La teología de la niñez es un campo de reciente interés para la teología. Un fragmento de “Teología con rostro de niñez”, de Harold Segura (Clie, agosto 2015).
Un fragmento de “Teología con rostro de niñez”, de Harold Segura (CLIE, agosto 2015) Puedes saber más sobre el libro aquí.
La teología de la niñez es un campo de reciente interés para la teología. Aún son pocos los teólogos y teólogas que se interesan por ella; menos aún si nos referimos a los teólogos académicos cuyo espacio de trabajo son los recintos universitarios o los seminarios teológicos.
Parecería ser un tema «poco serio» (¿infantil?) para ser tratado en las torres de marfil. Recuerdo una experiencia personal: en septiembre de 2002 fui invitado para hablar en un congreso internacional del Movimiento Juntos con la Niñez y la Juventud acerca del mismo tema que me propongo desarrollar ahora.
Durante la preparación de la conferencia, fueron muchos mis apuros al buscar una bibliografía que no existía, entresacando lecciones de un tema que es escaso; se encuentran abundantes recursos con el enfoque educativo y pastoral, pero pocos, muy pocos, con el teológico.
Se me ocurrió, entonces, decir en la conclusión algo que quiero repetir ahora como introducción: que la teología de la niñez es “una teología en pañales”.
Existen razones que explican esta ausencia. La disciplina teológica pasó muchos siglos concentrada en los llamados temas mayores de la dogmática de la fe sin atender con el mismo interés las problemáticas concretas de los seres humanos.
Las doctrinas y los dogmas ocuparon la atención de los estudiosos de la teología, sin dejarse distraer por las situaciones que vivían las personas cada día.
Los grandes tratados teológicos se produjeron en las mismas épocas en que sucedieron los peores acontecimientos de la historia, sin que aquellos hicieran referencia a estos, salvo raras excepciones.
La naturaleza de Dios, el misterio de la Trinidad, la persona de Cristo, las nociones acerca de la salvación y las intuiciones escatológicas fueron los temas que captaron la atención de los grandes maestros de la teología.
Era, entonces, una ciencia que reflexionaba acerca de Dios y de la trascendencia siguiendo los referentes internos de la fe, sin mayores alusiones al contexto social y regida por el instrumental filosófico heredado de los griegos.
Al respecto explica Stephen B. Bevans:
El pensamiento clásico concebía la teología como una especie de ciencia objetiva de la fe. La teología era entendida como una reflexión de fe de los dos loci theologici (lugares teológicos): la Escritura y la Tradición, el contenido de las cuales no podía ser cambiado y debería permanecer siempre por encima de cualquier cultura, como expresión histórica condicionada1.
El giro antropológico de Rahner
Todo esto ocurrió hasta que el genio de Karl Rahner apareció en escena y, junto a otros pensadores teológicos de la primera mitad del siglo XX, introdujo el llamado giro antropológico y el método antropológico trascendental en la teología.
Con él comienza una parte de la historia de nuestro tema. Esta afirmación merece tener una ampliación y a ella se dedican los párrafos siguientes.
El maestro de Friburgo (1924-1984) estaba convencido de que la razón de ser de la teología no era sistematizar los conocimientos de la fe para que los hombres y mujeres estuvieran obligados a creerlos.
Por el contrario, pensaba que la teología debía estar al servicio de los seres humanos, tratando sus asuntos diarios, respondiendo a sus preocupaciones más sentidas y, así, acercándolos al misterio divino a partir de realidades concretas.
Se interesó por elaborar una teología que tuviera como punto de partida el ser humano, visto éste a la luz de la revelación de Dios. El padre Gustavo Baena, en su iluminador estudio del método de Rahner, dice que:
El punto de partida del método antropológico trascendental de Rahner es definitivamente el hombre mismo, pero no propiamente una comprensión, tal como se podría decir de la concepción del ser bajo el signo del logos de la filosofía tradicional de Occidente, de Platón a Hegel, sino a partir de la autocomprensión del hombre en su situación presente y concreta1.
Este giro antropológico condujo a la consideración del ser humano como el hilo conductor del saber teológico. Todo enunciado teológico tenía que acreditarse como significativo por su valencia (salvífica) antropológica.
Se introdujo un cambio de paradigma en la teología y, de manera particular, en la forma de elaborarla (su metodología).
En lugar de partir desde arriba, de Dios, para encontrar respuestas preelaboradas para las necesidades humanas, se planteó un camino diferente: partir del ser humano concreto, de sus preguntas y sus angustias y, desde ellas, ascender hasta Dios buscando respuestas que dieran sentido a la existencia.
La primera vía conduce a una teología descendente (de arriba abajo), la segunda, a una teología ascendente (de abajo arriba). Para Rahner, la vida cotidiana contiene destellos fulgurantes del Espíritu; por eso, partir de lo humano es partir también del Dios que se hace presente “aquí en nuestra tierra como en el cielo”.
Decía él que había que pasar revista a «las experiencias concretas de vida» porque, lo sepamos o no, ellas “son experiencias del Espíritu, siempre y cuando nos enfrentemos a ellas de forma adecuada…”2.
Ésta no es una nueva teología, pero sí es un nuevo modo de hacer teología. Baena lo expresa diciendo que,
El método antropológico trascendental de Rahner no es propiamente una nueva teología, ni propone directamente determinados contenidos. Es sencillamente un modo de proceder dentro de la teología como ciencia.Siempre su objetivo es llegar a la audición de la revelación de la voluntad de Dios, no sólo al interior de la revelación normativa y oficial, sino en toda situación de la existencia humana. En otras palabras, se trata de hacer de una determinada situación humana un lugar teológico, esto es, un lugar donde, según criterios de la revelación oficial, Dios está manifestando su voluntad…1.
Jon Sobrino, teólogo catalán-salvadoreño, al evaluar la influencia de Rahner en su peregrinar teológico personal y en la teología latinoamericana, afirma que uno de sus aportes fue, lo que el mismo Sobrino llama, el primado de la realidad; lo comenta con estas palabras:
De la teología de Rahner me impresionó que, aunque conocía bien cómo teologías y filosofías conceptualizaban la realidad, en lo fundamental era la realidad misma la que le movía a pensar y a conceptualizar después de lo pensado… Rahner fue eximio en ello. En medio de hondas especulaciones, tenía la virtud de comunicar el sabor a realidad. No sé si exagero, pero a él se le puede aplicar lo que escribió en su conocido artículo sobre la teología del símbolo: “La realidad quiere tomar la palabra”1.
1 Stephen B. Bevans, Modelos de teología contextual (edición revisada y aumentada), Revista Spiritus (Quito 2004) 22 (Abya Yala-Grupo Editorial Verbo Divino).
1 Gustavo Baena B., El método antropológico trascendental, en Gustavo Baena, Darío Martínez y otros, Los métodos en teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá 2007, p. 63.
2 Karl Ranher, citado por Gustavo Baena B., Ibid., 66.
1 Ib 78-79.
1 Jon Sobrino, Reflexiones sobre Karl Rahner desde América Latina, en Cardenal Karl Lehmann y otros, Karl Rahner, La actualidad de su pensamiento, Herder, Barcelona 2004, p. 95.
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