Hormigas y pulgones

“Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia” (Fil. 2:25).

Es verdad que en una naturaleza sometida al mal, como es lógico, hay muchas cosas malas. Sin embargo, a veces nos muestra también algunas relaciones sublimes entre especies animales diferentes que nos recuerdan la colaboración entre personas. El mutualismo es una interacción entre dos organismos en la que ambos se benefician.

Acabo de tomar esta imagen sobre una maceta de mi terraza. Se trata de una pequeña hormiga de unos tres o cuatro milímetros de longitud que “ordeña” a un minúsculo rebaño de pulgones grises. Éstos viven perforando las hojas de determinadas plantas para absorber savia. Las hormigas, que parecen conocerlos bien, se acerca a ellos y mediante las antenas los palpan y frotan hasta que los pulgones, estimulados por semejante frotamiento, segregan su “leche”. Un líquido azucarado y nutritivo denominado “ligamaza” que constituye las delicias de esta especie de hormigas.

Por su parte, las hormigas cuidan y protegen a los pulgones. Los cambian de lugar cuando las pequeñas hojas se secan. Los colocan en el envés de la hoja cuando el haz se moja por la lluvia. Si aparece un depredador hambriento, como pueden ser las temibles mariquitas, es inmediatamente atacado y ahuyentado por las hormigas. En fin, todo un ejemplo de colaboración entre amigos. Las hormigas se benefician del alimento que producen los pulgones y éstos obtiene cuidado y protección. Mutualismo en su máxima expresión.

Los humanos deberíamos aprender a colaborar unos con otros mucho mejor de lo que lo hacemos. No se trata sólo de utilizar a los demás en beneficio propio sino de darnos también a ellos y suplir sus necesidades.