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La conversión de la Magdalena, de Fray Pedro Malón de Echaide

La calumnia es un asesinato moral. Según Shakespeare la calumnia vive hereditariamente y se establece a perpetuidad. Fray Pedro Malón de Echaide es heredero de aquella curia vaticana y anduvo en sus mismos pasos.

EL PUNTO EN LA PALABRA AUTOR Juan Antonio Monroy 29 DE SEPTIEMBRE DE 2017 06:50 h

"La conversión de la Magdalena", de Fray Pedro Malón de Echaide, edición de Ignacio Arellano, Jordi Aladro y Carlos Mata Induráin, 680 páginas, Nueva York 2014.



Malón de Echaide nació en Cascante, Navarra, hacia 1530 y murió en Barcelona en 1589. Estudió en Salamanca y fue discípulo de Fray Luis de León. Ejerció como profesor en Burgos y prior en conventos de Zaragoza y Huesca. Aquí desempeñó la cátedra de Sagrada Escritura. Durante el período 1578 a 1583 escribió en Huesca “La conversión de María Magdalena”, única obra del autor.



La edición que estoy comentando ha sido realizada por tres profesores de la Universidad de Navarra en colaboración con la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos: Ignacio Arellano, Jordi Aladro y Carlos Mata, quienes dicen en el prólogo: “La conversión de la Magdalena se revela como obra típica de un meridional. Sería sencillamente imposible suponer que un europeo, por ejemplo, un suizo, un alemán o un noruego hayan podido escribir libro semejante. En cambio, en nuestro español se dan la mano el espíritu clásico de Roma y el orientalismo semítico de la Biblia”.



La edición original del libro fue impresa “con licencia en casa de Hubert Gotard el año 1588 en Barcelona”. Está dedicada por el autor “a la ilustre Señora Doña Beatriz Cerdán y de Heredia en el Monasterio de Santa María de Casbas de Aragón”.



He de reconocer que se trata de la obra de un erudito. Un hombre culto. Las 680 páginas del libro están henchidas de citas e historias del Antiguo y del Nuevo Testamento, alusiones constantes a filósofos griegos, a los llamados padres de la Iglesia que escribieron durante los primeros cinco siglos del Cristianismo, a eclesiásticos y laicos de su época. En las páginas de su obra Malón intercala con frecuencia poemas y salmos.



No obstante su extensa cultura bíblica, fray Pedro yerra en su interpretación de María Magdalena. Como hacen autores de nuestros días, también él creía que la María nacida en Magdala, la María nacida en Betania y la mujer sin nombre en el Evangelio de Lucas capítulo 7, eran la misma persona. Malón interroga a Lucas: “veamos, santo evangelista, ¿y esta mujer no tiene nombre? Responde el fraile: “sí tendría, que María se llamaba… Pues como el pecador ama al pecado, ha de tomar el nombre suyo; luego si la Magdalena ama los vicios y torpezas y pecados, llámese Magdalena”. Más clara queda la falsa interpretación en otro lugar del libro, donde fray Malón alude a la entrada de la supuesta Magdalena en casa de Simón el fariseo, donde se encontraba Jesús. Dice: “Esta presteza tuvo la Magdalena, y así, en tocándole el corazón, en tirándole el Señor de la oreja, luego que supo que comía en casa de Simón se partió para allá”.



No queda aquí la tremenda confusión en la mente de fray Pedro Malón. En otro lugar de su obra María Magdalena no es la mujer sin nombre del evangelista Lucas, ahora es María de Betania, a la que insulta de pecadora. Escribiendo sobre la cena que Jesús mantuvo en casa de los tres hermanos, donde María adoraba a los pies de Jesús en tanto que Marta preparaba la comida, escribe: “Este es el pleito de Marta y María, su hermana; Marta era doncella (¿cómo lo sabe él?), María había sido gran pecadora” (¿cómo lo prueba?), porque la Biblia no le da la razón. Los Evangelios presentan a María de Betania como mujer pura, confiada, cariñosa y contemplativa.



El antojo de fray Pedro de Malón en hacer de la Magdalena una prostituta depravada le viene de su condición de pertenencia a la Iglesia católica, cuya escuela está obligado a seguir. Algo de esto escribí al comentar la obra de Alicia Gallego “María Magdalena y su tratamiento erótico”. No fue Mateo, ni Marcos, ni Lucas, ni Juan, autores de los cuatro Evangelios que tenemos en el Nuevo Testamento quienes inventaron la mentira. Ninguno de los cuatro calificaron jamás a María Magdalena de mujer prostituta. Pasaron seis siglos de la muerte de Magdalena antes que nadie se atreviera a enfangar su limpia imagen con semejante calumnia.



