“Si esperamos que alguna cosa creada nos dé el sentido, la esperanza y la felicidad que solo puede darnos Dios, al final no conseguirá hacerlo y nos romperá el corazón”. Un fragmento de ‘Dioses que fallan’, de Tim Keller (2015, Andamio).
Este es un fragmento del libro "Dioses que fallan. Las promesas vacías del dinero, el sexo y el poder, y la única esperanza verdadera", de Tim Keller (2015, Andamio). Puedes saber más sobre el libro aquí.
TODO LO QUE SIEMPRE HAS QUERIDO
Lo peor que puede pasar
La mayoría de personas se pasa la vida intentando hacer realidad los deseos más profundos de su corazón. ¿Acaso la vida no consiste en esto, en “la búsqueda de la felicidad”? Nunca dejamos de buscar maneras de adquirir las cosas que necesitamos y estamos dispuestos a sacrificar mucho para conseguirlas. Nunca imaginamos que obtener los anhelos más profundos de nuestro corazón pueda ser lo peor que nos puede pasar en esta vida.
En cierta ocasión, mi esposa y yo conocimos a una mujer soltera, Anna, que quería desesperadamente tener hijos. Al final, se casó y, contrariamente a las expectativas de sus médicos dada la edad de la madre, pudo dar a luz dos niños sanos. Pero sus sueños no se hicieron realidad. Su impulso abrumador de dar a sus hijos una vida perfecta impidió que pudiera disfrutar de ellos. Su sobreprotección, sus temores y sus ansiedades, así como su necesidad de controlar hasta el último detalle de la vida de sus hijos, hizo que su familia padeciera las consecuencias. El hijo mayor de Anna tenía un rendimiento muy bajo en la escuela y evidenciaba síntomas de graves problemas emocionales. El hijo menor estaba dominado por la ira. Es muy probable que el impulso que siente Anna de ofrecer a sus hijos una vida maravillosa sea en realidad lo que acabe arruinándosela. Es posible que obtener el deseo de su corazón haya sido lo peor que le haya pasado en esta vida.
A finales de la década de 1980, Cynthia Heimel escribió: “En el mismo instante en que una persona se convierte en una celebridad, se transforma en un monstruo”; y después dio los nombres de tres famosísimas estrellas de Hollywood a las que había conocido antes de que se hicieran famosas. En aquella época, eran “seres humanos realmente agradables... pero ahora se han vuelto semidioses y su ira es implacable”. Luego añadió que, bajo la presión de la fama y de la celebridad, todas las lacras y las miserias del carácter de una persona duplican su virulencia. Puede que sienta curiosidad por saber quiénes fueron esas estrellas de los años 80, pero no hace falta que lo sepa. Justo ahora mismo existen muchos “nombres en negrita” que siguen la misma pauta en su vida, como vemos en las primeras planas de los diarios. Los nombres cambian, pero el patrón es el mismo.
La inevitabilidad de la idolatría
¿Cómo es posible que tan a menudo obtener los deseos de nuestro corazón sea catastrófico? En el libro de Romanos, el apóstol Pablo escribió que una de las peores cosas que Dios puede hacerle a una persona es entregarla a los deseos de su corazón (Ro. 1:24). ¿Por qué el máximo castigo imaginable consiste en permitir que alguien alcance el sueño que más ansía? Se debe a que nuestros corazones convierten en ídolos esos deseos. En este mismo capítulo, Pablo resumió? la historia de la raza humana en una sola frase: “honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador” (Ro. 1:25). Todo ser humano debe vivir por algo.
Siempre tiene que haber algo que capture nuestra imaginación, la lealtad más fundamental de nuestros corazones y nuestras esperanzas. Pero, como nos dice la Biblia, sin la intervención del Espíritu Santo, ese objeto nunca será el propio Dios.
Si esperamos que alguna cosa creada nos dé el sentido, la esperanza y la felicidad que solo puede darnos Dios, al final no conseguirá hacerlo y nos romperá el corazón. Aquella mujer, Anna, que estaba arruinando las vidas de su familia, no es que “amara demasiado a sus hijos”, sino que más bien amaba a Dios demasiado poco en relación a ellos. Como resultado, sus hijos-dioses se vieron aplastados por el peso de las expectativas de su madre.
Dos filósofos judíos que conocían a fondo las Escrituras llegaron a esta conclusión: “El principio central... de la Biblia es el rechazo de la idolatría”. La Biblia, por lo tanto, está repleta de una historia tras otra que habla de las innumerables formas y los efectos devastadores de la adoración a los ídolos. Todos dios falso que pueda elegir un corazón (sea el amor, el dinero, el éxito o el poder) tiene un relato bíblico poderoso que explica cómo ese tipo concreto de idolatría afecta a nuestras vidas.
