Es inglés, de Inglaterra, nacido en el condado de Lancashire. Sin embargo escribe en puro lenguaje de Castilla con una prosa natural y rítmica que, diría el francés Gaumont, como un movimiento respiratorio.
En esas ciudades, pueblos y campos de Castilla cantados por uno de los hermanos Machado, Antonio, viven dos extranjeros que escriben libros en menos tiempo del que yo tardo en comentarlos. Uno es el poeta Alfredo Pérez Alencart, a quien dediqué un artículo la semana pasada. Es peruano y reside en Salamanca. Otro es el teólogo Stuart Park, inglés, vive en Valladolid. Que la poesía de Alencart llegue a nosotros iluminada por la belleza lingüística se entiende, pues el poeta ya nació hablando la lengua de Cervantes. Pero lo de Park es distinto. Hace años que vive en España. Repito: es inglés, de Inglaterra, nacido en el condado de Lancashire. Sin embargo escribe en puro lenguaje de Castilla con una prosa natural y rítmica que, diría el francés Gaumont, como un movimiento respiratorio. A tal punto que cuando comento sus obras no se si me estoy refiriendo a él o a Mariano José de Larra.
Uno de sus dos libros tiene un título escueto: Mesías. Lo componen 231 páginas. Es un comentario, verso a verso, del famoso Oratorio de Handel sobre la vida de Jesucristo.
George Frideric Handel nació en Sajonia, Alemania del Este, en febrero 1685. En abril 1759 adoptó la nacionalidad inglesa. Está considerado al día de hoy como uno de los grandes compositores del barroco por sus óperas, oratorios y composiciones instrumentales. Al morir dejó 40 óperas, 122 dúos, tríos o cantatas para voz sola, 37 sonatas y un repertorio completo para música popular. En abril 1741 estrenó en Dublín Mesías, la obra más famosa de aquellas características. Está dividida en tres partes, que glosan el anuncio, la venida y la muerte de Cristo.
Tres partes principales tiene el libro de Stuart Park. Para este autor, la música es la mediadora entre la vida espiritual y la material. Siguiendo a Raimundo Lulio, Park cree que el arte de la música ha sido inventado para que el hombre alabe a Dios.
Con superior maestría Park analiza las tres partes del Mesías y comenta verso a verso la partitura, deduciendo su dependencia inspiradora de los libros bíblicos.
En la introducción veo más que una declaración de intenciones. Escoltando a Handel examina el pensamiento bíblico de Charles Jennens, adinerado aristócrata inglés, autor del libreto del Mesías. Dice Park que éste hombre “se nutre principalmente de textos del Antiguo Testamento tomados (con leves alteraciones) de la “Versión autorizada” del Rey Jaime, publicada en 1611”. Jennens “concibió el Oratorio como una presentación fehaciente de las credenciales del Mesías como Hijo de Dios y Redentor”. Conocer los motivos que llevan a escribir una obra ayuda mucho a entenderla. Sigue Stuart Park: “El interés de Jennes estriba en identificar el cumplimiento de las palabras de los profetas con la persona de Jesús, solo mencionado a lo largo del Oratorio bajo los nombres de Emanuel, Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz, Pastor, Rey, Señor y Salvador”.
¿Conocen estos detalles aquellos que reclinados en el sofá deleitan el alma con la música de Handel? Regresando al pasado, Park deja llorar el corazón y recuerda: “Mi propio padre leía su Biblia a diario y disfrutó de cada cadencia del Oratorio con sus ojos cerrados”.
Nosotros los abrimos, bien abiertos, para leer y entender el hermoso libro que nos ha legado el inglés de Valladolid.
En el segundo libro al que me referí al principio de este artículo Stuart Park cambia completamente de registro. Lo titula De Egipto llamé a mi Hijo. Consta de 255 páginas y catorce capítulos, en los que aborda los siguientes temas: La familia de Jacob. Judá y Tamar. En la casa de Potifar. José en la cárcel. Los sueños de Faraón. Las lágrimas de José. En la casa de José. La intercesión de Judá. La manifestación de José. El encuentro con Jacob. La familia de Jacob en Gosén. El disgusto de José. El testamento de Jacob. La última voluntad de José.
En la Biblia, la vida de José está presentada en los capítulos 37 al 50 de su primer libro, de modo muy dramático. La autenticidad histórica del relato bíblico está fuera de toda duda. Otros libros de la Biblia lo acreditan. Por otro lado, los últimos descubrimientos han confirmado que los moradores de Egipto, país al que fue llevado José tras ser vendido por sus hermanos a unos mercaderes, daban mucha importancia a los sueños y distinguían entre sueños buenos y sueños malos.
Stuart Park escribe una biografía de José en la que destaca el primer plano de la historia. Marco Tulio Cicerón, escritor y brillante orador romano que vivió en la primera mitad del segundo siglo dijo que la vida de los muertos consiste en sobrevivir en el alma de los vivos.
Es lo que yo he sentido al leer el estupendo libro de Park, que el soñador José sobrevive en mi alma, dada a la lectura de la Biblia.
Confiesa Park que la idea del libro le surgió durante un crucero por el rio Nilo en marzo 2017. “El tremendo drama que arrastró la vida de José -escribe en el prefacio-, vendido como esclavo por sus hermanos a unos mercaderes que se dirigían a Egipto, anticipa un drama mayor, el de Jesús, el Hijo de Dios, también entregado por envidia, y vendido por treinta monedas de plata… La perspectiva cristológica que informa este libro -sigue Park-, invita a una reflexión de carácter devocional”.
Tal como hace el autor del Génesis, Park también interrumpe en su narración la bella historia de José para escribir sobre uno de sus hermanos, Judá. Este hombre, conectado con el rey David, heredero de las promesas mesiánicas según la genealogía de Lucas, siempre me ha caído antipático; lo considero primer representante de lo que hoy llaman machismo. Resuelve su problema sexual entregando a cambio un cabrito y luego manda apedrear a la mujer que había embarazado, su propia nuera, a quien no había reconocido en el acto del incesto. Se me antoja que el pensamiento de Park no está lejos del mío cuando escribe que “la severidad del juicio de Judá pone de relieve el doble rasero en asuntos de moralidad vigente en aquel tiempo -y en este”.
De Egipto llamé a mi hijo redefine la vida de José, una de las más brillantes en las páginas del Antiguo Testamento. El papel de José en la crónica de los patriarcas es fundamental. La llegada de los hijos de Jacob a Egipto tuvo una importancia enorme para Israel, que encontró en él una segunda patria. Y, como escribe Stuart Park en su admirable libro, desemboca “en la figura de Cristo, destino final de la Historia, que colma las aspiraciones del hombre en su angustiado peregrinar por el mundo”.
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