Cambio de paradigma

Los cambios de paradigma, o de teorías que se aceptan sin cuestionar, han sido siempre difíciles. Son como partos con complicaciones inesperadas. Sin embargo, así es como ha avanzado en conocimiento humano de la realidad que nos rodea y constituye. Kepler, Copérnico y Galileo son algunos ejemplos significativos de dichas mutaciones culturales.

En nuestro tiempo, existen también evidencias de dichos alumbramientos dificultosos. Uno de los más recientes es quizás el caso del filósofo inglés Anthony Flew. En efecto, cuando anunció públicamente que se había convertido al deísmo, a la creencia de que existe un Creador sabio de todo lo existente, y que le había llevado a ello, no ninguna convicción religiosa, sino sobre todo la complejidad que muestran los seres vivos, toda una avalancha de críticas y descalificaciones le cayeron encima.

¿Cómo podía un ateo de toda la vida abandonar el naturalismo evolucionista para abrazar la existencia de Dios? Incluso algunos llegaron a decir que se había vuelto loco o que alguna secta de religiosos fundamentalistas le habían lavado su cerebro senil. Todo menos aceptar que fuera la evidencia de los hechos la que le hubiera conducido ahí.

Esta crítica despiadada que sufrió Flew, pone de manifiesto una vez más que la filosofía naturalista (la idea de que la Naturaleza se ha hecho a sí misma) es capaz de lograr que mentes brillantes sean incapaces de ver aquellas múltiples propiedades del universo que indican claramente la existencia de una inteligencia creadora. A pesar de que dicho diseño inteligente sea la manera más razonable de interpretar los hechos.