Este extenuante volumen da fe, desde las bases mismas de las comunidades, de una sólida presencia protestante que se ha consolidado con los años y que ha definido el rostro de Tabasco como una entidad en la que arraigó profundamente la religión evangélica.
Ezequiel Lango es el siguiente nombre destacable en el recuento de Angulo Pineda sobre los pastores que han dejado una fuerte huella en Tabasco. Originario de la ciudad de México, egresó del Seminario Unido en 1927 y fue ordenado en 1928 por el presbiterio del Golfo en Tapachula, Chiapas. Trabajó alrededor de cuatro años en la iglesia de Paraíso, aunque viajaba constantemente a otras localidades. El libro subraya las varias ocasiones en que debió encontrarse con el gobernador Tomás Garrido Canabal, a quien le gustaba provocar a los creyentes para medir su reacción; con Lango la estrategia no le funcionó, aun cuando insistió de diversas maneras.
Luego de las pruebas de rigor para su persona, y de varias muestras de intolerancia hacia las iglesias presbiterianas con el argumento de que no sólo debía perseguir a la católica, Garrido invitó a Lango a ofrecer una conferencia sobre moral en 1930 durante la Feria del Coco, en la que aludió a ciertas tendencias de corrupción del gobernador, no obstante lo cual éste respetó sus opiniones. Finalmente, debió abandonar el estado de manera casi clandestina al no someterse a otras imposiciones gubernamentales. Trabajó en Chiapas y el estado de México, y, con el tiempo, llegó a formar parte de la dirigencia de la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM).
Entre las primeras iglesias presbiterianas tabasqueñas Angulo incluye la de Paraíso, “Jesús de Nazareth”, cuya fundación se remonta a 1884 (pp. 68-85); “El Divino Salvador”, de Comalcalco, organizada ese mismo año (pp. 86-99); y “Espíritu Santo” (hoy “La Nueva Jerusalén”), de Villahermosa, también de 1884, sobre la que recientemente se publicó un volumen conmemorativo: La obra evangelizadora en Tabasco, 1884-2014, coordinado por el profesor Samuel Olán Pérez (pp. 100-115).
La segunda parte se ocupa de detallar aspectos relacionados con los presbiterios en México (pp. 119-120), el presbiterio del Golfo de México, cuyo primer presidente fue el pastor Eligio N. Granados, organizado en mayo de 1896. Dos años más tarde, las iglesias se ubicaban en Comalcalco, Paraíso, Frontera, San Juan Bautista (después Villahermosa), Cárdenas y Arroyo Hondo. Más adelante, se afirma que “la revolución afectó enormemente la vida de las iglesias” (p. 123), al grado de que hasta el final de la misma hubo posibilidades de relanzar el trabajo que se vería impactado también por el gobierno garridista (entre 1924 y 1935),1 aunque se consigna también que, sorpresivamente, el ya ex gobernador llamó a varios líderes presbiterianos a la capital del país “para despedirse de ellos, agradecerles su colaboración y recomendarles expresamente que debían sembrar la semilla del evangelio, ‘yo ya limpié el terreno, ahora a ustedes les toca sembrar la Palabra de Dios porque la religión de ustedes es la mejor’” (p. 129). Esta cita procede de un texto elaborado por el pastor Cuauhtémoc Angulo Rodríguez, padre del autor. Uno de esos líderes, el profesor Augusto Hernández Olivé, por recomendación de Garrido Canabal, sería senador y gobernador interino.
Las instituciones presbiterianas mencionadas tienen que ver, sobre todo, con la educación, y en particular con la formación bíblica, para lo cual se fundó la Escuela Bíblica Tabasqueña (1946), luego de varios intentos en ese sentido. Allí se formaron varias generaciones de pastores y maestros. Otros proyectos importantes han sido el Campamento Galaad (1953) y, por supuesto el movimiento juvenil del Esfuerzo Cristiano, que ha iniciado en las labores y el compromiso eclesiástico a cientos de hombres y mujeres. Un trabajo similar entre las mujeres lo ha llevado a cabo la Unión de Sociedades Femeniles del Golfo de México, que desde sus inicios en 1936 ha impulsado la participación en la vida eclesial, como es el caso de la Escuela Bíblica para Misioneras “Dorcas” iniciada en 1956. También se mencionan los Institutos de Capacitación y Evangelización que han encaminado los ímpetus en ese campo.
En el contexto de la labor misionera se incluyen los nombres de Charles “Chuck” Bennett, coordinador de estudios de Misiones y Ministerios de Misericordia, quien sirvió como piloto al servicio de la Iglesia Presbiteriana en el sureste del país con “Alas de Socorro”, y de Federico Tinley, quien junto con su familia trabajó en Tabasco de 1945 a 1961. Las palabras de Tinley sobre las características de su labor misionera son aleccionadoras para comprender la evolución del crecimiento de las iglesias en el estado:
Esta estrategia para alcanzar a los tabasqueños fue la marca distintiva de la evangelización por parte de los presbiterianos. Por otra parte, nuestra tarea ante este fenómeno de crecimiento se enfocó mayormente a la movilización de los líderes y a darles las herramientas básicas de evangelismo, educación cristiana y mayordomía. Era tanta la demanda de trabajo que apenas pudimos satisfacer dicha demanda de capacitación muy básica. Nuestra enseñanza bíblica era básica y casi nulo el enfoque teológico para poder enseñar las cuestiones reformadas entre la gente que apenas sabía leer y escribir. Creo que no nos dio tiempo de ir a una etapa más amplia y profunda en cuanto a la madurez de la iglesia. Una de mis frustraciones fue no haber llevado a la iglesia a un nivel de desarrollo más profundo (p. 201).
La tercera parte es la más amplia del libro (más de 100 pp.) pues se ocupa de los pastores tabasqueños de buena parte del siglo XX. Abarca desde Andrés García Mayo (1923-1995) hasta Salatiel Méndez Aguirre (1932-1999). Desfilan ahí las labores de 25 personajes, incluyendo al padre del autor, y otros líderes fallecidos tempranamente, como fue el caso de Carmen Juárez Guzmán (1941-1994), profesor del Seminario de la capital.
La cuarta sección, “Líderes presbiterianos y su influencia social”, está formada por una serie de semblanzas entre las que destacan las del general revolucionario Ignacio Gutiérrez Gómez, María América Romero de Santo, matriarca de una dinastía de políticos, el profesor Joel Madrigal, catedrático de música, José Hernández Montejo, administrador y director de Publicaciones El Faro, Joaquín Vera Hernández. La última sección pasa revista a algunas de las iglesias emblemáticas del estado durante el siglo XX, un total de 12, para concluir con una crónica del Presbiterio del Golfo de México.
Este extenuante volumen da fe, desde las bases mismas de las comunidades, de una sólida presencia protestante que se ha consolidado con los años y que ha definido el rostro de Tabasco como una entidad en la que arraigó profundamente la religión evangélica. El esfuerzo de su autor, según se anuncia, continuará en nuevas publicaciones relacionadas con ella.
1 Cf. “El Garridismo, esplendor y fin”, en sitio oficial del Gobierno del Estado de Tabasco, www.tabasco.gob.mx/content/el-garridismo-esplendor-y-fin.
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