Las cosas que ocurrieron a Don Quijote en Barcelona merecen ser leídas y contadas.
Si hemos de creer a Agustín González de Amezúa, uno de los más prestigiosos investigadores del Siglo de Oro, “de ninguna otra provincia de España ni habitadores suyos escribió Cervantes tantos y tan calurosos elogios” como lo hizo de Barcelona.
Los elogios a Barcelona contenidos en el Quijote están expresados en términos parecidos a los que se leen en “Las dos Doncellas”. En el Quijote adquieren valor superior por la disminución de Zaragoza- “en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza”- y el ensalzamiento de Barcelona.
Por otro lado, ¡qué realismo, qué notas tan emotivas, qué delicadeza de sentimientos, qué cuidado estilo en el acento poético de la cántabra Concha Espina!
La junta de Damas de Barcelona invitó a la escritora para que pronunciara una conferencia en la sala Mozart el 19 de diciembre de 1916. Concha Espina disertó sobre Don Quijote en Barcelona. La conferencia se publicó en un cuadernillo de 20 páginas. Al describir el encuentro de Don Quijote con el mar, la mujer poeta entona un canto bellísimo. Dice:
“Aire tibio, fragancias de los huertos maduros, tribu de árboles gentiles, mullida senda, cantares de las fuentes acompañan al viajero en la noche hacia la costa. Y bajo el hechizo de tantas novedades, oye un hondo murmullo desconocido, encuentra el vago perfil de la llanura azul; ¡descubre el mar! No es la suya una visión lograda y objetiva, es un atisbo enorme, el tácito contorno de una imagen absorbente, la vislumbre de una existencia monstruosa”.
Don Quijote y Sancho llegaron a las playas de Barcelona “la víspera de San Juan, en la noche”. Originarios de las tierras secas de La Mancha, ni caballero ni escudero habían visto jamás el mar. “Parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera que en la Mancha habían visto… El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vez turbio del humo de la artillería… Comenzaron a moverse y a hacer un modo de escaramuzas por las sosegadas aguas”.
El mar, que ha sido desde siempre la gran aventura de España, seduce a los personajes de Cervantes. En aquella hermosa mañana del día de San Juan el mar les apareció grande y desmesurado, espectáculo interesante y maravilloso. Salido de la humilde aldea en un lugar de la Mancha, donde la tierra es toda la vida, el hidalgo caballero llegó al mar azul del Mediterráneo, que le sonreía con dientes de espuma y labios de cielo, como dibujó García Lorca.
Y Sancho Panza, siempre allí: unas veces al lado y otras detrás de su señor y amigo. Disfrutando la visión del mar, la mar de Rafael Alberti.
Ya tenemos a Don Quijote en Barcelona. Nada menos que en la grande y florida ciudad condal de Barcelona, sentada a la orilla de un mar en calma, como cantó Francisco Pi y Margall, cuya belleza aumentan los dos ríos que la cruzan con un cielo alegre y puro por techo.
Barcelona, ciudad exuberante y cosmopolita, capital de cultura y de civilización, antes llamada Barzino, luego Barzinova “y agora decimos Barcelona” (Covarrubias).
José María Micó ha publicado un pequeño libro titulado DON QUIJOTE EN BARCELONA. Micó escribe una breve introducción y acto seguido reimprime los seis capítulos del Quijote que tratan de la estancia del hidalgo en Barcelona, desde el LXI al LXVI.
Para Micó, “los capítulos barceloneses de la obra forman un pequeño Quijote en el que entran en danza muchas de las parejas principales de la trama: acción y contemplación, justicia y trasgresión, armas y letras, burlas y veras, castigo y perdón, ficción y realidad, vida y lectura, amor y muerte. Barcelona –añade José María Micó- era un destino ineludible, una suerte de finisterre narrativo y simbólico al que Don Quijote no acude sólo por despecho, sino por necesidad y por vocación, es decir, porque siente su llamado”.
¿Qué buscaba Don Quijote en Barcelona? ¿Con qué propósito desvió Cervantes a su criatura de otros caminos y lo condujo hasta la capital de Cataluña? ¿Fue el ya mencionado incidente de Avellaneda o hubo otros motivos? El filósofo e historiador Eugenio Trías ensaya una hipótesis: Escribe:
“Es en territorio catalán, y en particular en Barcelona, donde esa gran mutación del género de la novela sobreviene. A raíz de la derrota de Don Quijote en el combate con el Caballero de la Blanca Luna, se produce ese tránsito de la gran comedia a la tragedia”.
En la primera parte del Quijote se suceden las aventuras, desilusiones y desencantos, la fiereza y el brío del caballero. Don Quijote vuelve a su pueblo vencido, mas no convencido.
Con todo, es menester que el héroe sea vencido, que no vuelva a levantar la cabeza altiva. Para ello Cervantes elige Barcelona. La alegría que en ella reina es el mejor fondo para la batalla final. Aquí puso Cervantes lo mejor de su corazón. Las cosas que ocurrieron a Don Quijote en Barcelona merecen ser leídas y contadas.
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