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Peregrino
 

Cristianismo práctico, de J. C. Ryle

Si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por los sentimientos que te produce hacia el pecado. Un fragmento de “Cristianismo práctico”, de J.C. Ryle (2012, Editorial Peregrino).

FRAGMENTOS 19 DE ENERO DE 2017 21:50 h
Portada del libro.

Un fragmento de “Cristianismo práctico”, de J.C. Ryle (2012, Editorial Peregrino). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



AUTENTICIDAD



“Plata desechada”



(Jeremías 6:30).



“Nada halló sino hojas”



(Marcos 11:13).



“No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en



verdad”



(1 Juan 3:18).



“Tienes nombre de que vives, y estás muerto”



(Apocalipsis 3:1).



 



Si profesamos tener una religión, procuremos que esta sea auténtica. Lo afirmo enérgicamente y repito lo dicho: preocupémonos de que nuestra religión sea auténtica. ¿A qué me refiero cuando utilizo la palabra “auténtica”? Me refiero a que sea genuina, sincera, honesta y rigurosa. Me refiero a que no sea inferior, hueca, formal, hipócrita, falsa, fingida y nominal. La religión “auténtica” no es meramente apariencia, fingimiento, sentimiento a flor de piel, profesión pasajera y obra externa. Es algo interno, sólido, sustancial, intrínseco, vivo, duradero. Sabemos reconocer la diferencia entre la moneda falsa y la de curso legal, entre el oro puro y el oropel, entre el metal plateado y la plata, entre la piedra auténtica y las imitaciones de escayola. Pensemos en estas cosas mientras estudiamos el tema central de este escrito. ¿Cuál es el carácter de nuestra religión? ¿Es auténtica? Puede que sea débil y frágil, y que esté mezclada con muchas flaquezas. Esa no es la cuestión que hoy tenemos delante de nosotros. ¿Es auténtica nuestra religión? ¿Es verdadera?



[…]



Sugeriré algunos criterios con los cuales podremos comprobar si nuestra religión es auténtica.



 



J.C. Ryle

Al enfrentarme a esta parte de la materia, pido a todo aquel que lea este escrito que sea justo, sincero y razonable con su alma. Desecha de tu mente el concepto tan común de que por supuesto que todo va bien con tal de que te congregues en la Iglesia de Inglaterra o en alguna otra rama del protestantismo. Rechaza estas ideas vanas para siempre. Tienes que mirar más allá de las apariencias si quieres descubrir la verdad. Escúchame, y te daré unas cuantas pistas. Créeme; no es un asunto banal. Te va la vida en ello.



a. Para empezar, si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por el lugar que ocupa en tu hombre interior. No basta con que esté en tu mente. Es posible que conozcas la verdad, y que la reconozcas y la creas, pero, sin embargo, a los ojos de Dios puedes estar equivocado. No basta con que esté en tus labios. Puede que repitas el Credo a diario. Puede que digas “amén” a la oración pública en la iglesia, y que, no obstante, no tengas más que una religión externa. No basta con que esté en tus sentimientos. Puede que un día gimas al oír la predicación, y que otro día te eleves hasta el tercer cielo llevado por una emoción gozosa y, con todo, cabe la posibilidad de que estés muerto para Dios. Tu religión, si es auténtica y si proviene del Espíritu Santo, debe estar en tu corazón. Debe ocupar la ciudadela. Debe llevar las riendas de tu vida. Debe equilibrar los sentimientos. Debe guiar la voluntad. Debe dirigir los gustos. Debe influir en tus elecciones y decisiones. Debe llenar hasta el rincón más recóndito, más bajo y más interno de tu alma. ¿Es así tu religión? Si no lo es, bien puedes dudar de que sea “auténtica” y verdadera (cf. Hechos 8:21; Romanos 10:10).



