Es necesario que la iglesia vuelva a sus orígenes, es decir, a la Palabra, a su lectura y comprensión, y sobre todo, a la aplicación de la misma.
Un fragmento de “Hermenéutica. Cómo entender la Biblia”, de Carlos A. Villanueva (Clie, 2018). Puede saber más sobre el libro aquí.
UNIDAD UNO
La interpretación de la Biblia
En estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo- Hebreos 1.1, 2.
Ya se ha afirmado en más de una ocasión la importancia de la Biblia para el pueblo cristiano. Hemos dicho que aunque hay mucho libro bueno, hay uno solo en el que podemos tener absoluta confianza para apoyar nuestra fe: LA BIBLIA.
John R. W. Stott: “Una vez oí decir a Alan Cole, de Sidney, que por más sorprendente que parezca, a veces Dios bendice una pobre exégesis de una mala traducción de una lectura dudosa de un oscuro versículo. Esto es verdad. Suele hacerlo. Pero eso no es una excusa para el descuido en la interpretación bíblica. Por el contrario, si la Biblia es la Palabra escrita de Dios, no deberíamos ahorrar esfuerzos ni trabajo para descubrir lo que él ha dicho (y dice) en la Escrituras”. (7)
Debemos reconocer que, en cuanto a la relación del pueblo de Dios con las Escrituras, estamos pasando por un tiempo difícil que se ha dado en llamar de analfabetismo bíblico. Hay tres aspectos que señalar en este sentido.
En primer lugar, a pesar de la gran cantidad de traducciones y ediciones de estudio de las Sagradas Escrituras, el pueblo de Dios no lee su Palabra. Es necesario volver a afirmar que la iglesia cristiana está pasando por un tiempo de alejamiento de la Palabra de Dios. Se venden Biblias, pero no se la lee ni se vive. Las Sociedades Bíblicas Unidas, se ha propuesto para este nuevo año (2014), enfatizar la lectura y aplicación de la Biblia más que sencillamente propagar el texto.
En segundo lugar, estamos asistiendo a un tiempo en el que desde los púlpitos no se predica la Biblia como se debiera. En 1742, Johann A. Bengel afirmó que “la Escritura es el fundamento de la iglesia, y la iglesia es la ‘guardiana’ de las Escrituras”.(8) Cuando la iglesia tiene buena salud, las Escrituras brillan en el mundo al que la misma ha sido llamada a ministrar. Por el contrario, cuando la iglesia está enferma o débil, el mensaje de las Escrituras se diluye o se pierde. No es un secreto que en muchos lugares del mundo, la iglesia de Jesucristo se encuentra pasando por un período de “languidez” espiritual, pues le falta el auténtico alimento que es la Palabra de Dios. Este alimento ha sido reemplazado por cierta “comida rápida” o como se la ha llamado “comida chatarra”, que llena pero no alimenta. Entre las distintas crisis que el cristianismo contemporáneo debe enfrentar está la crisis de la teología exegética. La ignorancia de las Escrituras no solo se encuentra entre los creyentes, sino también a nivel del liderazgo.
Finalmente, se debe señalar el abismo existente entre la teoría y la práctica. Esta separación tiene dos direcciones. Por un lado, están los que asisten a las iglesias o grupos de estudio de la Biblia; escuchan con atención, pero eso no se transforma en acciones. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que existe una brecha entre los pasos para una correcta exégesis, que se enseñan en los Seminarios e Institutos Bíblicos, y la aplicación de ellos en los sermones y estudios bíblicos. (9) Posiblemente, en razón del poco tiempo y elementos que tienen la mayoría de los pastores para preparar sus sermones y estudios bíblicos, tienden a buscar llenar el estudio de la Palabra para prepararse en público con el uso de libros de bosquejos y sermones.
Un erudito católico, F. Dreyfus, publicó en 1975 un artículo que se convirtió en una especie de manifiesto hecho dentro de la Iglesia Católica criticando la situación de la exégesis bíblica en su contexto.(10) Dreyfus intentaba establecer la diferencia entre una exégesis con una finalidad propia y exclusivamente científica, y una exégesis estrechamente ligada y ordenada a la vida de la iglesia. Este autor describía la exégesis propiamente científica como aquella que estudia el texto bajo todos los aspectos que pueden ser objeto de conocimiento. Su finalidad es el saber mismo y por sí mismo en torno a un texto. Para alcanzar tal finalidad, se utilizan todos los medios disponibles del saber humano y se excluye todo saber no racional. Semejante exégesis no va dirigida al gran público, al “pueblo de Dios”, sino solo a los especialistas.
Es este tipo de exégesis o interpretación bíblica el que alejó al pueblo de Dios de las Escrituras. De esta manera, se crearon lo que R. C. Sproul ha llamado los mitos que a fuerza de ser repetidos se convirtieron en indiscutibles.(11) El primero es que la comprensión de la Biblia es tarea de los “teólogos”, como lo presenta con tanta claridad la parábola de Carlos Mester o en la afirmación de Gordon D. Fee y Douglas Stuart sobre la protesta del “lego contra los profesionales”.(12) El resultado de todo esto fue que se alejó al pueblo de la Palabra y, como consecuencia, se quitó luz y vida al camino, es decir, a la vida cristiana. El segundo mito, y que se ha difundido especialmente entre los jóvenes, es que la Biblia es un libro aburrido, lleno de leyes o genealogías, que poco tienen que ver con el ser humano de hoy. Es notable que tanto desde el catolicismo (Dreyfus) como desde el mundo evangélico (Kaiser) se señale la crisis en la lectura e interpretación de la Biblia. Esto muestra que se trata de un problema que se ha generalizado en el cristianismo.(13) Sin embargo, no nos podemos quedar en la simple enunciación de la situación actual lamentándonos sobre la misma, es necesario que la iglesia vuelva a sus orígenes, es decir, a la Palabra, a su lectura y comprensión, y sobre todo, a la aplicación de la misma.
(7) John R. W. Stott, Cómo comprender la Biblia (Buenos Aires: Certeza, 1977), 197.
(8) Johann A. Bengel (1687-1752), fue un pastor y erudito luterano; nació en Alemania, realizó una edición crítica del NT griego (1734), que se convirtió en el punto de partida de la crítica textual del NT.
(9) Ver Walter C. Kaiser, Toward an Exegetical Theology (Grand Rapids: Baker Academic, 1998), 17-27.
(10) F. Dreyfus, “Exégèse en Sorbonne, exégèse en Église”, Revue Biblique 82 (1975), citado en Horacio Simian-Yofre, Metodología del Antiguo Testamento (Salamanca: Sígueme, 2001), 13.
(11) R. C. Sproul, Cómo estudiar e interpretar la Biblia (Miami: Logoi, 2004), 9-11.
(12) Gordon D. Fee y Douglas Stuart, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Vida, 1994), 11.
(13) En una conferencia realizada durante 2009 en el Seminario Internacional (Buenos Aires), Armando J. Levoratti, un reconocido biblista católico y consultor de las Sociedades Bíblicas Unidas, enfatizó la necesidad de volver a la Biblia en la tarea pastoral. Esto es otra indicación de que es un problema actual que la iglesia vuelva a sus orígenes, es decir, a la Palabra, a su lectura y comprensión, y sobre todo, a la aplicación de la misma.
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