¡Quiera Dios que al leerlo y meditarlo, seamos capaces de entrar verdaderamente en el espíritu de este salmo; si lo logramos, tenemos la absoluta certeza de que viviremos la experiencia de los días del cielo aquí en la tierra!
Un fragmento de “El salmo del pastor”, de C.H. Spurgeon (editor Eliseo Vila, Editorial Clie, 2017). Puede saber más sobre el libro aquí.
No hay título inspirado para este Salmo, y no le hace falta, porque no registra suceso especial alguno, y no precisa de otra clave que la que todo cristiano puede hallar en su propio pecho.(1) Es la «Pastoral celestial» de David; una oda magnífica, que ninguna de las hijas del Canto (2) puede sobrepasar. El clarín de guerra cede aquí su puesto a la flauta de la paz, el que había estado gimiendo y lamentándose anteriormente de los males del Pastor, practica y canta aquí con la mejor afinación los goces del rebaño.(3) Sentado bajo un árbol frondoso, con el rebaño a su alrededor, como el joven pastor en el Valle de la Humillación del que nos habla Bunyan,(4) vemos aquí a David cantando esta pastoral incomparable con el corazón tan lleno de gozo y alegría como pueda estar; suponiendo que el salmo fuera escrito en los años de su madurez, vemos aquí con certeza cómo su alma regresa a la contemplación de los arroyos solitarios que serpenteaban susurrantes entre los pastos del desierto, donde había morado durante los años de su juventud.(5) Esta es la perla de los Salmos, cuyo fulgor puro y suave deleita los ojos; una perla de la que el Helicón (6) puede sentirse orgulloso, pero el Jordán la reclama. Se puede afirmar de este canto deleitoso, que si bien su piedad y su poesía son equivalentes, su dulzor y su espiritualidad son insuperables.
La posición de este Salmo en el salterio es digna de mención especial.(7) Sigue al salmo veintidós, que es de modo peculiar el Salmo de la cruz. Con anterioridad al salmo veintidós, no hay verdes prados ni aguas tranquilas; es tan solo después de haber leído: “Díos mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” que llegamos a: “El Señor es mi pastor”. Es necesario que conozcamos por propia experiencia el valor de la sangre derramada, y veamos la espada desenvainada y levantada contra el Pastor,(8) antes de que podamos conocer y entender verdaderamente la dulzura de los cuidados del Buen Pastor. Se ha dicho que esta oda es lo que es el ruiseñor entre los pájaros, maravillosa entre los Salmos, porque ha cantado y sonado dulcemente en el oído de muchos afligidos en la noche de su llanto y les ha traído la esperanza de una mañana de gozo.(9) Yo me atrevo a compararlo también a una alondra, que canta cuando levanta el vuelo y sigue cantando mientras remonta por los aires, y aun cuando la perdemos de vista seguimos escuchando en la distancia sus gorjeos.(10) Fijémonos en las palabras finales con las que concluye: “En la casa de Jehová moraré por largos días”; son notas celestiales, más adecuadas para las mansiones eternas que para las tristes moradas que habitamos aquí bajo las nubes. ¡Quiera Dios que al leerlo y meditarlo, seamos capaces de entrar verdaderamente en el espíritu de este salmo; si lo logramos, tenemos la absoluta certeza de que viviremos la experiencia de los días del cielo aquí en la tierra!
C. H. Spurgeon
Estructura: C. H. Spurgeon no incluye en su texto un bosquejo para este salmo. En su defecto hemos considerado oportuno transcribir el de J. R. Litleproud, que el gran comentarista del siglo XX William MacDonald cita en su comentario como “tan bueno que sería difícil mejorarlo”:
El secreto de una vida feliz: toda necesidad es suplida. (23:1-3) «Jehová es mi pastor; nada me faltará».
El secreto de una muerte feliz: todo temor es quitado. (23:4-5) «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo».
