La estrella de mar

“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:29); “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno” (Mt. 18:8).

Siempre me han llamado la atención las estrellas de mar, como ésta que tengo entre los pies, precisamente porque son capaces de realizar este consejo evangélico al pie de la letra. La mayoría de ellas posee una especie de ojo capaz de detectar luz en el extremo de cada brazo. Además, si son atacadas por algún depredador hambriento pueden automutilarse, cortándose el brazo atacado.

Habitualmente el atacante se conforma y la estrella continúa viviendo porque es capaz de regenerar el brazo perdido. Incluso, en ocasiones, su poder de regeneración es tan fuerte que, a partir de un solo brazo -si éste posee también la parte central del animal- se puede volver a formar toda la estrella. Son animales sin cabeza ni cerebro pero capaces de sobrevivir aún faltándoles partes importantes del cuerpo.

Estas palabras de Jesús nos piden que realicemos una cirugía radical en nuestra vida; que eliminemos por completo aquello que puede causar nuestra propia destrucción. Todo lo que es susceptible de seducirnos al mal, debe ser arrancado de nuestra existencia. ¿Cómo puede hacerse esto? ¿Cómo eliminar los malos pensamientos que nos inducen a cometer equivocaciones contrarias a la voluntad de Dios? Consagrándonos a lo bueno. Llenando la mente y la vida de buenos pensamientos. Sumergiéndonos en el ejemplo del Maestro. Experimentando con sinceridad la vida cristiana.