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Colin Duriez
 

Francis Schaeffer, una vida auténtica

Un gran obstáculo en su desarrollo fue una grave dislexia. Años después, muchos de sus estudiantes en L’Abri notaron lo que les parecían divertidas pronunciaciones erróneas ("Francis Schaeffer, una vida auténtica", de Colin Duriez, 2017, Andamio).

FRAGMENTOS 23 DE JUNIO DE 2017 06:00 h
colin duriez, schaeffer Portada del libro.

Un fragmento de "Francis Schaeffer, una vida auténtica", de Colin Duriez (2017, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí



Francis Schaeffer fue hijo de unos padres de clase obrera y de ascendencia alemana. Nació el 30 de enero de 1912 en Germantown, Pensilvania, en Estados Unidos. Por parte de madre, sus antepasados eran ingleses. De hecho, su bisabuelo, William Joyce de Nottingham, Inglaterra, fue el primero de sus antepasados en cruzar el Atlántico. En 1846, Joyce, experto tejedor, llegó hasta esta pequeña ciudad cerca de Filadelfia, donde nacería su descendiente Francis Schaeffer, y se estableció allí como zapatero. En aquel entonces, Germantown era poco más que su calle principal. Debe su nombre a que en 1683 se establecieron allí unos doscientos inmigrantes alemanes procedentes del valle del Rin. Después, se establecieron otras nacionalidades, como una comunidad polaca. Cuando el trabajo disminuyó por la industrialización, William cambió de empleo, convirtiéndose en un cartero que recorría a pie cuarenta kilómetros cada día repartiendo el correo. Era una figura familiar en el barrio, lo llamaban “tío Billy” y era famoso por la contundencia de sus opiniones sobre la situación del mundo y la política. Su esposa falleció a la edad de treinta y cinco años, dejándolo al cuidado de los niños.



Una de sus hijas, Mary, se casó con Wallace Williamson en 1877. Ella tenía veinticinco años y él veintiséis. Wallace murió a los once años de casados, dejando a Mary con cuatro hijas que criar, entre ellas Bessie, la futura madre de Francis Schaeffer, que tenía ocho años cuando quedó huérfana de padre. Mary sobrevivió lavando y planchando, un proceso que requería que fabricara su propio jabón. También recibió a su padre en su casa, donde este vivió hasta su fallecimiento, superados ya los noventa años. La dureza de los primeros años de la vida de Bessie le hizo esperar una existencia también dura. Se juró que “nunca sería una esclava para criar niños” como lo había sido Mary. A los diecisiete años, en 1897, consiguió su diploma de la escuela secundaria local. Tuvo la cualificación suficiente para enseñar en primaria (escuela elemental), pero en lugar de ello se quedó en casa, ayudando a su madre, después de que sus hermanos se fueran. Los últimos años de la larga vida de esta mujer de Germantown los viviría en un pequeño pueblo de los Alpes, Suiza, e inspirarían la novela de su nieto, Frank Schaeffer, titulada Saving Grandma.



El abuelo paterno de Francis Schaeffer, “Franz” (Francis August Schaeffer II, siguiendo la tradición familiar) y su esposa, Carolina Wilhelmina Mueller, emigraron de Alemania a los Estados Unidos en 1869, huyendo de las guerras en Europa y de sus esperadas tribulaciones. Carolina era de la zona de la Selva Negra y Franz posiblemente del este, quizá de Berlín. Franz había luchado en la guerra francoprusiana y había sido honrado con una Cruz de Hierro. Como parte de su deliberado intento de empezar una nueva vida en un nuevo mundo, Franz quemó todos sus documentos personales. Diez años después de establecerse en Germantown, falleció en un accidente laboral en el ferrocarril, en la cercana Filadelfia. Dejó un hijo de tres años, Francis August Schaeffer III. Posteriormente, Carolina se volvió a casar con el hermano de Franz. El niño, conocido como Frank, tan solo contaba con una educación básica y, antes de los once años, se unió a otros muchos niños que seleccionaban carbón para apoyar los insuficientes ingresos familiares. Posteriormente, encontró trabajo en una de las minas cercanas. Antes de cumplir los veinte, se fue de casa y se alistó en la Marina. Cada vez que recibía su salario, enviaba la mayor parte a casa para su madre. Antes de pasar a los barcos de vapor, aprendió a desplazarse por el cordaje en todo tipo de condiciones climáticas. Su práctica como marinero incluyó su servicio durante la guerra con España, en 1898. Su experiencia con el mar embravecido le enseñó a dominar las alturas y las situaciones peligrosas en el trabajo.



 



El autor, Colin Duriez.

