Nos parece de gran interés conocer los rasgos de la nueva identidad que adquirieron estos gallegos evangélicos ya que, al producirse la conversión a la nueva fe, abandonaron de inmediato sus ancestrales y arraigadísimas creencias populares.
Un fragmento de “Galicia insumisa. Orígenes, Impacto y Resistencia del Protestantismo Gallego hasta 1931”, de Evangelina Sierra (2018, Clie). Puede saber más sobre el libro aquí.
“Considerar las dimensiones simbólicas de la acción social –arte, ideología, ciencia, ley, moral, sentido común– no es apartarse de los problemas existenciales de la vida para ir a parar a algún ámbito empírico de formas desprovistas de emoción; por el contrario, es sumergirse en medio de tales problemas.”(1)
La entrada de nuestro país en la contemporaneidad fue, como es bien conocido, un titubeante y difícil proceso jalonado de repetidos y dolorosos intentos por implantar los derechos y libertades de los ciudadanos que ya habían sido reconocidos en otras naciones del mundo occidental. Uno de estos derechos fundamentales que trataban de abrirse paso en España era el de la libertad de conciencia, fundamentalmente referida en aquel preciso contexto al protestantismo, ya que esta era la opción religiosa que había sido terminantemente prohibida en este país desde el siglo XVI. En el presente trabajo hemos estudiado un colectivo cuya actividad e impacto social han sido escasamente investigados, pero que ha resultado muy relevante en este proceso de modernización en España: nos referimos a la comunidad protestante gallega formada y desarrollada en el período que comprende desde la Revolución de 1868 hasta la llegada de la II República.
En 1868 triunfó, por primera vez en territorio nacional, la revolución que condujo al reconocimiento legal de esos derechos civiles, tan ansiados por algunos sectores de la población. Por primera vez en la historia del país, se reconocía legalmente entre ellos el derecho a profesar abiertamente una religión diferente a la católica apostólica romana, lo que pretendía que los ciudadanos no católicos no sufriesen una merma en su cualidad de españoles por motivo de su confesión religiosa.
Dada la apertura política y las garantías constitucionales que le siguieron, las sociedades misioneras evangélicas extranjeras, que ya estaban tratando de establecerse sobre el terreno, se instalaron rápidamente en el país para comenzar a promocionar una doctrina hasta ese momento prohibida por ley para los nacionales.
Con esta instalación en un territorio que consideraban objetivo misionero desde las últimas décadas del siglo XVIII, se cumplía el deseo de evangelizar España bajo la perspectiva protestante, inculcando en sus ciudadanos los valores espirituales, políticos y sociales que esta opción religiosa había ido elaborando en los países de Europa en los que había podido desarrollarse plenamente desde hacía cuatro siglos. Paralelamente, nuestro país se había resguardado eficazmente de esos valores, no sólo por medio del férreo control social a través del miedo y la desconfianza hacia lo foráneo, generados desde las instancias de poder en la población, sino, además, forjando en ella un concepto de la identidad española (2) como una esencia inseparablemente asociada a la fe católica.
Una de las sociedades protestantes extranjeras que atravesaron nuestras fronteras con sus efectivos misioneros fue la conocida como Asambleas de Hermanos (Plymouth Brethren). Los dirigentes espirituales de esta sociedad interpretaron que, con el brusco cambio político sobrevenido, las anteriores estrategias proselitistas que se habían venido desarrollando en la península de manera esporádica a lo largo del siglo –a través de la acción de sociedades bíblicas o de individuos particulares que, de manera un tanto romántica, se adentraban arriesgadamente en el país para difundir los textos sagrados–, carecían ahora de sentido, ya que el reconocimiento del derecho a la libertad de culto y al proselitismo les otorgaba nuevas garantías para su integridad física en el ejercicio de sus actividades de difusión. Consecuentemente, para ellos el siguiente paso era instalarse en España de manera permanente y realizar la acción evangelizadora de forma estable desde dentro del país y al lado de los ciudadanos españoles.
A diferencia de otras organizaciones e iniciativas protestantes, este tipo particular de sociedad misionera –que había nacido a primeros del siglo XIX, dentro del movimiento de renovación espiritual experimentado en Gran Bretaña– se distinguió inmediatamente por su carácter escéptico respecto a la acción política o al asociacionismo con otros movimientos y agrupaciones (tanto si se trataba de iniciativas protestantes como, con mayor razón para ellos, de otras de índole social, cultural o político). Se había centrado únicamente en la formación de núcleos orientados a la vivencia de la espiritualidad individual como hecho fundamental e imprescindible, pero, al mismo tiempo, coordinados con el resto de los aceptados como miembros de esa misma comunidad de creyentes.