El secreto de una eternidad feliz: todo deseo es cumplido. (23:6) «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días»(11)
1. Aunque el título más común y más conocido dado por la tradición cristiana al salmo veintitrés es el de “El salmo del Pastor”, y bajo esta perspectiva se han publicado numerosos y excelentes libros por mencionar dos de los más conocidos: “Chiefe Shepheard” de Samuel Smith, publicado en 1625 y muy citado por Spurgeon; y “A Shepherd Looks at Psalm 23” de Philip Keller, publicado en inglés en 1970 y del cual, traducido a numerosos idiomas, se han vendido cerca de dos millones de ejemplares; y aun admitiendo que todos ellos contribuyen de manera sustanciosa a una mejor comprensión del salmo, aclarándonos importantes detalles de la relación entre un pastor y su rebaño que de otro modo nos pasarían desapercibidos, conviene no perder de vista que el Salmo 23 no es esencialmente una exposición de cómo el Pastor ve a sus ovejas, sino más bien de cómo las ovejas ven y entienden a su Pastor. En nuestra opinión quizás resultaría, por tanto, más propio titularlo “El Salmo de la Oveja”, ya que ese es, en realidad, su verdadero sentido. Al respecto consideramos muy acertada la decisión adoptada por los traductores de la versión española del libro de Keller [Editorial Caribe. Miami, 1989], que en lugar de traducir literalmente el título inglés como “El Salmo 23 visto por un pastor” optaron por el título más amplio pero más ajustado a esta idea: “La vida en el redil”.
2. Eclesiastés 12:14.
3. Arnobio el Joven [siglo V] en su “Comentario al Salmo 23” ve en él el triunfo del resucitado. «En el Salmo anterior (Salmo 22) encontramos la tribulación y los sufrimientos de la Pasión. Aquí nos deleitamos con el gozo de la resurrección». Teodoreto de Ciro [393-458] se expresa al respecto en los siguientes términos: «Tras haber exclamado en el salmo anterior (Salmo 22) que: “Comerán los humildes, y serán saciados; alabarán a Jehová los que le buscan; vivirá su corazón para siempre” (22:26), y que: “comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo” (22:29), aquí en el Salmo 23 nos habla de Aquel que les ha de proporcionar esa comida llamándole Pastor. Pues este es el nombre con que Cristo el Señor se identificó a sí mismo. “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10:14). Y con ese mismo nombre se identifica también a sí mismo por boca del profeta Ezequiel: “Y suscitaré para ponerlo al frente de ellas a un solo pastor, y él las apacentará” (Ezequiel 34:23). Por ello, todos los que participan de los verdes pastor de salvación exclaman ahora gozosos: “El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).
4. Se refiere a John Bunyan [1628-1658] autor de “El Progreso del Peregrino”, y más concretamente a la segunda parte del mismo, titulada “La Peregrina” (publicadas ambas por CLIE), donde en el capítulo 11 se cuenta cómo Cristiana y sus hijos junto con Gran Corazón, al entrar en el “Valle de la Humillación”, se encontraron con un muchacho que cantaba mientras apacentaba las ovejas de su padre.
5. Aunque no se conoce a ciencia cierta la ocasión y las circunstancias en que David escribió este salmo, no parece probable que fuera en su juventud, es decir, en su época de pastor; las expresiones de los versículos 5 y 6: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”, así como la alusión a “la casa del Señor” que algunos entienden como una referencia al futuro templo que David tenía en mente edificar (2ª Samuel 7), aunque no necesariamente deba entenderse así puesto que la expresión “casa del Señor” se utilizaba ya en épocas anteriores a David (Éxodo 23:19; Jueces 28:31; 1ª Samuel 117), son más características del David rey que del David pastor de ovejas. Varios exégetas coinciden en pensar que el Salmo 23 tienen su origen en la época en la que David era perseguido por su hijo rebelde, Absalón, y tuvo que exilarse de Jerusalén, hacia los campos de Bahurim (2ª Samuel 16:5,14). Probablemente, fue en la soledad de las noches de insomnio, mientras meditaba y daba vueltas a su desgracia, después de haberse repetido una y mil veces la pregunta “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, que escuchó, a lo lejos, el sonar de los cencerros de un rebaño de ovejas y le hizo recordar los tiempos de su juventud, su época de pastor, (1ª Samuel 16:11; 17:15, 28, 34-36). Entonces, la paz inundó su alma y vino a su mente esta preciosa alegoría que le hizo exclamar: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará”.
