Existe una relación directa entre la comprensión y la experiencia de la gracia de Dios de una persona y su corazón por la justicia. Un fragmento de “Justicia Generosa”, de Tim Keller (2016 Publicaciones Andamio).
Un fragmento de “Justicia Generosa. Cómo la gracia de Dios nos hace justos”, de Tim Keller (2016 Publicaciones Andamio). Puedes saber más sobre el libro aquí.
¿Por qué escribir este libro?
Le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos”. (Lucas 4:17-18)
Estas son las palabras que Jesús leyó en la sinagoga en Nazaret cuando anunció el comienzo de su ministerio. Se identificó a sí mismo como “el siervo del Señor” profetizad por Isaías, que “llevaría justicia” al mundo (Isaías 42:1-7). La mayoría sabe que Jesús vino para traer perdón y gracia. Menos conocida es la enseñanza bíblica de que una verdadera experiencia de la gracia de Jesucristo motiva forzosamente a un hombre o a una mujer a buscar justicia en el mundo.
Mientras trabajaba en este volumen escuché dos preguntas de unos amigos: “¿Para quién lo estás escribiendo?” y “¿Cómo es que te has interesado por el tema de la justicia?”. Las respuestas a estas preguntas son un buen modo de introducir la temática del libro.
¿Para quién es este libro?
Existen cuatro clases de personas que espero que lean este libro. Está la multitud de jóvenes creyentes cristianos que responden con gozo a la llamada de cuidar del necesitado. El voluntariado es la seña de identidad de toda una generación de estudiantes universitarios y recién graduados estadounidenses. El NonProfit Times informa de que los adolescentes y los adultos jóvenes están batiendo “el récord de solicitudes de programas de voluntariado”. Alan Solomont, presidente de la junta de la Corporation for National and Community Service, dice que “[esta] joven generación… está más interesada en servir que otras generaciones”. Las tasas de voluntariado entre los adultos jóvenes disminuyeron considerablemente en los setenta y ochenta, pero “los jóvenes actuales crecieron en escuelas donde era más probable tener programas de aprendizaje de servicios… encauzando a los jóvenes en el camino de los servicios comunitarios mucho más pronto que antes”.
Como pastor cuya iglesia está llena de adultos jóvenes, he visto esta preocupación por la justicia social, pero también veo a muchos que no dejan que su preocupación social afecte a sus vidas personales. No influye en el modo en que gastan el dinero en sí mismos, en cómo dirigen sus carreras laborales, en cómo eligen y viven en sus vecindarios, o a quiénes buscan como amigos. Además, muchos pierden el entusiasmo por el voluntariado con el tiempo.
Desde su joven cultura se han empapado no solo de la resonancia emocional por la justicia social, sino también de un consumismo que socava la abnegación y la demora en la gratificación. La cultura popular joven en los países occidentales no puede provocar el extenso cambio de vida que se requiere de nosotros si pretendemos marcar una diferencia por los pobres y los marginados. Aunque muchos adultos jóvenes tienen fe cristiana, y también el deseo de ayudar a la gente necesitada, en realidad estos dos aspectos no están conectados entre sí en sus vidas. No se han parado a pensar en las implicaciones del evangelio de Jesús a la hora de hacer justicia en todos los aspectos de la vida. Yo voy a intentar hacer esa conexión en este libro.
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¿Por qué estoy interesado en la justicia?
¿Cómo me llegué a interesar por este tema? Cuando era pequeño practicar la justicia no era mi fuerte. Mientras crecía rehuí al único niño que sabía bien que era pobre: Jeffrey, un chico de mi escuela en primaria y secundaria que vivía “debajo del puente de la calle Ocho”. En el sistema social estrictamente ordenado de mi escuela, estaban los miembros del grupo y los que no eran miembros y no molaban nada. Y después estaba Jeffrey, en una categoría para él solo. Su ropa eran prendas que no eran de su talla de tiendas de segunda mano, y olía mal. Se reían de él cruelmente, se le excluía de juegos y conversaciones y se le penalizaba en los trabajos de clase puesto que pocos querían cooperar con él en las tareas y proyectos. Confieso que le evitaba la mayor parte del tiempo porque yo era uno de los que no estaban “en el grupo” pero que esperaban mejorar su estatus social. En vez de identificarme con Jeffrey y reconocer la injusticia del modo en que era tratado, me volví contra el único chico que estaba incluso más fuera del grupo que yo.
