El único al que podemos recurrir siempre, en todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia, es el Señor.
Había nacido en 1901 en un lugar tan poco relevante como Summerland, en el estado sureño de Mississippi. Se llamaba James B. Coates y el empleo con el que se ganó la vida la mayor parte de su existencia era el de modesto maestro de escuela y, sin embargo… sin embargo, su talento musical era extraordinario.
Con tan sólo catorce años ya era profesor de música y dirigía el coro de su iglesia, la iglesia en la que durante tres décadas fue diácono. Por añadidura, escribió algunas de las canciones góspel más hermosas de todos los tiempos. Entre ellas destacó una titulada Where Could I Go But to the Lord? (¿Adónde puedo ir sino al Señor?).
Escuché por primera vez esta canción al poco de convertirme. Creo que fue en el grupo de jóvenes de la iglesia donde oí aquel estribillo que, en español, dice: ¿A quien iré? Oh, ¿a quién iré? ¿A quién iré sino a Jesús? El me salvó y mi alma rescató. ¿A quién iré sino a Jesús?”. El ritmo no era de blues como el original, pero el mensaje era el mismo.
La letra comenzaba indicando una cruda realidad, por otra parte, bien difícil de negar: este mundo es viejo y pecaminoso y se las arregla para proporcionar el menor alivio posible a sus habitantes. En medio de esa situación, ¿adónde se puede ir salvo al Señor?
Puede que a algunos, semejante planteamiento les resulte desagradable e incluso molesto, pero lo que afirmaba Coates es una gran verdad.
El único al que podemos recurrir siempre, en todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia, es el Señor. Si nos hallamos enfrentados con la tentación, arrastrados por el flujo difícil de la existencia, agobiados por una vida que no nos concede respiro… ¿a quién podemos acudir sino al Señor? Si no vemos luz al final del túnel ni respiro entre tanto pesar ni futuro para lo que hacemos… ¿a quién podemos acudir sino al Señor?
Si hemos hallado que aquellos en los que se puede confiar son pocos, que los que mienten en su beneficio constituyen legiones, que los que vuelven la mirada hacia otro lado para no ver la realidad son reinos enteros… ¿a quién podemos acudir sino al Señor?
Para que conozcan la canción, he escogido dos versiones. En la versión en lengua original, me quedo con Elvis aunque debo decir que hay muchas de otros intérpretes y que son también extraordinarias. En español, he optado por una versión de jovencitos – como yo lo era entonces – de una iglesia evangélica. El montaje es notable, sin duda.
Les dejo con ambas versiones a la vez que les deseo que, si se encuentran enfrentados con problemas y tribulaciones, reflexionen en lo que dice la canción. También todos y cada uno de ustedes puede acudir al Señor. ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Aquí va Elvis cantando la canción. Extraordinario como siempre:
Y aquí va esta versión de jovencitos de una iglesia evangélica. Es en español y no son Elvis, pero - ¿qué quieren que les diga? – tiene su aquel. Vaya si lo tiene:
Tomado con permiso de CesarVidal.com.
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