¿Cómo afrontar el exceso de trabajo, las presiones y las preocupaciones en nuestra vida diaria?
Un fragmento de "Psicología para la vida diaria", de Ester Martínez y Eduardo Bracier (2017, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí.
¿Cómo afrontar el exceso de trabajo, las presiones y las preocupaciones en nuestra vida diaria?
Los expertos nos informan que de cada cuatro pacientes que van al psicólogo o al psiquiatra, tres de ellos lo hacen por padecer ansiedad generalizada.
Pero podemos decir que, en grados diferentes, todos padecemos ansiedad y que, por lo tanto, es posible representarla gráficamente como un valor continuo (Campana de Gauss) que puede ir de normal y saludable —preocupación adecuada ante amenazas o preocupaciones reales—, hasta llegar a cotas patológicas con preocupaciones excesivas e irracionales, y que se acompaña con síntomas mentales y somatizaciones que nos impiden vivir de forma relajada y saludable.
Recomendaciones prácticas para la vida diaria
- Empieza por tu pensamiento. Salir de la ansiedad no es fácil, pero si aún no se ha generalizado y no has tenido que acudir todavía a ningún profesional, recuerda que tú puedes decidir cambiar tus pensamientos y tus actitudes, así que ¡puedes cambiar tu vida!
- Detecta, lo antes posible, los pensamientos tóxicos que te invaden e intenta abandonarlos y sustituirlos por otros que te ayuden a “volar más alto”. Tú puedes elegir, porque la ansiedad tiene su origen siempre en el pensamiento. Además, recuerda que el cerebro no distingue entre realidad e irrealidad, sino que solo responde bioquímicamente a lo que tú piensas que es real, ¡aunque no lo sea!
- Sonríe más a menudo. Teresa de Calcuta dijo: “La paz empieza con una sonrisa”. ¡Y es verdad! Tú puedes decidir sonreír en vez de estar amargado. Este simple acto genera bioquímica positiva que te ayudará a salir del túnel de la desesperación.
- No vivas con miedo de forma continuada. “El miedo no nos soluciona los problemas del mañana, pero nos quita la paz de hoy” (C. Spurgeon).
- Recuerda que muchas de las cosas a las que tememos tanto, nunca llegan a hacerse realidad.
- Ten presente, cada día al levantarte, que la felicidad es una decisión. Todos podemos decidir vivir de forma negativa: preocupándonos en exceso, teniendo miedos injustificados, dándole mucha importancia a todo lo que nos pasa y a todos los que nos rodean, teniendo insatisfacción crónica y amargura, haciéndonos muy difícil la vida, etc. O podemos escoger vivir con serenidad, alegría y sin amargura. ¡Decides tú! ¡Nadie es responsable de tu infelicidad!
Creo que Dios, como nuestro Creador, había previsto la importancia del pensamiento para la salud del ser humano. Pablo nos deja un mandato tremendo: “[...] Concentraos y pensad en todo lo verdadero, lo bueno, lo justo, lo puro, bello, y todo lo admirable” (Filipenses 4:8).
Parece que muchos autores actuales descubren algo novedoso cuando hablan de la necesidad de pensar en positivo; pero en el primer siglo de nuestra era fueron escritas las palabras mencionadas en el párrafo anterior.
“Pensad” es un verbo en imperativo; no es opcional, sino que es bueno para el ser humano. Se nos da un mandato que normalmente no cumplimos.
Hacemos todo lo contrario: maltratamos nuestras mentes con todas las mentiras que nos dicen y con todos los pensamientos horribles que darán lugar a preocupaciones excesivas, miedos y pesimismo, con el correlato de la bioquímica que generaremos y que nos intoxicará hasta enfermar.
La buena noticia es que podemos invertir el proceso. Pensar en positivo, ser optimistas, ver el lado bueno de las cosas, reír, hacer ejercicio, alimentarnos bien, escuchar música relajante y meditar y orar hace que nuestro cerebro segregue “endorfinas”, que son unos neurotransmisores que producen bienestar y que popularmente se les conoce como las “hormonas de la felicidad”.
Estas combaten la ansiedad y reducen los síntomas del estrés, son antioxidantes y te ayudan a mantenerte más joven. ¡Pero fíjate! He empezado esta frase con el verbo “pensar”.
Para encauzar bien las emociones necesitamos trabajar muy bien los pensamientos al desprendernos de los negativos, y cultivar el buen humor y el optimismo. Recordemos que la risa y la sonrisa son formas de descargar la tensión y avivar el optimismo.
Ejercítate en mirar las cosas desde la perspectiva más saludable que puedas. ¡Canta a menudo, aunque cantes mal! Cuando cantamos disminuye el estrés por el efecto de la melodía y el ritmo musical.
La música actúa sobre el corazón a través del nervio vago que relaciona el timbre de voz con las emociones. Tararear una melodía puede tener un efecto muy relajante en tus emociones y pensamientos.
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