Su orientación pastoral presidía, sin fisuras, la perspectiva del pensador evangélico.
Nuestra fidelidad en misión comienza con nuestra fidelidad en la interpretación bíblica, la cual requiere una doble contextualización del texto, primero en su situación original antigua (exégesis) y segundo la contextualización en la realidad actual (hermenéutica). Las relecturas contemporáneas deben basarse en la mejor interpretación posible del texto de ayer y de la realidad de hoy. De manera similar, la tarea de la teología, más que la de armar un “sistema” teórico de ideas abstractas, es la de aclarar el significado del evangelio para los siempre nuevos contextos de la historia. En eso consiste también la contextualidad de la misión. Los grandes cristianos han sido los que mejor han entendido su momento histórico: San Agustín ante el colapso del imperio romano, San Anselmo (y Abelardo) a inicios de la Edad Media, Tomás Aquino en el apogeo del mismo, los reformadores en el siglo XVI y Karl Barth a inicios del XX.1
Juan Stam
Entre los innumerables ensayos teológico-exegéticos del Dr. Juan Stam, figuran en un lugar privilegiado dos de ellos que, en opinión del autor de estas líneas, son de lo más granado de su producción. Se trata de “El Apocalipsis y el Imperio Romano”, publicado por primera vez en 1979 en un libro de homenaje al Dr. Wilton M. Nelson, profesor del Seminario Bíblico Latinoamericano e historiador muy reconocido.2El otro ensayo es “La Biblia, el lector y su contexto histórico. Pautas para una hermenéutica evangélica contextual”, ponencia presentada en una consulta de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) sobre hermenéutica, en septiembre de 1982, en Tlayacapan, Morelos, México.3En ambos textos se despliega, además de una enorme erudición bíblica, histórica y teológica, la gran pasión pastoral que ha caracterizado durante toda su vida al Dr. Stam. Son documentos que marcan de manera indeleble a quien los lee por primera vez y que, al desmenuzarlos con el paso del tiempo, adquieren una gran significación por su utilidad y pertinencia.
En el primero, sus palabras denotan la búsqueda de un interlocutor nada despreciable, pues se dirige a los integrantes de iglesias latinoamericanas atenazadas por la búsqueda de la fidelidad a la Palabra de Dios y, al mismo tiempo, por las exigencias de un tiempo complejo que requería respuestas sólidas basadas en la fe. Esta combinación de factores lo llevó a articular un discurso en el que se fundieron algunos de los más recientes avances de la investigación bíblica, así como los logros de la lingüística y hermenéutica. Su horizonte de análisis es expuesto de manera transparente:
Por una parte, el exégeta busca entender el mensaje bíblico dentro de la mayor fidelidad al contexto histórico original (esta se suele llamar exégesis gramático-histórica). A la vez, como discípulo del Señor, el exegeta está llamado a obedecer y proclamar el evangelio aquí y ahora. Le incumbe la tarea de entender a fondo nuestro propio contexto en todas sus dimensiones, y de captar la relación dinámica entre el mensaje bíblico y la Palabra de Dios para nuestra situación contemporánea. Sin percibir este mensaje actual, no habrá realmente escuchado la Palabra. (p. 2)
El cuidado que propone al momento de acercarse a los textos bíblicos para lograr la mayor fidelidad a su mensaje lo hace prevenir acerca de los riesgos de interpretaciones superficiales o dominadas por las modas ideológicas de la época. Su panorama estaba dominado, en ese momento, por lo acontecido en Centroamérica, específicamente el triunfo de la Revolución Sandinista. Continuamente, Stam advierte acerca de los peligros de contextualizar el mensaje bíblico a partir del enorme déficit “heredado del fundamentalismo norteamericano” y de la “casi total desorientación en amplios sectores evangélicos en cuanto a los mínimos criterios de sana interpretación de la Palabra de Dios. A partir de la teoría de la lectura neutral, apolítica y ahistórica de la Biblia, se van produciendo cada día más distorsionadas interpretaciones de las Escrituras”.