Este tipo particular de protestantismo, caracterizado por esa radical voluntad de mantenerse al margen de interrelaciones con otro tipo de agrupaciones modernizadoras, hizo su aparición en Galicia en 1875. En ese momento ya se había vuelto al conservadurismo político del sistema canovista en la forma de Restauración monárquica, lo que iba a provocar el mayor recorte posible a la libertad de conciencia y culto, limitando aquella situación legal previamente lograda durante el sexenio hasta alcanzar los asfixiantes mínimos impuestos por una ley de tolerancia religiosa altamente restrictiva, que vería en cualquier gesto o reivindicación particular un inadmisible acto público de provocativa ofensa a la religión establecida: no descubrirse ante el viático, no celebrar los ritos de paso religiosos y, sobre todo, rechazar la presencia del párroco en la propia agonía, renunciando a recibir los sacramentos finales, por ejemplo, eran decisiones personales que iban a convertir la presencia y actividad protestante en un conflicto permanente por el choque a veces muy virulento, entre las fuerzas religiosas –convencidas de que se trataba de un ataque a su autoridad– y poderes civiles a ellas asociados, por un lado, y las tímidas comunidades protestantes gallegas compuestas por individuos autóctonos de extracción social humilde (en la práctica totalidad de los casos), de escasos recursos económicos y precaria o nula formación académica, por otro.
En definitiva, la institución religiosa se sentiría atacada inadmisiblemente y actuaría con todo el formidable peso de su poder, entablando una batalla muy desigual contra individuos anónimos, hombres y mujeres sin excesiva capacidad de influencia (ya que no se trataba de intelectuales o personalidades relevantes de la política o de las élites sociales gallegas); sin embargo fueron personas que, con su insistencia a la hora de reivindicar ciertos derechos que la propia restrictiva ley les garantizaba (pero que la presión clerical sobre las autoridades civiles conculcaba continuamente), iban a retar al poder establecido de una manera formidable durante décadas; este apasionante movimiento de resistencia y reivindicación ha pasado desapercibido para la historiografía contemporánea de Galicia hasta este momento.
Por ello, nos hemos planteado descubrir la trascendencia que tuvieron estas comunidades disidentes del catolicismo oficial en la Galicia contemporánea pre-republicana (por ser un país de carácter fuertemente rural, con todo el peso ideológico y simbólico que ello implicaba), en un contexto político en el que la pluralidad religiosa no era reconocida como un valor asumible y respetable, y en el que la percepción de esta particular heterodoxia se interpretaba todavía, de manera anacrónica, como un abandono traidor de los valores de la identidad que caracterizaba a todos los buenos ciudadanos españoles.
Nos ha interesado analizar, en primer lugar, las causas de esta intolerancia religiosa militante y la insistencia en transmitirla a la sociedad española decimonónica, mediante una furibunda estigmatización del protestantismo y de sus estrategias de penetración (especialmente las seguidas por esta opción religiosa para conseguir la máxima difusión de la Biblia en castellano). Nos llama la atención que las fuentes consultadas repiten hasta la saciedad que el efectivo heterodoxo era totalmente insignificante, pero, sin embargo, el rigor y la contundencia de las medidas que se adoptaron o que se exigía al gobierno que adoptara contra esa supuestamente insignificante” disidencia, resultan totalmente desproporcionadas. ¿Se explica la obsesión del sector religioso y conservador contra estos minoritarios y aislados disidentes, y su beligerante acción represora contra ellos, únicamente en términos de miedo a la pérdida de sus seculares “privilegios y monopolio religioso”? (3)
Asimismo, nos parece de gran interés conocer los rasgos de la nueva identidad que adquirieron estos gallegos evangélicos ya que, al producirse la conversión a la nueva fe, abandonaron de inmediato sus ancestrales y, hasta ese momento, arraigadísimas creencias populares, las cuales eran el resultado del secular sincretismo entre manifestaciones mágico-paganas (especialmente aquellas relacionadas con la muerte) y el catolicismo tridentino que quiso implantarse oficialmente desde el siglo XVI. (4)
(1) GEERTZ, C. La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 1996, pág. 40.
(2) Concepto que entendemos en la línea que describe el profesor Lisón Tolosana: “Identidad pretende ser el significante de la diferencia específica, de lo que subsiste y singulariza, el signo de lo particular pero permanente. Esta acepción inseparable de la cultura y de la política va acompañada de factores ideológico-morales y medra en símbolos, rituales y ceremonia.” Vid.: LISÓN TOLOSANA, C. Las máscaras de la identidad. Claves antropológicas. Barcelona, Ariel, 1997, pág. 11.
(3) Hipótesis que sugiere, entre otros autores, Julio de la Cueva. Vid.: CUEVA MERINO, J DE
LA. Clericales y anticlericales. El conflicto entre confesionalidad y secularización en Cantabria (1875-1923) Santander, Universidad de Cantabria, 1991, pág. 182.
(4) Fernández Canosa hace referencia a la completa desaparición en el universo simbólico de los protestantes de la creencia en la Santa Compaña, y constata el total abandono de las prácticas de adivinacióny brujería, vid.: FERNÁNDEZ CANOSA, “Xustificados pola fe: as Igrexas Evanxélicas-Asambleas de Irmáns” en GARCÍA QUINTELA, M. V. (coord.). Las religiones en la historia de Galicia. Semata, Ciencias Sociais e Humanas, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1996, pág. 609.
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