Cormorán grande

“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos” (Gn. 1:20).

Son muy abundantes las aves que están íntimamente relacionadas con las aguas, sean éstas marinas o continentales. Casi la mitad de las aves que aparecen en las guías de campo de los ornitólogos son acuáticas o están relacionadas directamente con el agua.

Algunas, como este cormorán grande (Phalacrocorax carbo) que fotografié en los humedales de l’Empordà (Roses, Girona), no sólo son capaces de volar bastante rápido sobre la tierra y las aguas sino que además se zambullen hasta unos diez metros de profundidad para pescar los pequeños peces de que se alimentan. A diferencia de la mayoría de las aves acuáticas, sus plumas no son completamente impermeables, por lo que, al mojarse, éstas aumentan de peso, lo que les permite hundirse más y bucear con facilidad. Una vez en tierra, extienden las alas para secarlas. Además, son capaces de regular el volumen de sus sacos aéreos.

Los cormoranes siempre me hacen pensar, aparte del singular diseño inteligente que exhiben, en el estudio de la Escritura. Hay quien lee la Biblia superficialmente casi “snorkeleándola”. Como los buceadores aficionados que observan los fondos marinos sólo desde la superficie. Sin embargo, deberíamos hacerlo como los cormoranes, profundizando en ella para obtener sus preciados tesoros y comprender todos los matices de su revelación.