En este artículo he expuesto lo que creía y escribía Oriana Fallaci en sus dos últimos libros, sobre el Islam, pero no comparto la mayor parte de sus opiniones.
Cinco años atrás, en el 2010, el norteamericano Christopher Caldwell, considerado como uno de los periodistas más influyentes del mundo, publicó en EDICIONES DEBATE un libro llamado LA REVOLUCIÓN EUROPEA, completado con este subtítulo: CÓMO EL ISLAM HA CAMBIADO EL VIEJO CONTINENTE. Decía Caldwell: “víctima de su complejo de culpa, el Viejo Continente está aceptando una inmigración islámica masiva que acabará transformando los valores y la cultura que los europeos han conseguido con la tenacidad de muchos siglos”.
Hubo quien se le adelantó en la suma profética: una mujer. La italiana Oriana Fallaci, la mejor y la más importante periodista europea de todo el siglo pasado. El año 2002 la Fallaci reapareció después de once años de silencio literario con un libro que entonces escandalizó a los círculos liberales de Europa.
LA RABIA Y EL ORGULLO, publicado en España por LA ESFERA DE LOS LIBROS. Decía Oriana: “con los hijos de Alá el conflicto será duro. Muy largo, muy difícil, muy duro. A menos que el resto de Occidente, es decir, Europa, apague su miedo y razone un poco y eche una mano”.
El presidente de Francia François Hollande, su primer ministro, el francés de origen catalán Manuel Valls y el ministro de Asuntos Exteriores, el veterano Laurent Fabius, han repetido palabra por palabra, casi letra por letra con motivo de los atentados en París el pasado 15 de noviembre, lo que anticipó Oriana Fallaci hace trece años.
La extraordinaria mujer que después de haber entrevistado durante años a unos 30 personajes prominentes, entre ellos Kissinger, el Sha de Persia, Willy Brandt, Yasser Arafat, Ali Bhutto, Indira Gandhi y Golda Meir, se refugió en Nueva York en 1990, cuando le fue detectado un cáncer. Ella lo atribuía a Sadam Hussein, creía que contrajo la enfermedad al respirar la nube negra que se produjo tras la guerra de los pozos petrolíferos en Kuwait. Durante once años la periodista guardó silencio. Al producirse los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, la ciudad donde estaba viviendo y donde murió el 14 de septiembre de 2006 a los 77 años, la italiana reaccionó con furia contra el mundo musulmán y escribió su ya célebre libro LA RABIA Y EL ORGULLO.
Anticipándose trece años a las voces internacionales que ahora se pronuncian inteligentemente en contra de una guerra abierta contra países musulmanes, por considerarla inútil, la periodista italiana escribió: “El enfrentamiento entre Europa y el Islam no es militar. Es cultural, intelectual, religioso y nuestras victorias militares no solucionan la ofensiva de beligerancia islámica. Al contrario, la estimulan. La exacerban, la multiplican”. Tome nota, señor Obama.
Para Fallaci, aludiendo tal vez a lo ocurrido en Irán, la supuesta batalla entre cristianos y musulmanes se planea en el interior de las mezquitas: “las mezquitas –dice- que en toda Europa florecen a la sombra de nuestro olvidado laicismo y de nuestro pacifismo hipócrita y desubicado, están llenas de terroristas o futuros terroristas. Detrás de cada terrorista islámico hay necesariamente un imán. La mayoría son guías espirituales del terrorismo”.
Dispuesto estoy a creer que los jefes de Estado europeos han leído el libro de Oriana Fallaci. No es coincidencia que los presidentes de Francia, Alemania, Italia, Inglaterra, España, Bélgica, Suecia y de otros países europeos estén dando órdenes hoy, ahora mismo, de cerrar las mezquitas consideradas nidos del terrorismo. Continúa la escritora: “Quizá Europa no se convertirá en una avanzadilla del mundo árabe, pero sí tiene una “nación del Islam” dentro, pequeña, pero en inexorable crecimiento”. Oriana Fallaci llama en su libro a Europa “Euroarabia”.
Además de LA RABIA Y EL ORGULLO, Oriana Fallaci escribió otros libros importantes: PENÉLOPE EN LA GUERRA; ENTREVISTA CON LA HISTORIA; CARTA A UN NIÑO QUE NUNCA NACIÓ; UN HOMBRE; EL APOCALIPSIS.
El director Franco Zefirelli, al tener la noticia de su muerte, dijo de ella que “era la mujer más importante que Florencia ha tenido en el último siglo; la más amada, la más conocida y la más odiada, la mujer que ha dado miedo al mundo”.
Dos años después de LA RABIA Y EL ORGULLO Fallaci publicó otro libro de similares características y contenido: LA FUERZA DE LA RAZÓN, ambos best-seller en varios países de Europa. Aquí, como en el anterior, persiste en su visión negativa del Islam: después de los ataques “Europa se ha convertido en una provincia del Islam, con lo que está cavando su fosa”, escribió. Su fobia antiislámica era imparable, como lo demuestra en este otro párrafo: “a los hijos de Alá en Italia se les llama trabajadores extranjeros. ¿Cómo? ¿Vagabundeando por la ciudad? ¿Rezando cinco veces al día?”.
Tampoco los curas católicos escaparon a sus disparos literarios: “Me parece vergonzoso que en nombre de Jesucristo, un hebreo sin el cual hoy estarían todos en el paro, los curas de nuestras parroquias cortejen a los terroristas”.
Amigos que la querían le pedían que dejara de escribir contra el Islam, que estaba jugando con fuego, que podía ser víctima de algún grupo organizado o de algún individuo exaltado. Ella, mujer de convicciones inquebrantables, temple de acero, respondía: “Se puede insultar a los cristianos, a los budistas, a los indúes, a los judíos. Se puede llamar de todo a los católicos, escupir a la Virgen y a Jesucristo, pero ¡ay del ciudadano que pronuncie una palabra contra la religión islámica!”.
Aclaro: He nacido y crecido en un país islámico. Conozco la religión del Islam por haberla vivido y por haberla estudiado. En este artículo he expuesto lo que creía y escribía Oriana Fallaci en sus dos últimos libros, pero no comparto la mayor parte de sus opiniones. Islam no significa necesariamente terrorismo. El Islam coránico es religión de paz. No puedo llamar terroristas a aquellos niños musulmanes con quienes jugaba en ciudades donde viví, Rabat, Larache, Arcila, Tánger, ni tampoco a los jóvenes marroquíes, entrañables compañeros de inocentes aventuras propias de nuestras edades.
Mis sentimientos sobre el Islam quedan suficientemente reflejados en los diez artículos de naturaleza histórica y doctrinal que PROTESTANTE DIGITAL ha publicado en días pasados. Tampoco estoy de acuerdo con quienes califican de terroristas a los miles de refugiados que llegan a Europa huyendo precisamente del terrorismo, en busca de una mejora económica que les permita vivir con la dignidad de seres humanos.
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