El corderito Gregario

El corderito más feliz del redil era Gregario. Pastaba durante el día bajo la atenta mirada de su pastor que se desvivía tanto por él como por todo el rebaño. Eso sí, lo que llevaba peor era tener que encerrarse bajo llave cada noche en aquel pesebre tan angosto. Según le decían los mayores, era conveniente para evitar el lobo amenazante.

—¿Por qué en lugar de encerrarnos a nosotros no apresan y encierran al lobo?— protestaba Gregario.

La osada inmadurez del corderito hizo que diera satisfacción a sus intensos deseos de libertad. Por fin se escapó lejos del alcance del pastor. Dando vueltas por aquel territorio topó con un cachorro de lobo. Pronto se hicieron amigos y comenzaron a intimar más allá de lo que recomendaba la condición de ambos.

—¿Y dices que el pastor se aprovecha de nuestra lana para hacer negocio? ¿Además nos ordeña para hacer queso y ponerlo a la venta? ¿Y es cierto que sacrifica a los corderos jóvenes para vender su carne?— preguntaba Gregario asombrado.

El joven lobo le puso al corriente de todos estos detalles que el corderito ignoraba.

—Ya me parecía a mí que aquello de encerrarnos todas las noches escondía otras intenciones.

—Pagáis un alto precio por una aparente seguridad. Un lobo os podrá dar caza alguna vez, pero el pastor os sacrificará a todos. Tenéis que generar vuestras propias defensas en libertad con sencillez y astucia. Yo no os atacaré, aunque tampoco te aseguro que algún lobo hambriento de mi jauría no lo vaya a hacer.

—¿Me ayudarás a liberar mi rebaño de manos del pastor?

—De acuerdo, lo haré porque me has caído bien.

Una vez todas las ovejas se vieron libres y alejadas lo suficiente del redil, se preguntaron aterradas, ¿¡¡y del lobo, qué!!?

Gregario tenía muchas cosas que explicarles pero de momento, para calmarlas les dijo: no temáis, el lobo es un personaje de ficción para cuentos infantiles.