b. Seguidamente, si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por los sentimientos que te produce hacia el pecado. El cristianismo que viene del Espíritu Santo siempre tendrá una concepción muy profunda de la pecaminosidad del pecado. No considerará el pecado meramente como una mancha y una desgracia que transforma a los hombres y a las mujeres en objetos de lástima y compasión. Verá en el pecado eso tan abominable que Dios aborrece, eso que hace que el hombre sea culpable y que esté perdido a los ojos de su Hacedor, eso que le acarrea la ira y la condenación de Dios. Considerará el pecado como la causa de todo el dolor y toda la infelicidad, de toda la lucha y todas las guerras, de todas las peleas y las contiendas, de todas las enfermedades y de toda la muerte; la peste que ha infectado la bella creación de Dios; la maldición que hace que toda la tierra gima y sufra dolores de parto (cf. Romanos 8:22). Por encima de todo, verá en el pecado aquello que nos destruirá eternamente, a menos que logremos hallar un rescate; que nos llevará cautivos, a menos que consigamos romper sus cadenas; y que acabará con nuestra felicidad, tanto aquí como después, a menos que luchemos contra él hasta la muerte. ¿Es así tu religión? ¿Son estos tus sentimientos con respecto al pecado? Si respondes que no, bien puedes dudar de que tu religión sea “auténtica”.



c. En tercer lugar, si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por los sentimientos que te produce hacia Cristo. Puede que la religión nominal crea que Cristo existió y que fue un gran benefactor de la humanidad. Puede que le demuestre algún respeto externo, que asista a la administración de sus sacramentos y que incline la cabeza al oír su nombre. Pero no irá más allá. La auténtica religión impulsará al hombre a gloriarse en Cristo como el Redentor, el Libertador, el Sacerdote y el Amigo sin el cual no tendría ni la más remota esperanza. Generará confianza en él, como el mediador, el alimento, la luz, la vida y la paz del alma. ¿Es así tu religión? ¿Conoces este tipo de sentimientos hacia Jesucristo? Si respondes que no, bien puedes dudar de que tu religión sea “auténtica”.



d. En cuarto lugar, si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por los frutos que lleva en tu corazón y en tu vida. El cristianismo que es de lo alto siempre se conocerá por sus frutos (cf. Mateo 7:20). Producirá en el hombre arrepentimiento, fe, esperanza, caridad, humildad, espiritualidad, buen carácter, abnegación, generosidad, perdón, templanza, fidelidad, amor fraternal, paciencia, tolerancia. El grado en que aparezcan estas diversas virtudes puede variar entre los diferentes creyentes. Pero el germen y las semillas de los mismos se encontrarán en todos aquellos que son hijos de Dios. Por sus frutos se los conocerá. ¿Es así tu religión? Si no lo es, bien puedes dudar de que sea “auténtica”.



e. Para terminar, si quieres saber si tu religión es auténtica, mídela por tus sentimientos y hábitos en cuanto a los medios de gracia. Júzgala por el domingo. ¿Lo consideras un día pesado y restrictivo, o un deleite y un refrigerio, un dulce saborear de antemano el descanso que hallarás en el Cielo? Júzgala por los medios de gracia públicos. ¿Cuáles son tus sentimientos acerca de la oración y la alabanza públicas, de la predicación pública de la Palabra de Dios, y de la administración de la Cena del Señor? ¿Das a estas cosas una aprobación fría y las soportas porque son apropiadas y correctas? ¿O acaso te complaces en estas prácticas y no podrías vivir feliz sin ellas? Júzgala, finalmente, por tus sentimientos con respecto a los medios de gracia privados. ¿Consideras esencial para tu tranquilidad leer la Biblia con regularidad en privado y hablar con Dios en oración? ¿O encuentras fastidiosas estas prácticas y, o las descuidas, o las abandonas por completo? Estas preguntas merecen tu atención. Si los medios de gracia, públicos o privados, no te parecen tan necesarios para tu alma como son la comida y la bebida para tu cuerpo, bien puedes dudar de que tu religión sea “auténtica”.



