La película está basada libremente en la novela de Benito Pérez Galdós, que se propuso responder la clásica pregunta sobre qué sucedería si Jesucristo reaparecía en la época contemporánea.
Cada Viernes Santo, es posible desde hace varios años en México, asomarse a la televisión abierta para ser testigo de uno de los trabajos fílmicos más controversiales sobre la figura de Jesús: Nazarín (1959), dirigida por Luis Buñuel, premiada en el Festival Internacional de Cannes. Es un misterio saber cómo se ha consolidado esta nueva “tradición” en las pantallas tan adocenadas y reiterativas que, año con año, repiten hasta el cansancio las versiones locales de la Pasión de Jesucristo. Acaso la razón sean los buenos oficios de los herederos del cineasta español que han logrado mantener de manera permanente esta obra maestra en un espacio amplio que permite apreciarla una y otra vez a fin de encontrar en ella nuevos matices. Luego de Los olvidados (1950, también premiada en Cannes), cuyo retrato de la pobreza en México escandalizó a tantos en su época, Nazarín es la segunda obra de Buñuel más reconocida por el gran público, lo que no es poca cosa.
Basada libremente en la novela de Benito Pérez Galdós del mismo título (1895), en la que éste se propuso responder la clásica pregunta sobre qué sucedería si Jesucristo reaparecía en la época contemporánea,1Nazarín es un acercamiento directo a una figura cristológica, ambientado en el México del Porfiriato. Se trata de un sacerdote quijotesco que quiere vivir su cristianismo sin cortapisas ni componendas, sirviendo al prójimo incondicionalmente. En ese intento, se confronta con la incomprensión de las autoridades civiles y religiosas, que lo ven como un paria insolente e inmoral, capaz de convivir asépticamente con prostitutas, locos y marginales en medio de un ambiente dominado por la opresión, la desigualdad y la peste. Así, se ve envuelto en situaciones “menores” que le demandan mostrar la veracidad y la eficacia de su fe. Pero el mundo no reacciona como él espera y Nazarín tiene que vivir un viacrucis personal que reproduce en buena medida el de Jesús mismo: luego de aprehenderlo es llevado en un viaje a purgar sus culpas, aunque el destino final no será la cárcel sino la orilla del mar, donde al parecer se interroga profundamente a sí mismo en un final muy enigmático que acompaña el sonido de los tambores.2
La novela, que entra en la categoría de “transfiguración” literaria de la vida de Jesús que acuñó el crítico Theodor Ziolkowski,3 reproduce en líneas generales un esquema quijotesco, bien observado por los estudiosos: “En esta novela la estructura interna ‘crística’, llamémosla así, se conjuga con otra claramente derivada del Quijote. El ideal y las hazañas de Nazario son tan incomprensibles para los demás que el cura, manchego por demás, es considerado (también) como loco y el narrador, que saca a relucir sin reticencia todo un vocabulario procedente de la fuente cervantina: ‘andante’, ‘caballero cristiano’, ‘aventuras’, ‘hazañas’, etc., se empeña en desvelar la superior cordura del loco”.4Lo crístico y lo quijotesco se mezclan, hasta tal punto, que el personaje encarna una búsqueda claramente marcada por ideales similares: para el Quijote, la justicia, para Nazarín, el cristianismo auténtico.
Con esta película Buñuel inició una trilogía de retratos de cristianos frustrados que no pueden alcanzar la meta de hacer realidad su fe.5 Acerca de este fracaso, el director español escribió lo siguiente: “El protagonista no quiere evangelizar, no desea convertir a nadie. Quiere ir por los campos, vivir de limosna, pero no es un misionero, no busca hacer prosélitos. Claro, lo impulsa su creencia, su ideología. Lo que me conmueve es lo que pasa dentro de él cuando esa ideología fracasa, porque donde Nazarín interviene, aun con la mejor voluntad, sólo provoca conflictos y desastres”. El protagonista de la película es un cura, es decir, un “cristiano profesional” que se ve atenazado por la institución a la que pertenece puesto que no le permite asumir la fe con la frescura y la naturalidad con la que debería. De ahí que cuando se lanza al ruedo de la vida real, la ingenuidad con que intenta moverse le ocasiona problemas severos con ambos, con su Iglesia y con el mundo. Buñuel se sirvió de Beatriz, uno de los personajes femeninos, para, por medio de sus alucinaciones, incluir el universo onírico del surrealismo. Una escena es particularmente perturbadora: la visión de un Cristo coronado de espinas, que estalla en una carcajada.
Parecería como si Buñuel mostrara la imposibilidad de ser cristiano en este mundo, algo que no hay que descartar, pero además sobresale la falta de pertinencia de una institución tradicional, confrontada en este caso por una iniciativa personal de encarnación del Evangelio. Los personajes como Beatriz y Ándara, recuerdo transfigurado de Marta y María, y al mismo tiempo de Sancho Panza, sincronizan el contexto popular de los tres textos fundidos: el Evangelio, el Quijote y la propia película en su nueva ambientación mexicana. Sobre el carácter quijotesco del personaje principal y el contexto literario-ideológico de la historia, Octavio Paz ha escrito líneas muy iluminadoras:
Para Don Quijote la ilusión era el espíritu caballeresco; para Nazarín el cristianismo. Pero hay algo más. A medida que, en sus andanzas por montes y poblados, la imagen de Cristo palidece en la conciencia de Nazarín, comienza a surgir otra: la del hombre. Buñuel nos hace asistir gradualmente, a través de una serie de episodios ejemplares, en el buen sentido de la palabra, a un doble proceso: el desvanecimiento de la ilusión de la divinidad y el descubrimiento de la realidad del hombre. Lo sobrenatural cede el sitio a algo maravilloso: la naturaleza humana y sus poderes. …Nazarín, el solitario, ha dejado de estar solo: ha perdido a Dios pero ha encontrado el amor y la fraternidad.6
Desde esa misma orientación, el director soviético Andrei Tarkovski, gran admirador de Buñuel, señaló otras influencias:
La que en mi opinión es la mejor película de Buñuel,Nazarín, destaca sobre todo por su sencillez. La estructura dramática de la película recuerda la de una parábola, y su protagonista principal, a don Quijote.