Cuando entré en la universidad a finales de los sesenta, sin embargo, me convertí en parte de una generación de estudiantes cautivada por el movimiento de Derechos Civiles. Aprendí acerca de la violencia sistemática que se llevaba a cabo en contra de los negros y los trabajadores por los derechos civiles del sur. Recuerdo haberme sentido especialmente impresionado por la imagen de James Meredith abatido a tiros a plena luz del día en una marcha por el derecho a voto en 1966, con su agresor observándolo tranquilamente en una de las fotografías. Estaba pasmado de que algo tan injusto como la segregación pudiera haberse racionalizado con tanta facilidad por toda una sociedad. Aquella fue la primera vez que me di cuenta de que la mayoría de adultos blancos mayores que formaban parte de mi vida me habían estado contando cosas que estaban totalmente mal. El problema no eran solo “unos pocos alborotadores”. La gente negra tenía el derecho a demandar la compensación y la rectificación de muchos errores.
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Sobre la gracia y el ser justos
Existen grandes diferencias entre el pequeño pueblo sureño de Hopewell, Virginia, y la gigantesca metrópolis de Nueva York. Pero había una cosa que era exactamente igual. Para mi sorpresa, existe una relación directa entre la comprensión y la experiencia de la gracia de Dios de una persona y su corazón por la justicia y los pobres. En ambos escenarios, cuando prediqué el clásico mensaje de que Dios no nos ofrece justicia sino que nos salva por medio de la gracia gratuita, descubrí que los más afectados por el mensaje resultaban ser los más sensibles a las injusticias sociales de su entorno. Un hombre de mi iglesia en Hopewell, Easley Shelton, pasó por una profunda transformación. Salió de una comprensión de la vida estéril y moralista y comenzó a entender que su salvación se había basado en la gracia gratuita e inmerecida de Jesús. Eso le dio una calidez, una alegría y una seguridad nuevas que todos pudieron ver. Pero tuvo otro efecto sorprendente. “¿Sabes? —me dijo un día—. He sido un racista toda mi vida”. Yo me quedé perplejo, porque nunca le había predicado a él o a la congregación sobre ese tema. Él había llegado a la conclusión por sí mismo. Cuando perdió su fariseísmo, su hipocresía espiritual, dijo, perdió su racismo.
Elaine Scarry, de Harvard, escribió un pequeño librito fascinante llamado On Beauty and Being Just [Sobre la belleza y ser justo]. Su tesis es que la experiencia de la belleza nos vuelve menos egocéntricos y más abiertos a la justicia. Durante décadas he observado que cuando la gente ve la belleza de la gracia de Dios en Cristo, eso les conduce de manera poderosa hacia la justicia.
Este libro, pues, es tanto para creyentes que encuentran en la Biblia una guía confiable como para aquellos que se preguntan si el cristianismo es una influencia positiva en el mundo. Quiero que el ortodoxo vea lo central que es la justicia para los pobres y marginados en el mensaje de las Escrituras. También quiero desafiar a aquellos que no creen en el cristianismo para que vean la Biblia no como un texto represivo, sino como la base de la interpretación moderna de los derechos humanos. A lo largo de este libro comenzaré cada capítulo con una llamada a la justicia tomada directamente de la Biblia y mostraré cómo estas palabras pueden convertirse en el fundamento de una comunidad humana justa y generosa. No espero provocar un acuerdo en todos los lectores, pero espero presentarle a muchos un nuevo modo de pensar sobre la Biblia, la justicia y la gracia.
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