Llamo la atención de todos mis lectores hacia los cinco puntos que acabo de citar. No hay nada como entrar en detalle acerca de estas cuestiones. Si quieres saber si tu religión es “auténtica”, genuina y verdadera, mídela por los cinco criterios que acabo de enumerar. Mídela con imparcialidad; pruébala con sinceridad. Si tu corazón es recto delante de



Dios, no tienes motivos para resistirte al examen. Si no lo es, cuanto antes lo descubras, mejor.



Ya he acabado lo que me había propuesto. He demostrado a través de la Escritura la indecible importancia que tiene la autenticidad de la religión, y el peligro que muchos corren de perderse para siempre por carecer de ella. He sugerido cinco criterios sencillos a través de los cuales las personas pueden descubrir si su cristianismo es auténtico. Concluiré con una aplicación directa de todo el asunto a las almas de todos aquellos que lean este texto. Dispararé mi arco al azar y confiaré en que Dios dirigirá una flecha directamente a los corazones y a las conciencias de muchos.



a. Mi primera palabra de aplicación será una pregunta. ¿Tu propia religión es auténtica o falsa?; ¿genuina o ilusoria? No te pregunto qué piensas de los demás. Tal vez creas que estás rodeado de hipócritas. Es posible que seas capaz de señalar a muchos que no tienen ni pizca de “autenticidad”. Esa no es la pregunta. Puede que estés en lo cierto con respecto a los demás. Pero quiero saber acerca de ti. ¿Tu propio cristianismo es real y verdadero?; ¿o es nominal y falso?



Si amas la vida, no evadas la pregunta que tienes ahora delante de ti. Ha de venir el tiempo en que se sabrá toda la verdad. El día del Juicio dejará al descubierto de qué especie es la religión de cada hombre. La parábola del banquete de bodas recibirá su terrible cumplimiento. No cabe duda de que es mil veces mejor descubrir ahora tu estado y arrepentirte, que descubrirlo demasiado tarde en el mundo venidero, donde no habrá lugar para el arrepentimiento. Si tienes sentido común, prudencia y juicio, considera lo que te digo. Siéntate tranquilamente en este día y examínate a ti mismo. Descubre el verdadero carácter de tu religión. Con la Biblia en la mano y con sinceridad en el corazón, lo vas a averiguar. Proponte, pues, descubrirlo.



b. Mi segunda palabra de aplicación será una advertencia. La dirijo a todos los que saben, en sus propias conciencias, que su religión no es auténtica. Les pido que recuerden la enormidad del peligro que corren, y la extremada culpa que tienen a los ojos de Dios.



El cristianismo falso es especialmente ofensivo para esegran Dios a quien tenemos que dar cuenta. Una y otra vez la Escritura lo describe como el “Dios de verdad” (Salmo 31:5). La verdad es uno de sus atributos específicos. ¿Puedes dudar siquiera un momento de que él aborrece todo aquello que no sea genuino y verdadero? Creo firmemente que más valdrá acabar siendo un pagano ignorante en el día final, que ser hallado sin nada mejor que una religión nominal. ¡Si tu religión es de esta especie, ten cuidado!



El cristianismo falso, sin duda, al final terminará por fallar al hombre. Se desgastará; se romperá; dejará a su dueño como una nave encallada en un banco de arena, a la cual ni siquiera la marea alta consigue poner a flote; no le proporcionará ningún consuelo en la hora en que más lo necesite, en el tiempo de la aflicción y en el lecho de muerte. Si quieres que la religión sea de utilidad para tu alma, ¡guárdate de la falsedad! Si no quieres hallarte sin consuelo en la muerte y sin esperanza en el día del Juicio, sé genuino, sé auténtico, sé verdadero.



c. Mi tercera palabra de aplicación será un consejo. Lo ofrezco a todos aquellos que sienten que les remuerde la conciencia por el tema de este texto. Les aconsejo que dejen de perder el tiempo y de jugar con la religión, que sean sinceros y rigurosos, y que sigan al Señor Jesucristo sin reservas.