La obra de Buñuel está profundamente arraigada en esta cultura clásica de España. Es sencillamente impensable sin una referencia apasionada a Cervantes y a El Greco, a Lorca y a Picasso, a Salvador Dalí y Arrabal. La obra de éstos, llena de pasiones airadas y tiernas, de tensión y de protesta, surge de un profundísimo amor por su tierra lo mismo que del odio que les domina por entero: odio a todo esquema enemigo de la vida, a todo intento frío y descorazonado de vaciar los cerebros. Ciegos de odio y de sospecha, ellos expulsarán de su campo de visión todo lo que no contenga una referencia vital al hombre, todo lo que no acoja esa chispa divina y ese sufrimiento hecho costumbre que la tierra española, rocosa y caliente hasta la ignición, ha tenido que beber durante siglos.7
Y es que, efectivamente, la película concluye con un gesto extraño de solidaridad: cuando Nazarín llega a una playa (imagen tal vez de un término y un nuevo comienzo), recibe una piña de manos de una mujer anónima. Su primera reacción es de rechazo, pero inmediatamente cambia de actitud y acepta ese regalo con un semblante distinto. El propio Buñuel comentó sobre este final. “A Nazarín llega un momento en que le falla todo. Además él mismo es contradictorio. El cree en la limosna, ha predicado a favor de ella. Al final, cuando una pobre mujer le da una piña, se niega a aceptarla. Para mí, allí Nazarín falla, porque está rechazando lo que ha sido el principio de su vida, sus creencias. Y se va llorando…Esa actitud de Nazarín me intriga tanto como a ustedes. Y me conmueve. ¿Qué va a ser de este hombre, después de tan tremendas experiencias? No sé…”.
Tarkovski afirma al respcto: “La escena final de Nazarín es realmente estremecedora pero -y esto es especialmente importante- no por su simbolismo, que despierta asociaciones con el Evangelio, sino a causa de su gran poder emocional. Es un ejemplo magnífico de la fuerza dominante de la imagen artística sobre la necesaria limitación de su capacidad de enunciar un contenido. Sólo cuando se ha visto Nazarín por segunda o por tercera vez, se llega a percibir el significado racional que encierra”.
Lejos de la solemnidad hagiográfica, la experiencia cristológica y encarnacional de Nazarín se cierra con una nueva forma de solidaridad que él no entendía, encerrado como estaba en los cánones de cristianismo que había aprendido. Ahora estaba listo para padecer. La reescritura del Evangelio de Pérez Galdós alcanzó, en manos de Buñuel, el estatus de una obra que, efectivamente, plantea la imposibilidad de ser cristianos en una sociedad burguesa, quien se propuso denunciar sus inconsistencias morales en todas sus formas. La expresión cinematográfica, que se proyecta a grandes alturas, retrata al mismo tiempo la extrañeza que produce un proyecto similar en cualquier periodo de la historia humana.
Notas
1El texto completo de la novela en el sitio de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/nazarin--0/html, basada en la edición original: Madrid, Imprenta La Guirnalda, 1895.
2Cf. José de Segovia, “Buñuel, ¿ateo gracias a Dios?”, en Protestante Digital, 14 de enero de 2014, http://protestantedigital.com/blogs/440/Buntildeuel_iquestateo_gracias_a_Dios.
3 T. Ziolkowski,La vida de Jesús en la ficción literaria. Caracas, Monte Ávila, 1982. Original: Fictional transfigurations of Jesus. Universidad de Princeton, 1972, p. 6: “Es una narración ficcional en la cual los caracteres y la acción, más allá del significado o el tema, son prefigurados de manera notable por figuras y eventos asociados popularmente a la vida de Jesús tal como se conocen en los Evangelios”.
4 Yvan Lissorgues, “Benito Pérez Galdós: la novela tendenciosa de fin de siglo (Realidad, Ángel Guerra, Nazarín, Halma, Misericordia, El Abuelo)”, en www.cervantesvirtual.com/obra-visor/benito-prez-galds--la-novela-tendenciosa-de-fin-de-siglo-realidad-ngel-guerra-nazarn-halma-misericordia-el-abuelo-0/html/01fa5444-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html
5L. Cervantes-O., “El cine teológico e iconoclasta de Buñuel. En el vigésimo aniversario de su muerte”, en Signos de Vida, Consejo Latinoamericano de Iglesias, núm. 32, junio de 2004, pp. 41-45.
6O. Paz, “Bajo el arco doble de la belleza y la rebeldía” [1959], en El Tiempo, Bogotá, Colombia, 1 de marzo de 1980, p. 56.
7Cit. en el sitio oficial del documental Tras Nazarín (2015), de Daniel Espada, coproducción España-México, www.tolocha.com/trasnazarin/nazarin.html.
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