Fue el papa Gregorio I, llamado Magno, uno de los cuatro doctores de la Iglesia católica occidental, el primero en decir que María Magdalena fue pecadora prostituta. Comentando el texto de Lucas capítulo 7 e identificando a la mujer sin nombre que allí aparece con la Magdalena, el papa dijo en un sermón pronunciado el año 591: “la mujer descrita por Lucas como pecadora, llamada María por Juan, es la misma que Marcos atestigua que fue liberada por Jesús de siete demonios. Por lo tanto esta mujer es la misma persona: María Magdalena”. Poco después trata a Magdalena de “mujer fornicaria”.



La calumnia es un asesinato moral. Según Shakespeare la calumnia vive hereditariamente y se establece a perpetuidad. Fray Pedro Malón de Echaide es heredero de aquella curia vaticana y anduvo en sus mismos pasos. Cuando escribe sobre María Magdalena se deleita en destacar su supuesta condición de prostituta. Lo hace en varios lugares de su libro. Afirma que “para pintar el estado de pecadora en que se vio la Magdalena será bien tomar el evangelio por guía”. ¿Qué Evangelio autoriza sus mentiras? “Cuatro cosas agravan los pecados de la Magdalena –escribe- La primera, que eran pecados de sensualidad”. ¿Dónde ha leído eso? En otra página: “Lo segundo era el ser públicos. Tanto, que tenía perdido el nombre y la llamaban la cantonera o, por otro nombre más disimulado, la cortesana”. ¿Escribe fray Pedro de una santa mujer de la Biblia o de una folclórica jerezana? “Lo tercero –continúa el autor- que mucho agrava los pecados en la Magdalena es que eran escandalosos”. Más: “En la Magdalena el traerse galana, el preciarse dello, el gustar de ser celebrada por muy dama, la trajo a tanta perdición que ya, como a pública infame, la llamasen pecadora”. ¿Quién es la infame o el infame? Una cita más de fray Pedro: “Supuesta, pues, esta doctrina, digo que los pecados de la Magdalena eran muy graves, porque eran muchos”.



En su inquina acusatoria Malón de Echaide llega a falsear el Evangelio. Marcos dice que Jesús había echado de la Magdalena siete demonios (Marcos 16:9). La santa de Magdala padecía un tipo de enfermedad demoníaca que algunos comentaristas de este Evangelio identifican con la epilepsia.



El jesuita extremeño Juan de Maldonado, quien trabajó en la Contrarreforma católica, contemporáneo de fray Pedro Malón, escribió entre los años 1596 y 1597 un comentario a los cuatro Evangelios, que fueron publicados en Madrid el año 1950 por la Biblioteca de Autores Cristianos. Comentando el capítulo 8 de Lucas donde se hace mención a los demonios en el cuerpo de la Magdalena, dice: “Menos me parece que fuesen vicios, y no demonios, los que tenían poseída a la mujer; pues no hay duda que lo dice el evangelista para designar a María Magdalena con este milagro tan singular obrado en ella”.



El fraile Malón desmiente al jesuita Maldonado y al evangelista Lucas. Siguiendo al papa Gregorio Magno, escribe: “No fueron verdaderos demonios los que lanzó de la Magdalena, ni ella estuvo algún tiempo endemoniada, sino que el pecado se dice demonio porque hace efectos de demonio y torna a tal a una alma, y la transforma en eso”.



La repugnancia machista que el fraile Malón demuestra sentir hacia la Magdalena cobra más virulencia cuando en la página 269 de su libro dice de ella que era “pecadora infame, perdida y sin nombre”. Unas páginas más adelante, en un breve poema, escribe del “miserable cuerpo, de caldera del fuego denegrida y vaso de afrenta vil y vil escoria”, aludiendo a María Magdalena.



Este es el lenguaje de un hombre que según su biografía fue teólogo y maestro de la Biblia. Probablemente lo fue, pero también fue católico y por lo mismo peón obediente al Vaticano, obligado a escribir conforme al pensamiento de su jerarquía. Un escritor sometido a la doctrina, a los dogmas y a las enseñanzas de la Iglesia católica no es un ser libre porque su mente funciona en una sola dirección. Jamás será objetivo. No puede serlo.


 

 


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