Esta novela constituye una sátira demoledora contra las utopías del hombre.
Aldous Leonard Huxley nació en Godalmin, condado de Surrey, Inglaterra, el 26 de julio de 1894. Era nieto del sabio filólogo evolucionista Thomas H. Huxley. Estudió en las célebres universidades de Eton y Oxford, donde se graduó en Medicina. Desde muy joven se sintió atraído por la literatura. A los 25 años formaba parte del equipo editorial de la revista Atheneum y más tarde fue crítico literario de otra publicación, la Westminster Gazette.
Su primera novela apareció en 1921 con el título “Los Escándalos de Crome”. A partir de esa fecha se dedicó a escribir y a viajar por Europa, especialmente Italia. En 1937 decidió instalarse en California. Su nombre estaba por entonces unido a un tipo de novela intelectualizada, sarcástica, pero con una profunda preocupación por los problemas del mundo contemporáneo. Falleció en Los Ángeles, California, el 22 de noviembre de 1963 a los 69 años.
Viernes 22 de noviembre de 1963. El presidente norteamericano John F. Kennedy, de 46 años, recorre las calles de Dallas en un coche descubierto en compañía de su esposa Jacqueline y del gobernador de Texas, John Connally. Tres disparos, efectuados desde el quinto piso de una casa que dominaba el recorrido oficial, hieren de gravedad al presidente, quien muere en el hospital treinta minutos después del atentado. El mismo día y casi a la misma hora fallece en Los Ángeles el escritor Aldous Huxley. Con Huxley desapareció uno de los escritores más brillantes de este siglo. Inteligente, incisivo y burlón, chispeante, profundo, profeta del futuro. Huxley siguió paso a paso a sus contemporáneos desde el escepticismo de la posguerra hasta la angustia trágica de un mundo impersonal. En sus últimos años, hastiado de las religiones tradicionales, se volvió hacia la mística oriental en una nueva exploración del Absoluto. Dios –repite incesantemente Huxley- está más allá de toda definición, de todo concepto, de toda representación humana. “Dios es la razón que justifica todo lo que es noble, bello y heroico”, dice el Salvaje de “Un Mundo Feliz”.
Su obra más célebre y posiblemente la más polémica fue “Contrapunto”, Huxley expuso en este libro las preocupaciones intelectuales predominantes en la sociedad inglesa de la época posterior a la primera guerra mundial (1914-1918). En “Contrapunto” aparecen las primeras rendijas por donde se introduce la mística en el universo de Huxley, que el autor desarrollará más ampliamente en obras postreras. La música de Beethoven acaricia los oídos de Spandrell en el momento en que espera la muerte: “Lentamente, lentamente, la melodía se fue desarrollando… Era una música sin pasión, transparente, pura y cristalina, como un mar tropical, como un lago alpino… La serenidad convaleciente era la paz de Dios. La combinación de las tramas de melodía era el cielo; treinta compases lentos habían constituido el cielo”.
“Un Mundo Feliz”, el libro más leído de todos los que escribió Huxley, se publicó en 1932 con el título inglés “Brave New World”. Aparecía en medio de la Gran Depresión norteamericana, cuando los valores y las ilusiones que parecían sostener las columnas del poderoso país quedaron reducidas a escombros. Esta novela formó parte inseparable del bagaje intelectual e ideológico de aquellos jóvenes franceses que encendieron la revolución estudiantil en mayo de 1968 y, al mismo tiempo, de los hippies de los años 70.
Aun cuando el autor encabeza su novela con una cita del filósofo ruso Nicolás Berdiaeff, donde se afirma que “las utopías son realizables”, que “la vida marcha hacia las utopías”, “Un Mundo Feliz” constituye una sátira demoledora contra todas las utopías del hombre.
El personaje central de la novela es el Salvaje, que se levanta con gesto rebelde ante una sociedad materializada, sin corazón. Huxley sitúa al Salvaje en un hipotético estado mundial en el siglo séptimo después de Ford. Este Ford, impersonal y misterioso, ¿no tiene muchos puntos de semejanza con el Godot del irlandés Samuel Beckett? En “Un Mundo Feliz” primero y en “Esperando a Godot” después, Huxley y Beckett advirtieron sobre los peligros de nuestra civilización, deslumbrada por una técnica que acabará destruyendo los derechos fundamentales del individuo y su capacidad para decidir por sí mismo. En ambos libros se advierte una realidad religiosa y un intenso simbolismo metafísico. Los personajes de “Esperando a Godot”, como en el Salvaje de “Un Mundo Feliz”, se desconciertan y se angustian porque se saben presos de la mecánica humana. Viven desorientados en un mundo cruel, donde todo es monotonía, angustia ante lo doloroso de la existencia de las personalidades conscientes.
Lucky, el personaje más lastimero de “Esperando a Godot”, representa todo su papel con una cuerda rodeándole el cuello. El Salvaje de “Un Mundo Feliz” decide correr el nudo hasta que sus pies balancean bajo la clave del arco. El suicidio de Salvaje, ¿simboliza el fracaso de la ilusión, la muerte de la esperanza?
Huxley quiso advertirnos sobre la angustia del hombre moderno ante el desamparo de sus ideales en medio de la borrasca. Desde sus primeras páginas nos avisó que “Un Mundo Feliz” era un libro acerca del futuro. “Un libro sobre el futuro –añadió- puede interesarnos solamente si sus profecías parecen destinadas, verosímilmente, a realizarse”.
Se están realizando. Se están cumpliendo las profecías. Por eso Huxley, más de medio siglo después de su muerte, continúa siendo uno de los autores más leídos, especialmente por el elemento juvenil. Estos días en que se habla de las investigaciones sobre la clonación de seres vivos, UN MUNDO FELIZ ha recobrado actualidad palpitante, porque el tema ya fue apuntado por Huxley en este libro satírico. Como también acertó el autor inglés cuando pronosticó la decadencia moral de la sociedad del futuro, esta que estamos viviendo. Y las luchas inútiles del hombre por hallar la felicidad en la tierra. La felicidad programada no satisface. Cuando Lenina dice: “Hoy día todo el mundo es feliz”, Bernard le responde: “Sí, hoy día todo el mundo es feliz. Eso es lo que ya les decimos a los niños a los cinco años. Pero ¿no te gustaría tener la libertad de ser feliz… de otra manera?” Tal vez a la manera de John en el capítulo XIII de la novela; contemplando la cruz, imitando la vida de Jesús. Porque bajo nuestros pies sólo hay tierra movediza y lo que esta tierra produce es una “felicidad falsa, embustera”.
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