Reactivando la economía

Mi pareja y yo decidimos dedicar un sábado por completo a reactivar la economía de nuestro país.

Comenzamos por el sector del automóvil visitando concesionarios de todas las marcas. Luego nos dirigimos al sector del mueble y nos interesamos por cocinas, baños, salas y dormitorios.

Seguidamente buscamos los servidores del gran y pequeño electrodoméstico.

Después nos dirigimos a las grandes superficies del bricolaje, del juguete infantil, del deporte, de la construcción, del ocio, etc.

El día fue agotador pero fructífero.

El desánimo de los dependientes era evidente nada más entrar en aquellos espacios tan inmensos como muertos.

Poco a poco, a medida que les planteábamos nuestras necesidades, ellos iban recobrando cierto tono facial y se engrescaban ofreciéndonos cosas que por supuesto no íbamos a comprar porque nuestra misión era reactivar, no comprar.

A los pocos minutos, aquellas salas que al principio estaban vacías, paulatinamente se iba llenando de gente. Era el momento de irnos al siguiente comercio.

Estas situaciones se fueron repitiendo allí donde entrábamos. Les implicábamos tanto en nuestros deseos que llegaban a ilusionarse, y aunque siempre salíamos con las manos vacías, los dependientes quedaban con mejor disposición para atender la masa de ingente que llegaba tras nuestro.

Aunque no os lo creáis, esta actividad nos planteó cierto cuestionamiento existencial.

—Y nosotros, ¿qué necesitamos?— dijo mi chica.

—  ¿Nos inventamos una necesidad?— le contesté.

—  ¿Y qué hemos estado haciendo todo este sábado sino eso?

—Va, te invito a un café.

Y así lo hicimos, nos repusimos con un cafetito que sí podíamos pagar. Pero el goce fue efímero.

—Vámonos ya de este café que se está poniendo insoportable de gente. Tendrás que cambiar de perfume o hacer algo.