"Cuando la fe en Cristo es fuerte, las obras son duraderas; cuando el amor hacia Él es pujante, el trabajo adquiere calidad; y cuando la esperanza en Él es total, la paciencia se hace perfecta y no desmaya". Un fragmento de "Estudios sobre el Apocalipsis", de José Grau.
Este es un fragmento de Estudios sobre el Apocalipsis, de José Grau (2009, Peregrino). Puede saber más sobre este libro aquí.
Las siete cartas a las siete iglesias (Ap. 2-3)
Se observa una cierta uniformidad en la manera como están redactadas estas cartas:
1) Comisión: “Escribe al ángel […]”, y presentación de los destinatarios.
2) Presentación de Jesucristo o saludo: “Estas cosas dice el que […]” (incluye algún título de Cristo).
3) Alabanza: “Yo conozco tus obras […]” (y suele pasarse a la alabanza de lo que es loable).
4) Reproche: “Pero tengo contra ti […]” (solo Esmirna y Filadelfia no reciben reproches).
5) Consejo: Varios requerimientos en forma imperativa: “Arrepiéntete”, “Mira de dónde has caído”, etc.
6) Llamamiento: “El que tiene oídos para oír […]”.
7) Promesa e incentivo: “Al que venciere […]”. Una promesa para quien se eleve por encima de las flaquezas y debilidades de su propia congregación local.
En las cuatro últimas cartas los puntos 6 y 7 se invierten.
Las iglesias 1 y 7 se hallan en grave peligro,
2 y 6 en excelente situación,
3, 4 y 5 ni bien ni mal.
La reforma de las iglesias viene por la renovación de los individuos miembros de ellas (cf. 2:7,11,17, etc.): “El que tiene oído […], el que venciere […]”.
La promesa de comer del árbol de la vida es para los individuos, hasta para los miembros de una iglesia que por la apostasía corra el peligro de dejar de ser tal: “Quitaré tu candelero de su lugar […]” (2:5); es decir: Dejarás de ser iglesia.
La seguridad de la salvación final —o perseverancia de los santos— es para los miembros de las iglesias, no para las iglesias mismas. Así, la promesa de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia (Mt. 16:18) ha de entenderse cumplida en los redimidos verdaderos, los que constituyen la auténtica Iglesia. La historia, por otra parte, corrobora esta interpretación.
La Iglesia oye al Espíritu al prestar atención a la Palabra revelada.
Interpretación de los mensajes a las siete iglesias
Se han dado las siguientes respuestas o interpretaciones:
1) Son mensajes dirigidos a la Iglesia en general —no a siete iglesias determinadas— bajo el número simbólico de 7.
2) Son períodos de la Historia:
Éfeso Siglo I
Esmirna Persecuciones
Pérgamo Constantino
Tiatira Edad Media
Sardis Reforma s. XVI
Filadelfia Época misiones s. XIX
Laodicea Apostasía últimos días
3) Son cartas dirigidas a iglesias reales del siglo I que, por las características que señalan, se adaptan perfectamente bien a lo que sabemos de esas congregaciones. Por extensión, estos mensajes sirven igualmente para la Iglesia en su marcha por la Historia, y tienen así valor para los cristianos de cada época y lugar que se encuentren en circunstancias parecidas a las de alguna o algunas de las siete iglesias del Asia Menor.
Los mensajes a las siete iglesias (Ap. 2—3)
El mensaje a Éfeso (Ap. 2:1-7)
Éfeso, la ciudad más floreciente de toda Asia Menor. Gran centro comercial y político, amén de religioso (con su culto a la diosa Diana). Pablo fundó aquella iglesia y estuvo enseñando durante tres años allí (Hch. 20:31).
1. La presentación de Jesucristo
“El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro” (v. 1).
Cristo se presenta como el Señor de la Iglesia, el Esposo único, a una congregación que había dejado su “primer amor”.
2. La alabanza de Jesucristo (vv. 2-3)
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencias […]; y has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son”.
Destacan:
1) Actividad: obras, trabajo y paciencia
2) Fidelidad: “Has probado a los falsos apóstoles” (v. 2; cf. Hch. 20:29). ¡Estupendos elogios!
Parece tratarse de la más alta aprobación. Si terminara aquí, la iglesia en Éfeso podría estar orgullosa.
3. La queja de Jesucristo (v. 4)
“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”.
La rutina sucede a la espontaneidad; los conceptos, tópicos, frases, suplantan a Cristo mismo.
La obra de Dios cobra más importancia que el Dios de la obra; la Iglesia de Cristo, que el Cristo de la Iglesia.
¿Cómo es posible? A veces, el enfriamiento apenas se percibe. Es un proceso lento. Mucho trabajo, falta de tiempo, pocas atenciones, poca oración…
Cuando ocurre en parejas de novios o matrimonios —tarde o temprano— ese proceso desemboca en una crisis. Igual sucede en el ámbito de nuestra comunión espiritual con Dios.
4. El consejo de Jesucristo
Es un consejo triple (vv. 5-7):
1) Recuerda: Vuelve al principio, considera, acuérdate…
2) Arrepiéntete: Da media vuelta; reniega de todo lo que estorba la comunión con el Señor.