Recurre sin demora al Señor Jesús y pídele que sea tu Salvador, tu Médico, tu Sacerdote y tu Amigo. No permitas que tu indignidad te impida acercarte a él; no dejes que el recuerdo de tus pecados obstaculice tu avance. Jamás, jamás olvides que Cristo puede limpiarte de cualquier cantidad de pecados que tengas, con tal de que le encomiendes tu alma. Pero sí que pide una cosa a aquellos que vienen a él: les pide que sean auténticos, sinceros y verdaderos.



Deja que la autenticidad sea la gran característica de tu acercamiento a Cristo, y entonces todo contribuirá a darte esperanza. Tu arrepentimiento puede ser débil, pero que sea auténtico; tu fe puede ser frágil, pero que sea auténtica; tus deseos de santidad pueden estar mezclados con mucha debilidad, pero que sean auténticos. Que en tu cristianismo no haya ni reserva, ni doblez, ni falta de honestidad en tu comportamiento, ni engaño, ni falsificación. No te contentes nunca con llevar un manto de religión. Sé todo lo que profesas ser. Aunque puedas equivocarte, sé auténtico. Aunque puedas tropezar, sé verdadero. Mantén este principio de continuo ante tus ojos, y le irá bien a tu alma a lo largo de tu viaje de la gracia a la gloria.



d. Mi última palabra de aplicación será una palabra de ánimo. La dirijo a todos aquellos que han tomado la cruz con valentía y que están siguiendo a Cristo con sinceridad. Los exhorto a perseverar y a no dejarse mover por las dificultades y la oposición.



Puede que a menudo haya pocos a tu lado y muchos en contra tuya. Puede que con frecuencia oigas que se dicen cosas duras acerca de ti. Puede que a menudo se te acuse de que vas demasiado lejos, y de que eres un extremista. No escuches nada. Haz oídos sordos a este tipo de comentarios. Sigue adelante.



Si hay algo que el hombre debiera hacer con rigurosidad, con autenticidad, con veracidad, con sinceridad y con todo su corazón, es tratar la cuestión de su alma. Si hay alguna práctica que nunca debiera menospreciar, ni llevar a cabo de forma descuidada, es la gran tarea de ocuparse en su salvación (cf. Filipenses 2:12). ¡Tú que crees en Cristo, recuerda esto! Hagas lo que hagas en cuanto a la religión, hazlo bien. Sé auténtico. Sé riguroso. Sé sincero. Sé verdadero.



Si hay algo en el mundo de lo cual el hombre no necesita avergonzarse, es de servir a Jesucristo. Bien puede el hombre avergonzarse del pecado, de la mundanalidad, de la frivolidad, de juguetear, de perder el tiempo, de buscar el placer, del mal carácter, del orgullo, de idolatrar el dinero, el vestido, o actividades como bailar, cazar, disparar, jugar a las cartas, leer novelas y otras similares. Al vivir de esta manera, entristece a los ángeles y alegra a los demonios. Pero de vivir para su alma, preocuparse por ella, pensar en ella, proveer para sus necesidades, hacer de la salvación de su alma el motor principal y fundamental de su vida diaria; de todo esto el hombre no tiene razones para avergonzarse ni lo más mínimo. ¡Tú que crees en Cristo, recuerda esto! Recuérdalo en tu lectura de la Biblia y en tu oración privada. Recuérdalo en tus días de reposo. Recuérdalo en tu adoración a Dios. En todas estas cosas, no te avergüences nunca de ser entusiasta, auténtico, riguroso y verdadero.



Los años de nuestra vida pasan rápidamente. ¿Quién puede saber si este año no será el último de su vida? ¿Quién puede decir si este mismo año no será llamado a encontrarse con su Dios? Si quieres estar preparado, sé un cristiano auténtico y verdadero. No seas una mala imitación. Se acerca rápidamente en momento en que nada más que la autenticidad resistirá el fuego. El auténtico arrepentimiento hacia Dios, la auténtica fe en nuestro Señor Jesucristo, la verdadera santidad de corazón y de vida; estas, estas son las únicas cosas que permanecerán firmes en el día final. Aquella solemne sentencia de nuestro Señor Jesucristo decía: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”



(Mateo 7:22-23).



 


 

 


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