Uno de los personajes centrales de la Biblia es Abraham. Como la mayoría de los hombres de la antigüedad, deseaba un hijo que pudiera llevar su nombre. Sin embargo, en el caso de Abraham aquel deseo se había convertido en el más profundo de su corazón. Por último, más allá de toda esperanza, Dios le dio un hijo. Ahora disponía de todo lo que deseaba. Entonces, Dios le pidió que renunciara a él (…).
Tu camino al monte
Piense en las muchas decepciones y problemas que nos acosan. Écheles un vistazo más de cerca y se dará cuenta de que los más poderosos de ellos tienen que ver con nuestros propios “Isaacs”. En nuestras vidas, siempre hay cosas en las que invertimos para obtener cierto grado de alegría y de plenitud que solo puede darnos Dios. Los momentos más dolorosos de nuestras vidas son aquellos en los que nuestros Isaacs, nuestros ídolos, corren peligro o alguien nos los quita. Cuando sucede esto, podemos reaccionar de dos maneras. Podemos decantarnos por la amargura y el desespero. Nos creeremos con derecho a revolcarnos en esos sentimientos, diciendo: “¡Llevo toda la vida trabajando para llegar a este punto de mi carrera, y ahora ha desaparecido todo!”; o “¡Me he pasado la vida trabajando como un esclavo para ofrecerle una buena vida a esa mujer, y así me lo paga!”. Podemos sentirnos con libertad para mentir, engañar, vengarnos o renunciar a nuestros principios para aliviar nuestra angustia. O podemos limitarnos a vivir en la melancolía permanente.
La otra manera de reaccionar es la de Abraham: dar un paseo monte arriba. Podría decir: “Veo que me llamas a vivir mi vida sin algo de lo que yo pensaba que no podría prescindir. Pero, si te tengo, poseo la única riqueza, salud, amor, honor y seguridad que realmente necesito y que nunca perderé”. Como muchos han aprendido y más tarde enseñado, hasta que lo único que usted tenga sea Jesús, no se dará cuenta de que Él es todo lo que necesita.
Muchos de estos dioses falsos, por no decir la mayoría, pueden quedarse en nuestras vidas una vez los hayamos “degradado” a un puesto inferior a Dios. Entonces, no nos dominarán ni asediarán con ansiedad, orgullo, ira y agobio. A pesar de todo, no debemos cometer el error de pensar que esto significa que lo único que debemos hacer es estar dispuestos a separarnos de nuestros ídolos, en lugar de abandonarlos por completo. Si Abraham hubiera subido a la montaña pensando “Lo único que tengo que hacer es poner a Isaac sobre el altar, pero sin sacrificarlo de verdad”, ¡no habría superado la prueba! Para que un elemento presente en nuestras vidas sea seguro, tiene que haber dejado de ser un ídolo. Esto solo puede suceder cuando estamos realmente dispuestos a vivir sin ello, cuando decimos desde el corazón: “Como tengo a Dios, puedo vivir sin ti”.
A veces, parece que Dios nos mata cuando, en realidad, nos esta? salvando. En este caso, estaba transformando a Abraham en un gran hombre, pero aparentemente daba la sensación de que Dios era cruel. Seguir a Dios en semejantes circunstancias parece ser un tipo de “fe ciega”, pero en realidad es una fe vigorosa y agradecida. La Biblia está llena de relatos sobre personajes como José, Moisés y David, que hablan de momentos en los que Dios pareció abandonarles, aunque más adelante se reveló que lo que hizo fue destruir los ídolos perniciosos de sus vidas, algo que solamente se podía hacer si ellos pasaban por aquella experiencia difícil.
Igual que Abraham, Jesús luchó intensamente con el llamado de Dios. En el huerto de Getsemaní, preguntó al Padre si no había ninguna otra alternativa, pero al final subió obediente al Calvario y a la cruz. No podemos saber todos los motivos por los que nuestro Padre permite que nos pasen cosas malas, pero, como hizo Jesús, podemos confiar en Él en esos momentos difíciles. Cuando le contemplemos y nos regocijemos en lo que hizo por nosotros, tendremos la alegría y la esperanza necesarias (además de vernos libres de los dioses falsos) para seguir el llamado de Dios cuando las circunstancias parecen tan oscuras como difíciles.
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