su amor, ha borrado todo lo que dije, hice y pensé en el pasado que era impuro e indigno y pecaminoso, debido a que Cristo murió por mí. ¡Oh, qué bienaventuranza es saber que todo el pasado está olvidado y que jamás volverá a presentarse en mi contra: el perdón!



¿Y qué más? Bueno, la vida en Cristo. La vida en Dios. Nuestro Señor dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Eso es; qué bienaventuranza recibir vida de Dios; paz, gozo y esa abundancia, esa plenitud. Entrarán, y saldrán, y hallarán pasto (cf. Juan 10:9); no habrá fin.



Gracia abundante hay en ti,



mis pecados cubrirá;



haz que abunde sanidad



y pureza siempre en mí.



Fuente de vida eres tú,



saciarme quiero de ti,



brota tú en mi corazón,



quédate por siempre en mí.



Charles Wesley



¿Tienes tú esta bienaventuranza? ¿Conoces esta felicidad? ¿Te deleitas en la Biblia? ¿Te deleitas en Dios? ¿Te deleitas en el Señor Jesucristo? ¿Te deleitas en meditar acerca de los gozos y la gloria de la Eternidad? Si lo haces, independientemente de lo que haga contigo el mundo, seguirás siendo bendecido; seguirás siendo feliz; nada puede arrebatártelo, está dentro de ti, entre tú y Dios; y no depende de las circunstancias.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

EZEQUIEL JOB
20/07/2019
12:57 h
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Hermoso gracias, he aprendido que si obedecemos al evangelio empezando por las cosas mas pequeñas, Dios nos aumenta la felicidad a limites incomparables(3Jn1:2), empecemos a cuidar la boca, no hablar mal, luego a moldear el caracter, etc:"1Pe 3:10-11 Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala."...Si quieren vivir felices...EMPIECEN A CUIDAR SU BOCA...(Prov18:21).
 



 
 
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