Frank había sido criado como luterano y, cuando conoció a Bessie Williamson, ella asistía regularmente a la Iglesia Evangélica Independiente local. La asistencia a la iglesia era algo normal en aquella época, y formaba parte de la cohesión social y comunitaria. Su noviazgo y su compromiso estuvieron dominados por la necesidad que ambos sentían de preparar juntos un hogar, adquirir el mobiliario, la ropa de cama y todo lo demás. Ambos querían superar la pobreza y la escasez de su breve infancia. Eran perseverantes y concienzudos, y así siguieron en su matrimonio, mientras convertían su casa en la calle Pastoria en un hogar a su gusto. Bessie estaba decidida a tener un solo hijo y ese hijo resultó ser Francis August Schaeffer IV, el protagonista de este libro. Ella tenía treinta y dos años cuando dio a luz un martes 30 de enero de 1912.



Llegado el momento, Bessie le dijo a su marido: “Es hora de llamar al médico”. Frank desapareció y pronto regresó conduciendo el carricoche del doctor. En sus prisas por conseguir ayuda, Frank no se había percatado de que el médico estaba borracho. Sin embargo, no era para tanto y pudo atar la punta de una sábana a una de las patas de la cama de Bessie y le indicó que tirara de ella con todas sus fuerzas mientras empujaba. Años más tarde, Bessie le contó a Edith Schaeffer, esposa de Francis: “Fue fácil. Tan solo estiré de la sábana y empujé y el niño estaba allí, sobre la cama”. El achispado doctor acabó su trabajo y se las arregló para volver a casa, pero a la mañana siguiente olvidó por completo que debía inscribir el nacimiento. Francis Schaeffer no supo que carecía de certificado de nacimiento, hasta treinta y cinco años después cuando se preparaba para salir al extranjero por primera vez.



 



Portada del libro.

Siendo niño, Fran, como ya lo conocían familia y amigos, ayudaba a su padre en sus tareas de mantenimiento, que incluían la carpintería. Su hogar en la calle Pastoria carecía del estímulo que dan los libros y del interés intelectual en las conversaciones de sus padres. No había mascotas ni picnics, y las visitas de amigos para jugar eran raras. El niño se entretendría mirando los vehículos de reparto, tirados por caballos y viendo cómo el encargado encendía los faroles de gas en las calles al anochecer.



En invierno se celebraba el festival de las marmotas y en verano viajaban a Atlantic City. Una antigua fotografía muestra a un joven con un largo traje de baño de lana, en pie en la orilla junto a las olas, obediente, mientras se toma la foto. Un gran obstáculo en su desarrollo, que pasó desapercibido, fue una grave dislexia. Años después, muchos de sus estudiantes en L’Abri notaron lo que les parecían divertidas pronunciaciones erróneas: decía Mary Quaint (en lugar de Quant), hablaba de la película Dr. Strange Glove (en lugar de Dr. Strangelove) y del Presidente Mayo (en lugar de Mao). Su hija menor, Deborah Middelmann, recuerda cómo solía acudir a ella para que le deletreara palabras sencillas como who [quién] y which [cuál], incluso cuando ella solo tenía cinco o seis años.



Muchos de los que lo conocieron de joven habrían predicho una vida de trabajador normal para Francis Schaeffer: muy trabajador, concienzudo y ordenado, aunque, limitado en sus expectativas por su educación. Fran no supo nunca que la escuela había informado a sus padres del resultado de un test de inteligencia en el que había obtenido la segunda puntuación más alta de los últimos veinte años. Sus padres llegaron a considerar, por un momento, enviarlo a una escuela privada, la Academia de Germantown. No fue una sorpresa que Fran eligiera carpintería, dibujo técnico, montajes eléctricos y metalurgia como materias principales al empezar la secundaria. A los diecisiete años, el joven Schaeffer ya trabajaba a tiempo parcial en la venta de pescado. Más tarde admitió que en la secundaria “no se había esforzado”.



Pero nos estamos anticipando. Un momento significativo en la educación de Fran se produjo al cambiar de escuela, a la edad de once años. En el instituto Roosevelt Junior tuvo una profesora llamada Mrs. Lidie C. Bell, la primera en abrirle nuevos horizontes. Hacia el final de su vida, Francis Schaeffer reveló en una entrevista: “Ciertas personas clave han producido una diferencia en mi pensamiento. Todo se remonta a mis días en la escuela secundaria, donde tuve una profesora de arte. Venía de una familia a la que no le interesaba lo más mínimo el arte. Me hizo interesarme en aquella materia”. Desde entonces, la fascinación por el arte fue un impulso central en su vida. Sus visitas a Atlantic City también fueron profundamente significativas para él.


 

 


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