3) Haz las primeras obras (cf. 1 Ts. 1:2,3). G. Campbell Morgan ve en la iglesia en Tesalónica la ilustración ideal de lo que significa para una congregación vivir en la dimensión del “primer amor”.
Comparemos Éfeso con Tesalónica:
Éfeso: “Obras, trabajo y paciencia” (Ap. 2:2)
Tesalónica: “Obra de fe, trabajo de amor, constancia (paciencia) en la esperanza”
¡Las mismas cosas, pero con qué compañías y estímulos tan diferentes!
A Éfeso le faltan estos acicates de fe, amor y esperanza:
—El primer amor es “obra de fe”; el amor perdido es “obra”, a secas.
—El primer amor es “trabajo de amor”; el amor perdido es simplemente “trabajo”, sin más.
—El primer amor implica “paciencia para esperar”; el amor perdido es tan solo “paciencia”: como si hubiese olvidado el objetivo y propósito de la misma.
S. Pablo define: “La fe […] obra por el amor” (Gá. 5:6).
¿Qué tal están mi fe, mi trabajo y mi amor?
¡Recordemos, arrepintámonos, hagamos las primeras obras!
Porque aunque lo externo queda, el fundamento se está debilitando. La fe de la que deben manar las obras se enfría; el amor que debe ser la base de todo trabajo está menguando; la esperanza —inspiración de la paciencia— se nubla, se oscurece. Volvamos a la fe, a la esperanza y al amor en Cristo.
Cuando la fe en Cristo es fuerte, las obras son duraderas; cuando el amor hacia Él es pujante, el trabajo adquiere calidad; y cuando la esperanza en Él es total, la paciencia se hace perfecta y no desmaya.
El Señor nos dice: “Tus obras siguen, pero tu fe en mí ya no es lo que era; tu trabajo es evidente, pero tu amor se ha debilitado; tu paciencia es notoria, pero la llama de tu esperanza no brilla, se apaga”.
¡Perderás la lámpara si no te arrepientes! “Pues si no [te arrepientes], quitaré tu candelero de su lugar” (v. 5).
Dios nos quiere con perfecto amor; anhela todo nuestro corazón, no solo una parte del mismo. De ahí que el A. T. le defina como “Dios celoso” (Éx. 20:5).
Cristo no tolera medias tintas; exige la lealtad incondicional. Aquella que muchos incrédulos dan a un partido, un líder, una ideología, el cristiano la debe a su Señor, y con creces.
“Quitaré tu candelero si no te arrepientes”.
Ejemplos: Regiones antes cristianas, hoy son paganas (el norte de África y el Oriente Próximo en los primeros siglos). En Inglaterra se pueden ver antiguos templos convertidos en salas de baile, de juego (bingos); en otros países los mismos sirven de museos o mezquitas. En la actualidad, el crecimiento del cristianismo se da en Asia, África y América Latina, no en Europa. ¡Qué terribles perspectivas y posibilidades comporta esto!
5. Otra alabanza de Jesucristo
“Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas” (v. 6).
¡Qué cortesía espiritual la que el Señor guarda con nosotros! Como si no hubiera sido bastante la alabanza de los versículos 2 y 3.
Al Señor no le duelen prendas cuando se trata de elogiar lo elogiable que pueda haber en nosotros.
¿Quiénes son los nicolaítas?
Aparte de lo que aquí se dice, apenas se sabe nada de ellos.
Se supone —se sugiere— que podía tratarse de una secta que combinaba el entusiasmo espiritual con la relajación moral; fantasía religiosa con despreocupación ética; orgullo y vanidad espirituales con pretensiones de un cristianismo superior y muy “avanzado” que de hecho introducía la herejía.
Pero se aborrecen sus obras, no sus personas.
Es su enseñanza lo que hay que condenar; para con los errados debe mostrarse amor.
“Has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos”. Se destaca el discernimiento espiritual y la solidez doctrinal de los efesios.
Aplicación: ¿Sabemos detectar el error? ¿Aborrecemos las obras de las tinieblas como las aborrece el Señor?
Este discernimiento no viene sino mediante el contacto continuado con la Palabra de Dios (“Mis ovejas oyen mi voz”, dice el Señor). La familiaridad con esta Palabra de Dios nos faculta para detectar el error y la mentira con rapidez.
Aun así, sin embargo, el amor tiene la primacía, puesto que si no hay amor, todo lo demás pierde su valor.
6. La promesa de Jesucristo
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice […]. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida” (v. 7).
En vez de escuchar las fantasías y mentiras de los hombres, escuchemos al Espíritu de Dios. Si así lo hacemos, prestaremos atención a su consejo (arrepiéntete, recuerda, haz las primeras obras…). Esto nos llevará a la victoria: la victoria que nos permitirá comer del árbol de la vida.
Vivamos vidas cristianas en términos de victoria, y que sus frutos de vida abundante se muestren —por la gracia de Dios— en nuestra vida comunitaria e individual:
Aplicación:
—¿Señor, qué quejas tienes contra mí?
— ¿Cómo estoy yo de amor?
—¿Qué debo recordar, de qué debo arrepentirme para volver al primer amor, a las primeras obras?
—¿Qué tal está mi discernimiento espiritual para detectar el error, el enfriamiento doctrinal y moral?
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