Su propuesta, entonces, parte de considerar que los lectores son “de carne y hueso”, por lo que la crítica a las lecturas misioneras que plantean cierta “superioridad cultural” quedan fuera del planteamiento de fondo que hace, con la que, además, se adelantó a posturas que más adelante habrían de ocupar el escenario teológico. Para Stam, los lectores evangélicos centroamericanos:
Tienen cuerpo, apetitos e instintos; comen y duermen. Su cuerpo tiene sexo, masculino o femenino, y como tales les llega la Palabra divina: así es de esperarse que las hermanas hablan de leer la Biblia como mujeres que son, los varones como hombres. Ese cuerpo tiene también piel, y esa piel tiene color. En la medida en la que el indígena y el negro han sido enseñados a leer la Biblia como su fuera un “libro blanco”, y a verse a sí mismos sólo en el espejo de los ojos de anglos-europeos blancos, en esa misma medida se ha instrumentalizado la Biblia con forma de racista y por ende pecaminosa (p. 3).
Además de su contexto propio, los lectores centroamericanos deberían conocer la teología de los reformadores, así como el “evangelismo clásico” inglés que, en gran medida, había moldeado su fe sin que ellos se dieran cuenta: “Esta herencia trae grandes valores espirituales, y grandes peligros. El lector evangélico debe darse cuenta de este bagaje teológico y cultural que ha heredado, y en vez de imponerse inconscientemente sobre las Escrituras, debe someterlo al implacable juicio crítico del texto bíblico en cada momento”. A continuación, sirviéndose de una cita de Gerhard von Rad, demuestra la importancia de considerar la intervención de Dios en la historia para dirigirse a su pueblo en medio de ella. La “primacía de lo histórico”, sostiene, es la plataforma desde la cual debe leerse el texto bíblico. Desde allí explica los peligros de una lectura desapegada de la historia y de la alegorización extrema de los textos de la Biblia, la espiritualización, el reduccionismo y la dicotomía, tan presentes en los medios evangélicos de la época.
Sobre el reduccionismo, Stam es tajante: “El reduccionismo individualista que predomina en grandes sectores del protestantismo centroamericano, fielmente reflejado en el comentario que hemos citado, no es ni bíblico ni evangélico. Esencialmente, es herencia cultural occidental del Renacimiento, la Iluminación, al capitalismo burgués, el pietismo, y (por increíble que parezca) del modernismo liberal inspirado en Schleiermacher. Si bien es cierto que el evangelio es un mensaje profundamente personal, lo son en el contexto integral de la comunidad y de la historia, nunca en sustitución evasiva de ellas” (pp. 7-8).
Lo siguiente es la exposición de la “búsqueda de una hermenéutica fielmente histórica”, la cual se caracteriza por seguir la línea escritural de la encarnación para, de ese modo, hacer aterrizar el mensaje bíblico a las realidades humanas concretas. Se trata, según sus palabras, de que el modelo encarnacional permee la interpretación bíblica: “El modelo cristológico de encarnación, cruz y resurrección, como también los modelos hermenéuticos dentro de la biblia misma, nos obligan a una hermenéutica que tome con toda su seriedad la historia bíblica, que tome con toda su seriedad también nuestra propia historia actual como instancia hermenéutica, y que hace de la palabra viva nos interpela en cada momento” (p. 9).