6. Se refiere al Monte Helicón, situado entre el monte Parnaso y el Citerón (actualmente conocido como Elatiás) en Grecia. Según la mitología griega, tenía cualidades divinas y en él habitaban las musas, las diosas inspiradoras de la poesía, los cantos y las artes. Spurgeon crea aquí un hermoso contraste entre el simbolismo de Helicón, máximo exponente para los antiguos de la inspiración poética, y el Jordán, símbolo de la espiritualidad y del tránsito a la otra vida. Viene a decir que el salmo veintitrés junta la más sublime poesía con la más profunda espiritualidad.
7. La posición o situación del salmo veintitrés en el Libro de los Salmos es peculiar y significativa. Casi todos los comentaristas coinciden en que no es casual. Situado a continuación del Salmo 22, el Salmo que Jesús citó desde la Cruz y que comienza diciendo “Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado” y el Salmo 25 donde el salmista exclama “Mírame y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido”, el Salmo 23 viene a ser como un oasis en mitad del desierto.
8. Zacarías 13:7.
9. El salmo veintitrés expone claramente las cuatro características fundamentales de la manera en que Dios, como Pastor, cuida de nosotros sus ovejas, proporcionándonos:
1. Provisión: “Nada me faltará” (23:1,2);
2. Dirección: “Me guiará por sendas de justicia” (23:3);
3. Protección: “Tu vara y tu cayado mi infundirán aliento” (23:4); y
4. Esperanza: “En la casa de Jehová moraré para siempre” (23:5,6).
10. Una figura bastante común entre los poetas británicos del Romanticismo. Creemos que podría tratarse en este caso de una alusión a los versos del escocés Robert Burns [1759-1796], en “Again Rejoicing Nature”, sexta estrofa, donde dice: “And when the lark, between light and dark,/ Blythe awakens by the daisy ́s side,/ And mounts and sings on flittering wings,/ A woe- worn ghost I home-ward glide”. Era una de las figuras favoritas de Spurgeon y la usaba con bastante frecuencia, como podemos comprobar en uno de sus más conocidos sermones, “Singing Saints”, “Santos que cantan”, sobre el Salmo 34:4, predicado en el Metropolitan Tabernacle el 3 de octubre de 1886, donde repite la misma figura: «Vamos camino a la gloria, así que cantemos mientras completamos nuestra jornada, y como canta la alondra cuando remonta el vuelo, batiendo sus alas al compás de su música y aumentando su canto conforme sube por los aires, que así suceda con nosotros en nuestro ascenso hacia las puertas del cielo: cada día un salmo, cada noche una marcha que se ha completado y que nos acerca al hogar; más cercanos a la música del cielo y con mayor capacidad para imitarla».
11. Matthew Henry [1662-1714] lo estructura de la siguiente forma: «En este breve, pero delicioso salmo, bien conocido de los creyentes: I. El salmista reconoce en Jehová a su pastor (v. 1). II. Narra sus experiencias de las bondades que ha tenido para él este divino pastor (vv. 2, 3, 5). III. Infiere de aquí que no ha de faltarle ninguna cosa buena (v. 1), que no tiene por qué temer ninguna cosa mala (v. 4) y que Dios nunca lo abandonará en el camino de la misericordia, por lo que él resuelve no abandonar jamás a Dios en el camino del deber (v. 6).
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