Quiñones escribe cuatro luminosos capítulos sobre las principales fiestas de Jehová, ligadas todas ellas a la persona del futuro Mesías: la pascua, los panes sin levadura, la expiación, el Tabernáculo.
Por José A. Quiñones, Xulon Press,Cuming, Georgia, Estados Unidos, 343 páginas.
La personalidad del Israel antiguo era inseparable de su fe en una revelación divina. El pueblo descendiente de Abraham alcanzó su grado supremo de expresión en el Pentateuco. A ningún estudioso de la Biblia sorprende que el Pentateuco ocupara el primer puesto en la literatura y en la religión de Israel. Entre los judíos el Pentateuco recibe el nombre de Torá. A partir del siglo II de nuestra era los cinco primeros libros de la Biblia son conocidos entre los cristianos con el nombre de Pentateuco “cinco” y “teuchos” = estuche o libro”. Los judíos palestinenses los designaban con las primeras palabras hebreas que se leen al comienzo de cada uno de ellos. Los judíos que vivían en el extranjero, concretamente en Alejandría, les dieron nombres griegos, los cuales pasaron luego a las versiones latinas y son los que, a su vez, reciben en las versiones modernas del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Sin el Pentateuco, los restantes 61 libros de la Biblia serían incomprensibles. Todo el cuerpo de la literatura bíblica, incluido el Nuevo Testamento, se funda en la base sólida de los cinco libros atribuidos a Moisés.
No han sido pocos los autores que han destacado las huellas de Cristo en el Pentateuco. Así, Alfred Lapple en DE LOS PATRIARCAS AL ANUNCIO DEL MESÍAS, Herbert Haag en EL PECADO ORIGINAL EN LA BIBLIA Y EN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA, William G. Heidt en EL TEMA PRINCIPAL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO e INTRODUCCIÓN AL PENTATEUCO, Guillermo Cotton en VIAJE A TRAVÉS DEL ANTIGUO TESTAMENTO, Enry Law en EL EVANGELIO EN EL GÉNESIS, F.B. Meyer en CRISTO EN ISAÍAS y otros muchos especializados en el tema.
Quiñones acaba de publicar un bien documentado libro que subtitula EL MINISTERIO DE JESUCRISTO EN LOS CINCO PRIMEROS LIBROS DE LA BIBLIA.
José A. Quiñones es graduado en estudios bíblicos en el Instituto Leta Baxter, entonces en la capital de Méjico, y posee una licenciatura en Química por la Universidad Cristiana de Abilene, en Texas. En la Universidad del Turabo, en Puerto Rico, adquirió una maestría en administración de empresas.
En su libro, Quiñones pinta a lo vivo las huellas de Cristo en los cinco primeros libros de la Biblia. Lo hace por partida doble. Con ideas y argumentos profundos y con palabras sencillas, teniendo en cuenta a la gente que por vez primera se enfrenta al misterio. Para Quiñones, el estilo no es cuestión de técnica, sino de visión.
Decía Chesterton que ningún hombre debería escribir a no ser que esté convencido él mismo de que está en posesión de la verdad y otros hombres están en el error. Esta es la línea que sigue Quiñones. Son múltiples las interpretaciones dadas al Pentateuco por autores de muchos países y de diferentes ideologías. Interpretaciones que con frecuencia no se corresponden con la visión global de la Biblia, la que arranca en el primer versículo del Génesis y acaba en el último de Apocalipsis. El trabajo de Quiñones pretende ajustarse, y de hecho se ajusta, a la verdad doctrinal respecto a la presencia de Cristo en la escritura de Moisés.
El autor divide su obra en 26 breves capítulos, además de la introducción y la conclusión. A lo largo de las páginas presenta materia que guía al lector tras las huellas de Cristo en los cinco relatos de Moisés: En el principio Dios. La gloria de Dios era en el principio.
Cristo fue el coautor de la creación, su relación con el árbol de la vida, Cristo nuestro reposo, después de haber librado el gran combate contra Satanás. Cristo y Abraham, Cristo en el simbolismo del arca, José como prototipo de Cristo y la escalera misteriosa, pero visible para Jacob, que enlaza el cielo con la tierra. Las genealogías presentadas en el primer libro de Crónicas, capítulos 2 al 4, trazan la descendencia de Judá y del rey David hasta el mismo Jesucristo según la carne.
Los símbolos reales de Cristo abundan en la bendición que Jacob pronunció a favor de sus hijos. En ella se destaca la singularidad de Judá, el cetro de Judá, el león de Judá, Jesús el Cristo, el profeta prometido por Jehová a Moisés según Deuteronomio 18:15.
Quiñones escribe cuatro luminosos capítulos sobre las principales fiestas de Jehová, ligadas todas ellas a la persona del futuro Mesías: la pascua, los panes sin levadura, la expiación, el Tabernáculo. Según el autor de la epístola a los Hebreos, Cristo es el verdadero tabernáculo, habiendo penetrado hasta el lugar santísimo con el derramamiento de su sangre. Las vestiduras de los sacerdotes, el sistema de sacrificios, la santidad de Dios en el tabernáculo, todo ello apunta a Cristo. El mensaje es tan claro que sólo puede inducir a error a aquellos que teniendo ojos no ven y habiendo aprendido letras no saben leer.
Quiñones sigue las huellas de Cristo en otras figuras de gran importancia: El maná que descendía del cielo, la columna de nube y fuego, la serpiente de bronce que Moisés colocó sobre un asta para que recobraran vida quienes habían sido mordidos por serpientes reales. El agua que manó de la roca al ser golpeada por Moisés anuncia a Cristo. “De la misma manera –dice Quiñones- Cristo fue golpeado y es la fuente de agua que vivifica”.
El autor concluye su libro con una feliz analogía entre las puertas que se mencionan en el Pentateuco y Cristo como la puerta de salvación según el capítulo 10 del Evangelio escrito por el apóstol Juan.
Cristo dijo en una ocasión que la ignorancia de las Escrituras, referidas al Antiguo Testamento, nos dejarían en el error. A su vez, Pablo afirmó que el conocimiento de estos libros pueden hacernos sabios para la salvación porque, según otro apóstol, Pedro, todo lo que contienen es de inspiración divina, “ya que ninguna profecía ha tenido su origen en la sola voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo, hubo quienes hablaron de parte de Dios” (2ª de Pedro 1:21, versión “La Palabra”).
El Pentateuco presenta una estructura lógica y armónica, de contenido histórico, religioso, teológico y espiritual coherente y compacto. Aquí está la historia de la humanidad en sus orígenes. Aquí, también, las huellas del Maestro, las pisadas tras las que siguieron los autores sagrados para abrirnos ventanas sobre la vida de Jesucristo siglos antes de su nacimiento en Belén.
José A. Quiñones sigue estas pisadas en un estudio apasionado y apasionante y las expone en un libro espléndido.
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