El “discipulado obediente” es otra premisa en esta labor de acercamiento a los textos sagrados, pues así será posible encontrar el punto medio del papel del individuo en el marco de la historia de la salvación, lo que lleva al énfasis misionero propio de toda lectura genuinamente cristiana: “La hermenéutica viene a ser, entonces, el dialogo entre el texto-bíblico y el contexto misio-histórico” (p. 11). La misión, propiamente dicha, rebasa los marcos meramente espirituales y religiosos para impactar “la realidad socioeconómica y geo-política del proceso histórico”. Es ente punto donde se detiene a exponer el problema del “círculo hermenéutico” desde esta dimensión pastoral y eclesial a partir de elementos tomados del trabajo de Rudolf Bultmann y Juan Luis Segundo que plasma en un cuadro explicativo que va al corazón del asunto, pues va de la nueva vivencia histórica (realidad) hasta la concientización ideológica (relectura), pasando por l concientización teologal (relectura) y la nueva vivencia teologal (hermenéutica) bajo la advertencia de que ninguno de estos elementos en nada contradicen la fidelidad de las Escrituras, “sino que son la mejor manera de serles fieles, viviendo plena y responsablemente nuestra propia realidad histórica (como nos exige la fidelidad bíblica) y cuestionando bíblicamente todas las tradiciones e interpretaciones humanas, sociológicamente condicionadas, a la luz de nuevas vivencias históricas y nuevas lecturas de la Palabra” (p. 16).
Finalmente, se plantea la necesidad de la contextualización y la relectura, aspectos que los medios evangélicos más tradicionales veían con mucha sospecha en aquellos años, debido a que, sobre todo el segundo sonaba como muy “católico” para los oídos de las comunidades. Para referirse a ello, Stam no dudó en echar mano del aprovechamiento de algunos trabajos del filósofo protestante francés Paul Ricoeur (1913-2005), mediado por la lectura divulgativa de la estudiosa argentina Beatriz Melano (1931-2004), así como de algunos ensayos de José Severino Croatto (1930-2004), profesor católico de larga trayectoria en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET). Los paradigmas y parámetros surgidos de esta reflexión, sugiere Stam, deben ser aplicados con una fuerte crítica de los mismos a fin de que pueda brotar el mensaje bíblico fresco para iluminar las nuevas situaciones humanas. Para este énfasis se sirve también de algunos ensayos del teólogo metodista argentino José Míguez Bonino (1924-2012) y del exegeta francés Oscar Cullmann (1902-1999).
Como conclusión, observa que el Espíritu Santo es quien dirige la labor interpretativa al interior de la iglesia, para lo cual cita a varios autores y finaliza con estas palabras: “El pueblo evangélico latinoamericano, lleno del Espíritu Santo y también plenamente inmerso en nuestra misión histórica, se encuentra frente al mayor reto hermenéutico de su historia: oír, con nuevos ‘oídos’ abiertos cada día por el Espíritu, la Palabra viva del Señor de la historia, quien nos llama, aquí y ahora, a entender los tiempos, escuchar su Palabra, y hacer su voluntad” (p. 23). Queda claro que su orientación pastoral presidía, sin fisuras, la perspectiva de este pensador evangélico que se ha tomado muy en serio la clarificación de la tarea hermenéutica en el seno de las iglesias. Ése es uno de sus mayores méritos.
1#Jacqueline Alencar, “Juan Stam: Leamos el Apocalipsis en clave pastoral”, en Magacín, supl. de Protestante Digital, 16 de febrero de 2014,http://protestantedigital.com/magacin/14253/Juan_Stam_Leamos_el_Apocalipsis_en_clave_pastoral.
2#Cf. C. Álvarez y P. Legget, eds., Lectura teológica del tiempo latinoamericano. Ensayos en honor al Dr. Wilton M. Nelson. San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1979.
3#Véase en: Boletín Teológico, FTL, núm. 10-11, abril de 1983, pp. 27-72; y en Pastoralia,IV, 8, julio de 1982. Fue recogido finalmente en Arturo Piedra, ed.,Haciendo teología en América Latina: Juan Stam, un teólogo del camino. Vol. I. San José, 2004, pp. 49-80. Aquí se cita del sitio:https://docgo.net/philosophy-of-money.html?utm_source=juan-stam-la-biblia-el-lector-y-su-contexto-historico&utm_campaign=download.
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