Todos sufrimos, pero las palabras de los amigos alivian. Sin embargo, no hay cosa más dificultosa que hallar palabras proporcionadas a un gran dolor. Los amigos de Job, más que consoladores se muestran en ocasiones acusadores.
El 23 de octubre del año pasado comenté el pequeño libro de 96 páginas “In Memoriam”, escrito por Stuart Park. Entonces dije que éste inglés, licenciado en Filología Románica por la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y doctorado en Literatura Española por la Temple University de Philadelfia, Estados Unidos, es un escritor incansable. Lo que pocos saben es que Stuart escribe sus libros directamente en español, lo que da idea del dominio que tiene de nuestra lengua. Que un americano con años de residencia en España predique en el idioma del país, no es milagro alguno. Otra cosa es que llegue a dominar el idioma literario, nada fácil, por lo que hemos de conceder un diez al autor.
“IN MEMORIAM” trataba del dolor humano, tomando como ejemplo al cien mil veces citado a lo largo de treinta siglos, el patriarca Job. No era mucho lo que el autor inglés podía decir en sólo 96 páginas del hombre que en momentos turbios expresó enfáticamente el deseo de que el día del nacimiento no hubiera existido y, por tanto, no haber nacido. Una maldición semejante a la que profirió el profeta Jeremías en el capítulo veinte del libro que lleva su nombre.
El prólogo de este otro libro sobre Job, cinco veces más amplio que el anterior, aclara las circunstancias que dieron lugar a su origen. Acabo de leer desde la primera a la última palabra del mismo y me ha cautivado su belleza y sinceridad. El autor confiesa que fue escrito en un período de crisis personal. Al leer al azar Job 3:25 “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía”, le pareció que el texto había sido escrito para él. Dice: “redacté en un cuaderno la reflexión que suscitaron aquellas palabras, y seguí leyendo, comentando todos los textos que encontraban eco en mis propios sentimientos. Y así continué, durante siete meses de actividad febril llenando hojas, en cualquier momento del día o de la noche, en trenes y aeropuertos, de madrugada, antes de comer, después de cenar, en el orden atropellado en el que los textos iban causando impacto en un asombrado lector”.
Dios nos ha creado y Dios nos habla. Nos sigue hablando hoy, nos habla todos los días. Soy de los que creen que Dios habla a sus hijos a través de la Palabra escrita, sólo a través de la Biblia. Un simple versículo en el que ni siquiera había pensado fue un dardo divino, directo al corazón del autor inglés. Como si Dios le dijera: ¿Dónde está la parte de tu ser en que yo no esté o que no me pertenezca? ¿A qué tienes miedo? ¿Quién puede hacerte daño si tú permaneces a mi lado? ¿No soy el Dios que te creó? Tú dejarías de ser si te apartases de mí. El momento llegó para Stuart Park en que de su propio ser brotó un cántico de añoranza, recordó tiempos pasados, comprendió que en el camino a través de la noche la duda anda tras nuestros pasos y el dolor se adueña de la vida.
Totalmente recuperado espiritualmente, contento con Dios, agradecido, olvidando lo que quedaba atrás y extendiéndose hacia lo que tenía delante, emprendió la redacción de las reflexiones sobre el libro de Job que esta noche, casi madrugada, tengo ante mis ojos.
Cree Park que “este varón llamado Job es un milagro de la divina providencia, un espejo para la posteridad, un testimonio para todos los tiempos. Su prueba, su lucha y agonía, su fe y su vindicación, reflejan la historia universal del hombre. Y apuntan, de manera inequívoca, hacia el venidero Salvador, el Hijo del Hombre y meta final de la Historia”.
Las 439 páginas de “Desde el torbellino” están estructuradas en torno a 19 capítulos. Son estos:
El primer gran lamento de Job.
El primer discurso de Elifaz.
Job inicia la defensa de su causa.
La réplica de Bildad.
La respuesta de Job.
La réplica de Zofar.
La respuesta de Job.
La réplica de Elifaz.
La respuesta de Job.
La réplica de Bildad.
La respuesta de Job.
La réplica de Zofar.
La respuesta de Job.
La réplica de Elifaz.
La respuesta de Job.
La réplica de Bildad.
La intervención de Eliú.
La respuesta de Jehová
La vindicación de Job.
Aquí figuran los tres amigos de Job, “Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita” (Job 2:11) quienes enterados de las desgracias del amigo, deciden hacerle una visita para interesarse por su salud y consolarle. A éstos se une posteriormente el joven “Eliú, quien había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él” (Job 32:4). Este Eliú “se encendió en ira contra Job; se encendió en ira, porque se justificaba a sí mismo más que a Dios” (Job 32:2).
Todos sufrimos, pero las palabras de los amigos alivian. Sin embargo, no hay cosa más dificultosa que hallar palabras proporcionadas a un gran dolor. Los amigos de Job, más que consoladores se muestran en ocasiones acusadores. Hasta el punto que hacen gritar al doliente: “Consoladores molestos sois todos vosotros” (Job 16:2).
Con este material Stuart Park compone una bella biografía del personaje bíblico que inspiró un drama intelectual y teológico, donde las acciones principales son argumentos. Para Stuart Park, “Job es, sin duda, un profeta a escuchar, un paradigma a contemplar, y un ejemplo a seguir”.
En su biografía de Job Park presenta al personaje como un exponente del sufrimiento humano, cuya batalla es consigo mismo. Vemos a un Job desgarrado ante los trágicos acontecimientos que mortificaron su vida, su familia, su propio cuerpo. A medida que avanzamos en la lectura del libro lo vemos cambiar de forma sorprendente hasta llegar al climax del conocimiento y de la aceptación. Es entonces cuando, dirigiéndose a Dios, razona:
“Yo conozco que todo lo puedes,
y que no hay pensamiento
que se esconda de ti. ¿Quién
es el que oscurece el consejo
sin entendimiento? Por
tanto, yo hablaba lo que
no entendía; cosas demasiado
maravillosas para mí, que yo
no comprendía. Oye, te ruego,
y hablaré; te preguntaré,
y tú me enseñaras. De
oídos te había oído; mas
ahora mis ojos te ven. Por
tanto me aborrezco, y
me arrepiento en polvo
y ceniza” (Job 42:2-6).
Soberbio el comentario que Stuart Park hace a estos versículos en las páginas finales de la biografía: “el temor que espantaba el alma de Job resultó ser una quimera, y aquello que temió no fue más que una falsedad satánica. Jehová bendijo doblemente a Job, y el amor de Dios sobrepasó todo entendimiento y echó fuera todo temor”. Más adelante, agrega: “el libro de Job proclama, pues, un Evangelio. Dios nos ama más allá de nuestra imaginación, y nos defiende aunque nos formen proceso todas las huestes de maldad. Nos revela la Fuente de toda sabiduría, Jesucristo, Siervo Sufriente de Jehová, que murió por nosotros y nos ofrece eterna salvación”.
Jesucristo, Cristo, siempre Cristo. Desde la primera a la última página del libro Cristo está presente. De tal manera que su tratamiento de Job más parece un manual de Cristología. Yo pondría al libro de Park otro título: “Cristo en Job”, así como Meyer escribió el elevado “Cristo en Isaías”. Normal. Obviemos a Cristo y los veinte últimos siglos quedarán en blanco. Más aún, en palabras de Papini, “la historia de la humanidad es como la circulación de órbitas en torno de un punto fijo: la Cruz de Cristo”.
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